"En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
-«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? »
Es el deseo que anida en el corazón de todo hombre porque Dios nos ha puesto en él esa añoranza: la vida eterna, pues venimos de la eternidad y a la eternidad vamos, y cada uno la busca sin darse cuenta. A muchos se nos ha dado la gracia de poder saber que ese anhelo es un anhelo de Dios, y se nos ha concedido la Gracia de la Fe para poder saber por dónde buscar y a quién preguntar, por eso el Evangelio de hoy es un hermoso diálogo entre uno de nosotros con Jesús.
Es un hermoso diálogo pero a la vez es un diálogo con un final duro y triste, por que no siempre estamos dispuestos a darlo todo por alcanzar lo que anhelamos. El diálogo del Evangelio nos muestra una realidad que cada día es más habitual entre nosotros: queremos todo pero no estamos dispuestos a entregar todo, sin saber que siempre Dios nos da mucho más de lo que le entregamos.
Cuando el corazón ha descubierto un camino y busca un fin no descansará hasta llegar a él, pero es nuestra inteligencia la que no le deja recorrer el Camino para llegar a ese fin, porque no estamos preparados para renunciar a los otros dioses a los que adoramos.
Sí, lamentablemente, com el pueblo de Israel día a día entregamos nuestras vidas a otros dioses, y dejamos de lado lo que nuestro Dios nos ha mostrado como Camino a seguir. Por que las exigencias de los "dioses de otros pueblos" son menores que las del nuestro, por eso los seguimos a ellos y no a nuestro Padre Todopoderoso, al que volvemos cuando descubrimos que las promesas de los otros no se cumplen.
En más de una oportunidad el Señor nos ha dicho: "vende todo lo que tienes y sígueme", pero en más de una oportunidad no he querido hacerlo, por eso, como en el evangelio he dado media vuelta y triste volví a mi realidad.
Para muchos puede ser este un evangelio que hable de una vocación a la vida consagrada, por eso: vende todo lo que tienes. Y sí, una visión es esa. Pero para todos nosotros los que hemos sido consagrados a Dios en el bautismo, se nos pide lo mismo: vender nuestras pertenencias, vaciar nuestro corazón de nuestro egoísmo, vanidad, egocentrismo, y de todo lo que nos ata a nosotros mismos para poder escuchar lo que Dios nos tiene que decir. Porque necesitamos escucharlo. Porque necesitamos encontrar el Camino. Pero tenemos miedo de perder lo que tenemos, porque no creemos que Él nos colme con su Gracia, porque no creemos que Él nos pueda dar lo que realmente buscamos. Y seguimos atados a otros dioses que nosotros mismos nos hemos fabricados, a nuestros miedos y temores, y permanecemos con el corazón triste, simplemente por no vender lo que tenemos y dejar que Dios nos enriquezca con sus dones.
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