jueves, 6 de agosto de 2015

Él nos espera cada día

Dice San Pedro en su carta:
"Queridos hermanos:
No les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza".
Ellos tuvieron el privilegio de poder ver y escuchar lo que los profetas anunciaron por muchos siglos. Y nos lo transmitieron no porque tuvieran la obligación de hacer, aunque la tenían porque Jesús les dio la misión de hacerlo: Id por todo el mundo anunciando el Evangelio. Sino que transmitieron lo visto y oído porque les tocó el corazón y se los encendió en amor, un amor que traspasa el corazón y no queda otro camino que dar a conocer lo vivido.
Nosotros no hemos tenido la Gracia de escuchar y ver a Jesús (por lo general las visiones divinas no son frecuentes) pero sí hemos sido "tocados" por la Gracia de Dios que nos regaló el Don de la fe, y, aunque muchas veces, no "sintamos" a Jesús cerca, sabemos que Él siempre está a nuestro lado si nosotros nos quedamos cerca de Él.
Sabemos que Él está, pero no siempre estamos con Él, porque nuestra inconstancia no impide mantenernos en una cercanía tal que podamos "sentir" su presencia y gustar su realidad.
La fe, la cercanía a Jesús, y el alimentarnos con Él lo tendríamos que catalogar dentro de aquellas cosas que sabemos que nos hacen bien, pero que las usamos de cuando en vez, o de vez en cuando. Por que cuando nos acercamos a Él, cuando reflexionamos su Palabra, cuando hacemos oración nos sentimos muy bien, se llena nuestra vida de una Luz diferente, encontramos paz. Pero somos tan masoquistas que lo hacemos una vez, y cinco no.
Hay gente que te dice: "Sí, cuando voy a Misa me siento en paz, me da tranquilidad estar con Jesús". Y le preguntás: "y por qué no lo hacés más seguido". Y no tienen respuestas o sólo surgen argumentos.
Cuando Pedro, Juan y Santiago contemplaron la transfiguración del Señor en el monte quisieron hacer tres carpas, no para ellos, sino para Jesús, Moisés y Elías, para que se queden allí, y ellos poder seguir contemplando y recibiendo esa Luz, esa Paz que lo invadía todo y que llenaba sus corazones.
Nosotros no pensamos así, cuando descubrimos que estamos bien en la oración, en la reflexión de la palabra, en la participación de la Eucaristía, lo hacemos una vez, dos o tres, quizás, pero después vuelven las preocupaciones de todos los días, o como ya estoy bien, dejo de hacerlo. Hasta que vuelvo a lo mismo al agobio, a la impaciencia, a la oscuridad, al desasosiego...
"Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
-«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Cada día, en cada Misa, Jesús no sólo se transfigura, sino que por las transubstanciación de hace Vivo y Real en la Eucaristía, ¿no podría pensar o querer lo mismo que Pedro? Pero Jesús ya tiene su Carpa en la Iglesia, es el Sagrario y todos los días del año me está esperando para volver a darme aquello que mi alma necesita.
No lo dejemos solo para no estar solos.

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