viernes, 9 de octubre de 2020

Abiertos o cerrados al Espíritu

Le dice San Pablo a los gálatas:
"En cambio, cuantos viven de las obras de la ley están bajo maldición, porque está escrito:
«Maldito quien no se mantenga en todo lo escrito en el libro de la ley, cumpliéndolo».
Que en el ámbito a la ley nadie es justificado resulta evidente, pues «el justo por la fe vivirá»; en cambio, la ley no procede de la fe, sino que «quien los cumpla vivirá por ellos».
Y no es que la Ley de Dios (los mandamientos) nos traigan la maldición, sino que aquél que sólo se dedica a cumplir la letra de la Ley y no a vivir el Espíritu de la Ley, es quien se va perdiendo la Gracia que ese Camino le quiere dar. Porque la Ley por sí misma no da la Salvación, sino Aquél que nos dio la Ley es Quien nos trae la Salvación.
Por eso mismo, si nos quedamos solamente con el "cumpli-miento" de la letra de la ley, como quien dice: "no he matado ni robado", pero tampoco he amado, ni he pedido perdón, ni he perdonado... entonces hay una gran parte del Espíritu que no ha comprendido o que no ha vivido.
Quizás se podría decir que la letra de Ley es algo que cualquier hombre puede cumplir, no hace falta terner fe en Dios para cumplir los mandamientos, sino que los puede cumplir cualquier que tenga buenas intenciones y buen corazón (salvo está, claro que el amaras a tu Dios, si no cree, no lo cumplirá) Pero convengamos que los mandamientos son una regla básica de conducta que hay que vivir y respetar en todo comunidad humana.
Y es ahí donde vemos cómo se va dificultando la vida cristiana cuando sólo nos contentamos con cumplir, y es eso lo que le pasaba a los contemporáneos de Jesús, que, por querer cumplir se olvidaron de vivir, y al no vivir en el Espíritu de los Profetas y de la Ley, no quisieron o no pudieron reconocer en Él al Mesías Salvador. Y, como no quisieron aceptar el cambio de vida, entonces siempre buscaban un argumento para revatir sus palabras y condenarlo; lo que trajo a sus comunidades la división interna, pues hubo quienes abrieron el corazón al Espíritu y otros que se mantuvieron cerrados en sus trece.
Así sucede en muchas comunidades de nuestras iglesias: los que se abren al Espíritu y quieren vivir según Él, y los que están cerrados y sólo se dedican a cumplir. Aquellos que se quedan en que "toda la vida se ha hecho así", y cualquier cambio que suscite el Espíritu es "ir contra ellos", creando así divisiones que llevan a la muerte de la fe. Y otros que, con un corazón dispuesto y abierto al Espíritu optan por dejarse llevar por ese mismo Espíritu, que son quienes comienzan a dar nueva vida a las comunidades, pero son los que serán acusados injustamente por los que tienen el corazón cerrado.

 

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