Dios en el libro del Eclesiástico nos dice que:
"Así obra el que teme al Señor, el que observa la ley alcanza la sabiduría.
Ella le sale al encuentro como una madre y lo acoge como una joven esposa.
Lo alimenta con pan de inteligencia y le da a beber agua de sabiduría.
Si se apoya en ella, no vacilará, si se aferra a ella, no quedará defraudado".
Y Jesús:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Hoy, en la fiesta de Santa Teresa de Ávila, el Señor nos revela el secreto de su grandeza, de su sabiduría: se hizo niña ante Dios y vivió Fiel a Ley, a su Voluntad. No es de extrañar que Santa Teresa tuviera la sabiduría de muchos doctores, pues en su vida buscó la Voluntad de Dios, y, con esfuerzo, alcanzó la Gracia de poder vivirla en todos los caminos por donde el Señor la conducía.
No fueron sus fundaciones las que la hicieron grande a Teresa, sino que la sabiduría de sus escritos marcaron un Camino de espiritual dentro de la Historia de la Salvación, un Camino que muchos comenzaron a transitar y llegaron a ser grandes santos, que, dieron mayor luminosidad a esa sabiduría espiritual.
Hoy en día todos buscamos obtener muchos títulos, muchos masters; tenemos mucha información y sabemos de todo; pero nos falta la sabiduría de aquél que se postra ante el Señor y se deja iluminar por su Espíritu; nos falta la sabiduría de aquél que abrazado a su propia cruz acepta el dolor de morir a sí mismo para dejarse vivir en el Señor; nos falta la sabiduría de aquél que renunciando a su ego se deja guiar por la mano de quien el Señor pone en su camino como director espiritual; nos falta la sabiduría de aquél que entiende que sólo haciéndose niño podrá encontrar el seguro en las Manos del Señor.
Sí, hoy nos faltan sabios del espíritu, porque titulados tenemos muchos, más varones y mujeres de espíritu evangélico nos está faltando; por eso nos hemos tornados muy intelectuales pero poco sabios; muy formados pero poco santos; muy instruidos pero poco encendidos por los Dones del Espíritu.
Es cierto que no podemos descuidar nuestra formación intelectual, pero, sobre todo no debemos dejar que lo intelectual venza al Espíritu que habita en nosotros y nos está reclamando una entrega incondicional a la Voluntad de Dios, para ser verdaderos instrumentos en sus Manos. Y no en vano Santa Teresa nos dejó aquellos hermosos pero duros versos:
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Esta divina unión
del amor
con que yo vivo
hace a Dios ser mi cautivo
y libre mi corazón;
mas causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay! ¡Qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
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