lunes, 19 de octubre de 2020

A quien le pagamos tributo?

 

Hará cerca de 2000 años que san Pablo le escribía a los Efesios:
"Hermanos:
Un tiempo estabais muertos por vuestros culpas y pecados, cuando seguíais el proceder de este mundo, según el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los rebeldes contra Dios. Como ellos, también nosotros vivíamos en el pasado siguiendo las tendencias de la carne, obedeciendo los impulsos del instinto y de la imaginación; y, por naturaleza, estábamos destinados a la ira, como los demás".
Y me suena como frase que podrías totalmente actual, porque nos hemos dejado seducir por el mundo y los deseos humanos, dejando que los instintos más terrenales vayan guiando nuestras vidas, o quieran gobernar el mundo, haciendo que todo sea lo mismo y que la violencia entre a formar parte de los derechos humanos para no tener ninguna obligación con el otro.
Quizás sea un pensar muy extremista, pero si miramos a nuestro alrededor, vamos a descubrir que las ideología que quieren "vencer" en nuestra sociedad se están abriendo paso a golpes y con una violencia que supera toda lógica humana para instaurar un reino de la muerte sea un derecho: un derecho para la mujer para matar el hijo de su vientre, para la familia para matar a los hijos o a los abuelos o a quien creamos que ya no tiene que vivir entre nosotros; a los colectivos de cierta gente que quiere que se haga lo que ellos digan a fuerza de desnudos y falta de respeto a los que no piensan como ellos, y tantas otras cosas más que sería muy largo escribirlas y exponerlas.
Y nosotros que los que estamos, supuestamente, llenos del Espíritu Santo por ser hijos de Dios, nos quedamos, muchas veces sin responder, sin tener argumentos para salir a la defensa de la vida, de nuestra fe, de nuestos ideales, dejamos que la violencia y el príncipe de este mundo comiencen a ganar la batalla porque no somos Fieles a lo que tenemos que ser.
Ayer celebrábamos el día de las Misiones, pero no son sólo misioneros los que se van a otras tierras, sino que, en este siglo XXI todos tenemos que ser misioneros en donde estamos, porque no sólo hay que sembrar la fe en los países de misión, sino que hay que re-sembrar la fe en nuestros propios lugares, porque hemos dejado crecer tanto la cizaña que ya la buena semilla ni se nota.
No nos basta o no nos debe basta con decir que yo estoy bien en conciencia, sino saber valorar o discernir si lo que he hecho lo he hecho por Voluntad de Dios, o para salvarme a mi mismo, si sólo he guardado la semilla en el granero o enterrado mis talentos, pues al final del día el Señor me va a preguntar qué hice por mis hemanos, como defendí la fe de ellos o cómo la sembré en sus corazones.
Es claro que no me preguntará si eso que hice dio o no frutos, sino si verdaderamente tuvo prontitud para ser misionero, evangelizador de mis hermanos, testigo veraz y claro de la Gracia que el Señor me dio al Salvarme, y darme un Vida Nueva.

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