miércoles, 5 de agosto de 2015

Cómo soy ante Dios?

El Evangelio de hoy es una hermosa lectura para ir meditando paso a paso todo lo que nos va narrando, las actitudes y situaciones de cada uno de los integrantes, y de cómo reaccionan frente al hermano.
La mujer cananea, que no pertenece al Pueblo de Israel, sabiendo y conociendo la fama de Jesús, viene en busca de un milagro para su hijo. Agobiada por el dolor y la necesidad salta la barrera ante los judíos y se acerca a Jesús. Viene a los gritos entre la gente para poder ser escuchada, pero Jesús sigue su camino. Los gritos no conmueven su corazón.
Los apóstoles  cansados de escuchar los gritos de la mujer, sin conocerla, sin saber quién es, ni qué problemas tiene, quieren hacer que ella se calle, por eso intervienen y le piden a Jesús que la atienda. Ellos no querían que hiciera el milagro, simplemente que se callara, ya no soportaban sus gritos. Aunque es una actitud egoísta de no querer ser molestado, pero para que deje de molestar intercedo. Y en cambio reciben una dura respuesta de Jesús: a ella no puedo escucharla, no es del Pueblo de Israel.
¿Por qué responde tan duramente Jesús? ¿Ha dejado de ser misericordioso? ¿Ya no quiere escuchar el grito afligido de la gente? No, a Jesús no se le conquista gritando, se le conquista por la fe, por la humildad. Por eso lo que Él intenta es que ella se de cuenta de lo que pide y a quién se lo pide. Y ella acepta el desafío de hacerse pequeña y necesitada, deja de gritar y hace una confesión de su fe y de su necesidad. Es el acto de docilidad y humildad, que van unidos a la fe en Jesús, lo que permite el milagro.
"Jesús le respondió:
-«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
¿Con qué personaje nos asemejamos? ¿Nos damos cuenta que no somos tan dóciles al Señor? ¿Queremos obligar a Jesús a obrar milagros? ¿Nos molestan nuestros hermanos con sus peticiones y sus situaciones? ¿Somos capaces de humillarnos frente a Dios para que Él obre el milagro?
El milagro es dejarnos invadir por el don de la Fe para que Dios pueda transformar nuestro corazón, y hacerlo más semejante al suyo, para que como Él pueda amar y entregarse en Fidelidad constante a Su Voluntad.

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