«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos..."
Desde el día del pecado original el hombre, varón y mujer, tenemos una debilidad muy grande, lo que nos llevó al pecado original: ser nuestros propios dioses, queremos ser grandes y los más grandes de todos. La desobediencia primera fue lograda gracias a ese deseo:
"Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es.»
A partir de ese momento siempre hemos querido ser grandes, ser como dioses, pero no hemos sabido cómo manejar nuestros deseos y cada día que pasa se intensifica la "guerra" entre nosotros mismos para ver quién puede ser más grande y más poderoso.
Pareciera que no nos damos cuenta el daño que vamos causando en esta carrera de querer tener más, de querer tener más poder, de ser más fuerte que nuestro vecino, hermano. Y en el camino vamos dejando vidas destruidas por el sólo hecho de no pensar en los demás, de no detenernos a pensar hacia dónde vamos.
Y Jesús hoy nos dice que no es más grande quién puede más, sino quien siendo grande se hace pequeño ante Dios, pues en el espíritu, como en la vida, nunca podremos sobrepasar la sabiduría que los años han dado a los padres, y los hijos siempre seguirán siendo hijos, aunque quieran alejarse de sus padres.
La infancia espiritual no va en detrimento de nuestras capacidades, de nuestra libertad, ni de nuestra personalización. Todo lo contrario. Los que hemos elegido el Camino de la Santidad que nos ofrece Dios, tenemos que entender que no podemos caminar en dos carriles que no son paralelos, sino que van hacia fines diferentes: el mundo y Dios.
La infancia espiritual de la que nos habla Jesús hoy es el Camino de la confianza y el abandono que nos hace descubrir nuestra propia necesidad de sabernos cobijado, amparados y guiados por la Voluntad de Dios. Sí, no es fácil para un adulto dejarse guiar por Dios, por que creemos que sabemos todo y que nuestras decisiones son buenas y seguras, pero el Señor que sabe quiénes somos nos brinda su mano y quiere que nos dejemos guiar para que podamos alcanzar lo que anhelamos: la plenitud de nuestra vida, de nuestro ser.
Si pudiéramos escuchar más a Dios, si pudiéramos aceptar más Su Voluntad, descubriríamos que podemos llegar a construir no sólo una vida más plena, sino que seríamos constructores de una nueva sociedad que mire más a la dignidad de las personas, que busque más el bien común, que ayude a que el Don de la Vida sea el máximo bien a salvar y cuidar, que descubra que si no cuidamos el medio que nos rodea nos vamos descuidando a nosotros mismos, y que toda la creación merece que la cuidemos porque toda la creación está en nuestras manos para que cada vida, sea animal, vegetal o humana:
"En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios- Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo".
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