jueves, 29 de octubre de 2020

Una lucha constante

"Por eso, tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios.
Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, por todos los santos".
San Pablo, hablándole a los Efesios, les hace una fuerte advertencia sobre los peligros que corren los santos, es decir, los que formamos la comunidad de los creyentes en Cristo, que hemos sido santificados por el Espíritu el día de nuestro bautismo. Pero no les habla de los peligros del mundo, sino de los peligros del espíritu, es decir de las tentaciiones que podemos llegar a tener en nuestra vida. Tentaciones que vienen por el Príncipe de este mundo que quiere destruir la obra de Dios, y, por eso, busca que los que creen en Él dejen de creer y sigan por el camino del mal o por el camiino sin Dios.
Claro está que no siempre vamos a conocer las armas con las que Satanás entra en guerra con nosotros, pero sí, como nos habla san Pablo, conocemos las armas con las que podemos fortalecer nuestro espíritu para estar siempre atentos y preparados para no caer en las tentaciones que se nos presentan.
También es cierto que no sólo está Satanás tentándonos para dejar de vivir en la Voluntad de Dios, sino también, nuestro YO humano, constantemente nos está pidiendo que nos dejemos seducir por nuestros propios instintos, por eso, también, tenemos que ser constantes en la lucha que tenemos en nuestro interior, como dice san Pablo: entre la carne y el espíritu, entre el espíritu y la carne; porque sabemos qué es lo que debemos hacer, pero no siempre hacemos lo que debemos sino lo que queremos. Y ahí hay una gran lucha interior, que tenemos que pasar cada día si en verdad queremos vivir en santidad como el Señor nos pide.
Esa lucha interior es la que tenemos que vivir todos los días para que busquemos y podamos hacer la Voluntad de Dios y no la nuestra. Porque estamos acostumbrados a hacer lo que nos parece y no a buscar lo que debemos hacer. Nos dejamos llevar por la rueda de la rutina diaria y no nos preguntamos si todo lo que queremos hacer es lo que Dios quiere que hagamos, sino que "como siempre lo hice así", lo sigo haciendo y ¡chau! ya estoy contento porque no haga nada malo.
Pero sí, estoy haciendo algo malo porque no he preguntado si es Voluntad de Dios que lo haga. Por eso, es necesario que vuelva a entrar en la dinámica de la oración matutina para que sea el Espíritu Santo quien me ayude a ver, y, sobre todo, poder consagrarle al Señor mi día desde que comienza hasta que termina, y asegurarme así su Gracia para ser Fiel a la Vida que tengo que vivir en este día.

 

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