-«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación".
Es algo que no puedo resistir: emocionarme con el Magnificat. Me parece algo demasiado hermoso en labios de María, y, también, en los labios y en los corazones de cada uno de sus hijos.
Si bien cada una de las estrofas y de las frases del Magnificat son de una riqueza muy profunda, las que más me impresionan son las dos primeras, pero más que nada el comienzo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Hay tanto gozo en el corazón de María desde el momento de la Anunciación que no puede no decirlo, no anunciarlo. Cuando el Espíritu Santo vibra en su corazón, sus labios no dejan de cantar las maravillas de Dios, y a la vez no deja de alegrarse por reconocerse pequeña frente a Dios, porque en esa pequeñez Dios la ha colmado de su Gracia: ¡Alégrate llena de Gracia!, le dijo el Ángel.
Y ¿por qué ha quedado este hermoso canto escrito como Palabra de Dios? Para que nos ayude cada día a descubrir la grandeza del Señor en nuestras vidas. Sí, porque el día a día nos tapa muchas las maravillas que hay en nosotros, las maravillas que Dios ha realizado en nosotros y por nosotros. Porque el día a día tiene nubarrones, tiene cansancios, tiene oscuridades, tienes desencuentros, desesperanzas, desilusiones, porque hay mucho silencio en el corazón y nos parece que Él no nos habla, por todo eso y por mucho más necesitamos que María, nuestra Madre, nos diga bajito al corazón: el Poderoso ha hecho obras grandes por ti: su nombre es Santo, que se alegre tu corazón porque ha mirado tu pequeñez y quiere regalarte el gozo de su Espíritu para que en todo momento te des cuenta de las maravillas que hay en tu vida.
Creo que hoy es un buen día para volver a cantar con María el Magnificat, para dejar que el Espíritu Santo nos ayude a que las Palabras de la Madre iluminen nuestro día y nuestra vida, que la pequeñez de María, su disposición a la Voluntad de Dios, inunden nuestro corazón y nos hagan como Ella alegres y gozosos en la aceptación de la Voluntad de Dios.
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