"Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
- «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad".
Si alguna vez hemos prestado atención en la ceremonia de un bautismo, hemos podido escuchar, también, esta palabra "Effetá" aunque no dicha así porque en el rito del bautismo después de recibir el agua bautismal se le dice al nuevo hijo de Dios (haciendo una cruz sobre los oídos y los labios):
"El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre".
Para que, a partir de ese momento, comencemos a escuchar a nuestro Padre Celestial, una actitud que nos han de enseñar nuestros padres y padrinos en la fe. Es lo que cada día hemos de renovar al renovar nuestro bautismo: escuchar Su Palabra y proclamar la Fe.
Es la misión de todo bautizado, una misión que es Gracia y Respuesta. Gracia porque me incorpora a la Familia Divina y abre mi mente y corazón para recibir por mis oídos la Palabra de mi Padre, que ilumina y acompaña mi vivir en santidad. Y Respuesta, porque mi vida es un testimonio vivo de lo que creo, porque "los hombres viendo vuestras buenas obras glorificarán al Padre Celestial", nuestra vida es una predicación constante de lo que creo, porque muchas veces aunque mucho diga y mucho predique, mi vida cotidiana habla más que mis labios y mis gestos y pasos dicen lo que, realmente, estoy creyendo.
Así cuando algo inunda nuestro corazón de gozo y alegría, todo nuestro ser lo expresa, lo manifiesta y se nota y lo notan. Como así también cuando estamos en una profunda tristeza y la oscuridad nubla nuestros deseos de ser.
Por eso, cuando no podamos "escuchar a Dios" recordemos las Palabras de Jesús, que él pronunció sobre mí en el día de mi bautismo: Effetá ¡ábrete!, para que mis oídos y mi corazón vuelvan a abrirse a la Gracia de Dios, y puedan mis labios y mi vida glorificar al Señor.
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