"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le preguntó:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Cuando vemos el pecado y la maldad que hay fuera de nosotros, en otros lugares, o, incluso, en otras familias, siempre pensamos que eso no ocurre en mi vida, en mi casa, en mi familia, en mi ciudad. Es lo que le pasa a Pedro "¿dices esta parábola por nosotros o por todos?", y a esto le responde un refrán popular: "a quien le quepa el sayo que se lo ponga".
Es decir, cada uno de nosotros tenemos que aprender a conocernos y a saber discernir sobre nuestra vida con justicia y misericordia, en igual medida. Con justicia porque tenemos que ser justos con lo que vemos en nosotros, con nuestro pecado, nuestros defectos y errores, pero también con nuestras virtudes, con los dones que el Señor nos regaló. Así hay un equilibirio en lo que veo, y puedo alcanzar a ver mi vida por completo.
Por que si sólo me fijo en mis defectos y pecados, siempre seremos lo peor de la humanidad, pero tampoco puedo quedarme con que soy lo mejorcito que ha creado Dios, porque también tengo de mis cosillas, que no soy tan bueno como dice la abuela.
Y, en todo esto hay que ponerle un poco de misericodia: sí, misericordia para saber que siempre es posible, con la Gracia de Dios, recobrar la dignidad o belleza (espiritual, la otra no la recobramos, más cuando no la hemos tenido nunca) de nuestra vida. Pero nunca podré recobrar esa belleza espiritual si no me dejo convertir, si no pongo el remedio de la Gracia para convertir mi pecado, para remediar mi defecto, para crecer en fidelidad a la Voluntad de Dios.
Cuando nos miramos sin misericordia pueden ocurrir dos cosas (se me ocurre ahora) por un lado que pierda la esperanza de que pueda cambiar, y por eso me conformo con la mediocridad de mi vida y acciones. Y por otro lado "tiro la toalla" y me dedico a otra cosa, que esté más afin o acorde a mi pecado y a lo que creo de mí, descuidándome de lo que Dios me ha dado y me ha pedido vivir. Cosas que ocurren fácilmente en este tiempo en donde todo vale y todo parece ser lo mismo.
Por eso, sí, Dios nos habla a todos y a mí primero, no te escapes de sus palabras y de sus exhortaciones, ponte frente al espejo de la verdad y la misericordia y verás cómo podrás aceptar tus defectos, errores y pecado, y, la Gracia, si quieres, te ayudará a crecer en santidad.
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