miércoles, 14 de octubre de 2020

Qué frutos estamos dando?

 

Después de hacer un buen detalle de los frutos del pecado de la carne, san Pablo nos dice cuáles son los frutos del Espíritu:
"En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley.
Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu".
¿Por qué hace esta distinción tan clara y contundente? Por que sabe que si hemos tomado la decisión de seguir a Cristo, tenemos que vivir según el espíritu de Cristo, según lo que nos inspire el Espíritu Santo, no sólo para poder alcanzar el Reino de los Cielos, sino, también para que el Reino de los Cielos venga a nosotros, como Él nos enseñó a pedir en el Padre nuestro: "venga a nosotros tu Reino". Ese Reino es el fruto de una decisión constante de los hijos de Dios por vivir según el Espíritu Santo, según el espíritu de Cristo.
Porque, como bien lo señala Jesús en el evangelio, la incoherencia de los fariseos y de los maestros de la ley, se había dado por decir que son algo que en realidad no son, pues no se dejaron guiar por el Espíritu del Señor, sino que se condujeron por sus propios instintos y modificaron la Ley llevándola a normas humanas que, en muchos casos, la contradecían a favor de los hombres.
«¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!
Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello".
«¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos!».
Nos gusta, como hombres empecatados, hacernos los grandes sabios y maestros pero no somos capaces, muchas veces, de vivir aquello que exigimos o legislamos, pues la hipocresía reinante en el pecado original nos lleva siempre a hacer el pecado que no queremos y no a vivir según el espíritu que deseamos.
Pero, lo más peligroso en nuestro tiempo es que no tomamos conciencia del daño que causamos y, ni tan siquiera escuchamos cuando nos están diciendo que lo que estamos viviendo va en contra del Evangelio, pues nos quedamos plantados en nuestros 13 porque "como todo el mundo lo hace"... y así creemos que salvamos nuestra alma y seguimos conduciéndonos por el camino de la carne y el pecado, descuidando la salvación de nuestras almas y, lo que es peor, enseñando un mal camino a los que nos están mirando para encontrar, en nuestras vidas, una luz que los guíe hacia Dios.
No permitamos que en la lucha entre la carne y el espíritu gane la carne, porque así iremos perdiendo, cada día más espíritu hasta llegar a perder la Fe en aquél que nos dio una Vida Nueva con su muerte y resurrección. Que sea el Espíritu quien gane la batalla y nos haga vivir siempre en Fidelidad a la Vida que nos ha sido regalada.

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