Hoy podría volver a hablar de la hipcresía de los fariseos y de tantos otros que están a nuestro alrededor, o de la nuestra propia, dado que el evangelio toca, otra vez ese tema. Pero no, hoy es el Domingo del DOMUND y prefiero las palabras de san Pablo:
"Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido, pues cuando os anuncié nuestro evangelio, no fue solo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción".
Bien sabemos que Él nos eligió y nos regaló una Vida Nueva, por su muerte y resurrección, una Vida Nueva que nace de la Fe, del Amor y la Esperanza, una Vida Nueva que Él nos dijo que no sólo era para nosotros sino para que la diéramos a conocer hasta el fin del mundo. Y así, al aceptar la elección que el Señor hizo de nosotros, hemos aceptado una misión y el día de nuestro Bautismo se nos consagró para ser sacerdotes, profetas y reyes, y, por lo tanto se nos han concedido toda clase de dones y talentos, a cada uno según su vocación y estado, para ser misioneros de la alegría del Evangelio.
Y, ¡tenemos que creerlo! Sí, cada uno de nosotros lleva, como dice san Pablo, "un tesoro en vasija de barro", pero no siempre nos acordamos de ese tesoro, sino que vemos el barro que lo recubre. Y es hora de que saquemos a relucir el brillo del tesoro que se nos ha regalado: la fe en Jesucristo, Dios y Señor Nuestro, que nos salvó por su muerte y resurrección y nos envió a llevar la Buena Noticia de la Salvación a todos los hombres.
Démonos cuenta que todos, laicos y consagrados, somos misioneros en la familia, en el trabajo, en el colegio, en la carnicería y hasta en la peluqeuría, en todos los lugares por donde estamos y pasamos, e, incluso en la cama del hospital o en mi propia cama si estoy enfermo, en mi cocina si no puedo salir de casa. En todo momento y en todo lugar soy, por ser parte de la Iglesia, un signo sacramental de la Salvación de Dios, por lo tanto tengo que ser un testimonio vivo y claro de la alegría del Evangelio.
Por eso, no sólo celebramos la misión que hacen muchos fuera de sus países, en países de riesgo, de escazes, de misión, sino que, también, nosotro somos misioneros en nuestro propios lugares, que, a veces, es el lugar más difícil para misionar. Pero no desfallecemos porque es el Espíritu Santo quien nos anima, fortalece y enciende con la Fuerza de sus 7 Dones.
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