De los Sermones de san Bernardo, abad
A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos.
Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con
los hombres. Den gracias y digan entre los gentiles: «El Señor ha estado
grande con ellos.» Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia,
para que te ocupes de él? Porque te ocupas ciertamente de él, demuestras
tu solicitud y tu interés para con él. Llegas hasta enviarle tu Hijo único,
le infundes tu Espíritu, incluso le prometes la visión de tu rostro. Y,
para que ninguno de los seres celestiales deje de tomar parte en esta
solicitud por nosotros, envías a los espíritus bienaventurados para que nos
sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes, mandas que sean
nuestros ayos.
A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas
palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción
y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles,
devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están
presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte,
lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta
orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con
tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes.
Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios;
correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin
embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a
aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros, gracias al
cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados.
En él, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día
hemos de participar con ellos de la misma herencia y que, mientras llega este
día, el Padre los ha puesto junto a nosotros, a manera de tutores y
administradores. En efecto, ahora somos ya hijos de Dios, aunque ello no es aún
visible, ya que, por ser todavía menores de edad, estamos bajo tutores y
administradores, como si en nada nos distinguiéramos de los esclavos.
Por lo demás, aunque somos menores de edad y aunque nos queda por recorrer un
camino tan largo y tan peligroso, nada debemos temer bajo la custodia de unos
guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no
pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son
prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con
que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente.
viernes, 2 de octubre de 2020
Que te guarden en tus caminos
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