lunes, 28 de septiembre de 2015

Volver a la pureza de la niñez

"En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:
-«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mi; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado.
El más pequeño de vosotros es el más importante.»
No es extraño que en nuestras pequeñas o grandes comunidades (familia, trabajo, amigos, colegio, parroquia, barrio) haya siempre una, oculta o manifiesta, lucha por saber quién tiene más fuerza o más poder. No es algo que nos tenga que horrorizar saber que tenemos el pecado original y por eso somos pecadores, pues algunos intentan negar que tengan los efectos del pecado original. Pero sí tenemos que plantearnos el hecho de que somos parte del hombre con pecado original y, por eso mismo, también, aunque, quizás, no conscientemente, luchamos por querer ganar siempre una batalla, por querer tener siempre la razón, por querer ser el que más sabe o el que más tiene, o el más famoso, o simplemente el más...
De esas luchas, ocultas o manifiestas, reconocidas o no, surgen las desavenencias y enemistades, porque no nos damos cuenta que nos vamos enfrentando continuamente con nuestro hermano, estamos en constante discusión a veces por tonterías que no tienen sentido, y provocan situaciones de inquietud, que día tras día se van sumando y aumentan el descontento entre unos y otros.
Por eso Jesús vuelve a llamarnos la atención sobre la pureza de nuestras intenciones, sobre la sencillez en los actos de nuestra vida: "el más pequeño de vosotros es el más importante".
La infancia espiritual nos habla de pureza en nuestras intenciones y sencillez en nuestra forma de tratara a los demás, con la seguridad que no se trata que todos me lleven por delante por que quiero vivir en santidad, sino que no sea yo quien se lleve el mundo por delante por creerme más que los demás, sino poner los dones que el Señor me regaló al servicio de mis hermanos.
Por que somos conscientes que más de una y dos veces nos subimos al pedestal de nuestras virtudes (aunque no las tengamos) y de ahí creemos que somos los dueños de la verdad, de la vida, de las personas.
Bájate de ese pedestal que te has construido porque el Señor, no te ha regalado esos dones para que seas quien domine y maneje a los demás, sino para ponerlos al servicio de tus hermanos. Es cierto que la virtud de la humildad nos lleva a reconocer los talentos que tenemos, pero no para dominar sino para servir. Cuando el servicio a mis hermanos no es la intención primera en el día es por que estoy cayendo en la soberbia de creerme el mejor de todos, sin saber que todos me ha sido regalado, aunque lo haya conquistado con esfuerzo, pero ese esfuerzo ha sido fruto de la Gracia que ha actuado en mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.