"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!".
Ayer,día 21, fuel 17º aniversario de la muerte del P. Efraín, mi formador y padre espiritual. Hoy es la memoria de San Juan Pablo II, que, también, fuera (creo decirlo sin equivocarme) un gran padre para los jóvenes de nuestra época. Los dos han marcado en su tiempo y en su vocación, la vida de muchos y han sido Fieles a la Vida que el Señor les propuso vivir.
¿Por qué digo esto? Porque la frase de Jesús era el lema de ordenación de Efraín, y, como sabrán lo tengo muy grabado en mi corazón, no sólo como perteneciente a él, sino como marca o huella que ha dejado en mi vida.
Y, en estos días donde tanto se está hablando en contra de la iglesia y de los cristianos, es cuando más lo recuerdo, pues el fuego que los enemigos de la Iglesia hacen en los templos, es el mismo fuego que comienza a tomar calor en el corazón de los cristianos. Un calor que tiene que quemar todos nuestros miedos y temores, pues ni los hombres ni el infierno prevalecerán contra la iglesia, pues ha sido la Promesa de Jesús. Ni tan siquiera los que formamos parte de la Iglesia podemos hundirla con nuestros pecados.
Por eso tenemos que tomar cartas en el asunto y volver a caminar en Fidelidad a la Vida que el Señor nos ha pedido vivir, como esos santos que hemos conocido y que nos han ayudado a recorrer un Camino Nuevo, a darle un sentido a nuestras vidas que antes de escucharlos no lo tenía.
En la carta a los Hebreos se puede leer: "acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe". Y ese es el Camino que tenemos que volver a recorrer: imitar la fe de quienes nos han precedido y han dejado su vida para que nosotros tuviéramos un ejemplo a imitar.
Seguramente, en todos los santos (canonizados o no) encontraremos restos de defectos y pecaddos, pero aún así, ellos nos han guiado con su prudencia y sabiduría, por el camino de la santidad. Y creo que el deseo de ellos se puede prolongar en el deseo que tenía san Pablo al escribir la carta a los Efesios, para que, también, nosotros, podamos alcanzar la plenitud en el espíritu:
"Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra, pidiéndole que os conceda, según la riqueza de su gloria, ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; de modo que así, con todos los santos, logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios".
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