martes, 1 de septiembre de 2015

Para crecer ayuda a crecer a tu hermano

Es muy interesante la Carta de San Pablo a los Tesalonicenses de hoy, porque viendo la "urgencia" que tienen algunos de saber el día y la hora del último día, les dice:
"Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.
Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo; él murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con él.
Por eso, animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis".
Sí, a veces nos preocupamos de algo que nos quita el sueño, la vida y las ganas de vivir. Nos miramos tanto a nosotros mismos que no podemos disfrutar de las cosas que van pasando a nuestro lado, y ¡son tantas y tan hermosas! Y mirarnos tanto a nosotros mismos y pensar en cosas y situaciones que no son propias de los hijos de Dios, nos adormece, nos nubla la vista, el pensamiento y el corazón. Y, finalmente nos obsesionamos tanto con nuestro propio ombligo que somos incapaces de animarnos y ayudarnos unos a otros a crecer.
Seguramente que lo que me preocupa es preocupante pero ¿no será que miro demasiado mi herida y por eso cada día la veo peor? ¿No será que cada día me rasco sobre la misma herida para ver si está curada y cada día la empeoro más? ¡Deja tu herida abierta al Sol de la Justicia y de la Misericordia que el Señor, tu Padre, la sanará.
Es por eso que, ante esta "urgencia" que tenemos muchas veces de nuestras propias cosas y de nuestras propias preocupaciones, San Pablo termina diciéndonos: animaos mutuamente y ayudaos a crecer. ¿Por qué? Por que para salir de nuestro propio dolor tenemos que mirar hacia afuera, descubrir que hay, a nuestro lado, quien me quiere, me aprecia, quien está haciendo muchas cosas por mí y me está dando todo lo que tiene; pero que, además, necesita de mi cariño, de mi atención. Que no todos tienen la obligación de seguir teniéndome lástima, sino que yo también tengo que tener compasión por mis hermanos, porque al limpiar las heridas de mis hermanos, estoy sanando las mías; al ayudar a mis hermanos a superar sus dolores y pecados estoy superando lo míos; por que al aceptar mi Camino puedo ayudar a mis hermanos a que acepten el suyo.
Porque el Señor nos los pidió en cuanto nos invitó a seguirlo: "quien quiera venir en pos de mí, niéguese a si mismo, cargue con su Cruz y sígame". Y negarnos a nosotros mismos es negarnos a nosotros mismos, dejar de pensar en mí, aunque lo que me esté pasando sea muy doloroso, aunque lo que esté viviendo sea muy crucificante, pero el Señor quiere que dejes de pensar en eso, quiere que pienses en tu hermano, y Él se encargará de tu vida. O ¿acaso no crees eso? Quizás te cueste creer en la Providencia de Dios, pero nunca creerás porque nunca lo dejarás actuar a Él como Él quiere actuar.
Ocúpate de tu hermano y verás como el Señor se ocupa de tu vida. Anima a tus hermanos a vivir en la alegría de creer en la Provincia de Dios, y verás cómo Dios te premia con el gozo de aceptar su Providencia en tu vida. Ayuda a tus hermanos a crecer y a encontrar la Luz en medio de las tinieblas y verás cómo el Señor ilumina tu Vida con los rayos del Espíritu para que puedas seguir viviendo con Esperanza en la oscuridad del pecado.
Sí, es difícil dejar de mirarnos y compadecernos a nosotros mismos, pues nuestra vida es nuestra vida; pero si intentamos girar los ojos del corazón hacia el corazón de nuestros hermanos, veremos que la Luz del Señor viene a nuestra vida y Su Vida y la vida de nuestros hermanos dan nuevo brillo a la nuestra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.