martes, 22 de septiembre de 2015

Nuestro mejor título: familia de Dios

Le dijeron a Jesús:
"Entonces lo avisaron: -«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Creemos, muchas veces, que los títulos o la cercanía con tal o cual, nos pueden llegar a proporcionar más derechos y excepciones a las reglas, por eso la gente creyó que con decirle a Jesús que afuera estaba su madre, Él iba a decir ¡dejadla pasar es mi madre! Pero no, no dijo eso, sin embargo dio una respuesta mucho más profunda y coherente con lo que comenzaba a predicar:
"Él les contestó: -«Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.»
Y si, para los que vivimos en estos tiempos y rodeados de tantos privilegios y títulos, creemos que con Dios vamos a tener los mismos privilegios. Vemos, por ahí, que a muchos se les van subiendo los títulos a la cabeza y se olvidan de lo que tienen que vivir o de lo que deben hacer. Los títulos, aunque sean pequeños o sin importancia, generan, en muchos casos, actitudes de soberbia y desprecio hacia los que no poseen nada. Y así se van generando divisiones entre los pares, entre los amigos, entre la familia. Y los que antes eran amigos, ahora no son nada porque a alguien se le subieron los humos a la cabeza.
Por eso Jesús nos dice que para Dios no hay títulos que valga, o eres Fiel a Dios o no lo eres, a Dios no se lo conquista con títulos sino con el corazón; e incluso, tampoco se lo conquista con buenas intenciones, pues algún santo dijo: de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Porque no bastan las buenas intenciones, sino que son las obras las que hablan de nuestra fe, es la vida cotidiana la que dice quién soy y de qué está lleno mi corazón.
Y, para mí, es una de las cosas más lindas que nos ha dicho Jesús (aunque sea difícil) pero cuando buscamos cada día ser Fieles a la Voluntad de Dios, sabemos que no sólo estamos siendo Fieles, sino que además somos parte de la Familia de Dios, somos "la madre y los hermanos de Jesús", algo que nos hace más seguros, más confiados, más esperanzados pues llevamos en nuestras venas el Espíritu de Jesús, y así podemos decir que podemos llegar a estar "atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados" por que poseemos el Espíritu Santo, el espíritu de familia de Cristo que nos sostiene, que nos da fuerzas constante para alcanzar aquello que anhelamos.
Ser Familia de Cristo es vivir en santidad, es crecer en santidad, es tener la seguridad que nuestra vida está en Dios, es para Dios y es con Dios, dándonos la alegría de saber que no necesitamos hacer gala de títulos, porque somos hijos de la Humilde Esclava del Señor, y en la humildad del hijo el Padre se regocija y lo colma de bendiciones, como hizo con María: "me llamarán bienaventurada todas las generaciones por que el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas".
No dejemos que los títulos que nos dan los hombres nos hagan perder el título que nos ha dado el Hijo de Dios, que siempre tengamos la humildad necesaria para no abandonar la Familia de Dios, creyendo que un título me va a dar paso a la Vida Eterna.

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