domingo, 27 de septiembre de 2015

Vivir en Dios para acercar a Dios

Hay dos líneas muy claras en las lecturas de hoy los celos de los discípulos y apóstoles, y, por otro lado, la advertencia del pecado y el escándalo.
En la primera lectura vemos como un muchacho se asombra de que esos dos hombres que no estuvieron junto a Moisés estén profetizando y quieren que Moisés se lo impida. Y, por otro lado, Juan le presenta a Jesús que había unas personas que, cuando fueron en la primera misión, como ellos expulsaban demonios, pero que no eran del Grupo de los Doce, y entonces querían impedirle que lo hicieran.
En ambos casos la respuesta es similar ¿por qué impedir que alguien hable, profetice o haga milagros en nombre de Dios? Si lo hace en nombre de Dios, quiere decir que está con Dios. Aunque no haya sido de "nuestro Grupo" puede tener más disposición a Dios que nosotros.
«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro", es la respuesta de Jesús.
Los celos por nuestras cosas nos juegan, a veces, malas pasadas y creemos que si no son parte de nuestro Grupo, de nuestra comunidad, de nuestro entorno entonces no son iguales a nosotros. Y eso genera divisiones, desavenencias, enemistades porque enseguida señalamos con el dedo acusador "¡no son de los nuestros!" ¿Y qué? Quizás no sean de los nuestros pero tenían mayor disposición a hacer la Voluntad de Dios que tú, que yo, y por eso Dios le concedió el don de hacer milagros, de vivir, de creer y de predicar lo que nosotros no nos animamos. Si habla de Dios y vive lo que cree y da testimonio con su vida de lo que cree, ¡da gloria a Dios! y mira por qué tú no puedes dar el mismo ejemplo.
Por eso, luego de decirles eso Jesús les habla de las consecuencias del pecado, y les hace tomar conciencia de que realmente, aunque muchos quieran negarlo, existe el castigo eterno. Existe, por supuesto, una infinita misericordia de Dios, pero si nuestro pecado escandaliza "a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar". No creamos que todo lo que hacemos quedará sin recompensa o castigo. El Padre de los Cielos es Amor infinito, pero también es Justo y cuida de sus hijos, y especialmente de los más pequeños en la fe.
No quiere Jesús que le tengamos miedo, pero tampoco que vivamos tan libremente que no nos importe si escandalizamos o no, pues nuestros actos ayudarán o no a los que no tienen fe a encontrar a Dios o no. "Los paganos decían ¡miren cómo se aman! y Dios enviaba a aquellas comunidades a los que habían de salvarse", que nuestras vidas sean constructoras de comunidades de salvación.

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