lunes, 31 de agosto de 2015

Ungidos por el Espíritu

"En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.»
El don de profecía es un don que cada uno de los que hemos sido bautizados tenemos, claro que no es algo que nos lleve a hablar del futuro y vamos a aprender a leer las manos y a predecir el futuro, pero sí podemos, como hacen los profetas escuchar la Palabra de Dios y hablar de ella a los hombres que necesiten escucharla.
No somos profetas a imagen de los profetas del mundo que buscan descubrir el futuro y prevenir lo que está por venir, pero sí podemos, leyendo la Palabra, descubrir cómo vivir el hoy para llegar a Buen Puerto mañana. El Camino a recorrer y el horizonte de nuestra vida está en la Palabra de Dios, y en su Palabra que nos dirige cada día, encontramos la respuesta a lo que necesita nuestro corazón para seguir caminando. Quizás no podamos escuchar lo que queramos, pero seguro que vamos a escuchar lo que necesitamos.
El Profeta no escucha para sí, sino que es profeta para otros, y esa es nuestra misión como ungidos por el Espíritu Santo, y podríamos, también como Jesús (salvando las diferencias), poder decir que "el Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido", por que también es cierto que el Espíritu nos ha ungido, no sólo el día de nuestro bautismo, sino que nos ha confirmado cuando hemos recibido el Sacramento de la Confirmación. Pero esta unción se actualiza cada día con nuestro oración y el alimento de la Eucaristía, unido a una reflexión constante de Su Palabra.
Así reconociendo y aceptando que, a pesar de nuestra condición de pecadores e imperfectos, el Espíritu quiere, por nuestro medio, llevar a todos los hombres la Luz de la Esperanza, la Fortaleza del Amor y la Confianza de la Fe, para que todos puedan encontrar y recorrer el Camino que nos conduce a la Vida.

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