Job respondió al Señor:
«Reconozco que lo puedes todo, que ningún proyecto te resulta imposible.
Dijiste:
“¿Quién es ese que enturbia mis designios sin saber siquiera de qué habla?”
Es cierto, hablé de cosas que ignoraba, de maravillas que superan mi comprensión.
Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, echado en el polvo y la ceniza».
Los diálogos de Job con el Señor, son muy parecidos a los que hemos realizado o escuchado alguna vez. Y me parece maravilloso el poder hacer ese cambio de mentalidad, porque no es que no creemos, sino que no podemos creer por lo que nos dicen, sino que tenemos que hacer una propia experiencia de Dios.
Es cierto que la primera aproximación a la fe en Dios viene por el anuncio que alguien nos hizo o que escuchamos, pero la aceptación o no de la fe en Dios Padre se da cuando hacemos una experiencia verdadera y real con el Padre.
Nuestra ignorancia, como dice Job, muchas veces, es muy grande acerca de Dios, pues lo hemos conocido en nuestra niñez o sólo de oídas de alguien que nos habló en su momento de Él. Y, después, con el tiempo, hemos identificado la imagen del Padre Dios con la imagen de una iglesia de hombres, sin poder distinguir la imperfección de una institución y la Perfección de un Dios.
Aunque nosotros, los cristianos, somos la Iglesia de Dios, pero todos, sea la jerarquía que sea, somos humanos y tenemos nuestros pecados e imperfecciones, pero, igualmente, Jesús, nos llamó a mostrar el rostro de Dios, el rostro de la misericordia, de la justicia, de la verdad, pero, sobre todo, el rostro del Amor en la Unidad: "sed uno como el Padre y yo somos uno, para que el mundo crea".
Ese rostro tan humano que, a veces o siempre, mostramos: dividido y empecatado, es el que la gente ve y, por eso, no puede llegar a creer en el Padre Dios, pues sus hijos no viven como hermanos.
Es así que, cada uno, tiene que volver su mirada hacia el Padre, hacia la Palabra y descubrir en qué estamos fallando; no solamente quienes creemos, sino quienes quieren creer en Dios, y no pueden por las imperfecciones humanas. Así, como Job, podremos llegar al arrepentimiento y encontrarnos con el Verdadero rostro del Padre y creer, no sólo de oídas, sino de verdad porque he abierto mi corazón a su Palabra y Él me ha cautivado con su Amor por mí.
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