Finaliza el párrafo de la carta del apóstol Santiago:
"Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»
¿A qué obras se refiere Santiago? A los frutos del Espíritu en nosotros, a la manera de actuar, de hablar, de relacionarnos, de manifestarnos en el día a día en la familia, en el trabajo, en el colegio, en cualquier lugar. Podemos sí decir que somos los mejores cristianos, los más rezadores, los que queremos más al Señor y a la Virgen y a los santos, y hasta el mismo cura, pero si nuestras obras dicen lo contrario ¿es verdadera mi fe?
Lamentablemente lo que hacemos dice lo que pensamos y creemos, en todos los sentidos, y no sólo en el orden de la fe, de lo sobrenatural, sino también en el orden de los sentimientos, de la confianza, del cariño, de la fidelidad. Podemos llegar a "actuar" nuestra vida en algún momentos, interpretar un papel como los actores y mostrarnos de una determinada manera, pero siempre se nos escapará algo que descubrirá nuestro verdadero pensamiento.
Pero no nos fijemos en cómo actúan los demás, sino que miremos en cómo actuamos nosotros, porque las obras son el espejo de nuestra propia vida y en ella vamos a descubrir cuáles son nuestras fallas en orden a la vivencia de nuestra fe. Sino prestad atención al diálogo de Pedro con Jesús.
Pedro en un arrebato de fe respondió: Tú eres el Mesías. Una verdad de fe que hablaba de lo que estaba sintiendo y viviendo en ese momento. Y era lo que Jesús esperaba que dijera, que después de tanto tiempo de ver, escuchar y recibir las explicaciones de Jesús hubieran entendido realmente quién era Jesús y no se quedaran como los demás en fábulas de reencarnaciones.
Pero cuando llega la hora de saber cuál era la misión del Mesías, esa misión que habla de entrega, de dolor, de Cruz. ¡No! Eso no me gusta, eso me asusta, y se lleva a a Jesús aparte para increparlo porque eso que Jesús contaba no entraba dentro de los planes que Pedro tenía en su cabeza sobre el Mesías. ¡Eso no podía ser!
Y Jesús le responde con un tajante "¡Apártate de mí Satanás! ¡Tú piensas como los hombres no como Dios!"
Y así es cuando en nuestra vida no hemos profundizado la fe, nos hemos quedado con los aspectos más lindos y gozosos de la vida de fe, pero rechazamos aquellos que el mundo rechaza y nos volvemos mundanos en nuestra fe, porque no aceptamos la obediencia a la Voluntad de Dios, sino que sólo buscamos al Sanador y Milagrero, pero cuando Él nos habla de obediencia y fidelidad ya no nos gusta, y como a Pedro nos dirá ¡apártate de mí porque tu no piensas como Dios sino como el mundo!
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