domingo, 20 de septiembre de 2015

Hijos que procuran la paz

Nos dice el apóstol Santiago:
"La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera".
A veces no sabemos el por qué estamos mal, el por qué no salen bien las cosas, por qué discutimos, peleamos, no nos entendemos con los demás... Es por que no estamos en paz, nuestro corazón y nuestra alma no está en paz, y eso se manifiesta en el exterior, en nuestras relaciones y deseos. Y ¿por qué no estamos en paz?
"No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones".
No sabemos pedir, o pedimos mal por que nos dejamos llevar por lo inmediato y no por lo necesario. Acordaos de aquél momento en el que Jesús le dice a Marta:
"Marta, Marta, te inquietas y afanas por muchas cosas pero una sola es necesaria, y María eligió la mejor parte".
Nos engañamos cuando decimos que nuestra relación con Dios es buena si sólo nos encontramos con Él una vez cada tanto, o cuando necesitamos algo urgente, o aunque estemos todos los días con Dios pero no con el corazón abierto a Su Palabra. Y lo notamos por que los frutos de esa relación con Dios no son frutos de paz, de sosiego, de esperanza, de alegría, de fortaleza.
Por eso Santiago nos dice que lo que tenemos que pedir, primero, es la sabiduría que viene de arriba, porque la Luz del Espíritu es quién nos ayudará a saber qué pedir, a buscar las respuestas a nuestras necesidades, a poder elegir qué hacer en cada momento.
Así, con el corazón y la mente iluminada por la Sabiduría de arriba podré escuchar a Dios, podré disponerme a Su Palabra, porque muchas veces nos pasará como a los apóstoles, que nos narra el evangelio, Jesús estaba hablando de su Pasión y ellos discutiendo quién era el más importante entre el Grupo. Nuestros deseos humanos, nuestras pasiones humanas, nos nublan tanto, nos hacen codiciar tantas cosas que no prestamos atención a lo que nos están diciendo. Nuestro YO es tan grande, a veces, que no puede estar atento a los hermanos, y así nos perdemos en nuestras preocupaciones y no nos ocupamos de lo esencial.
Sí, tenemos que ser más constantes en nuestra oración, en la reflexión de la palabra para que nuestra vida esté más en Dios, esté más iluminada por su Palabra, por Su Espíritu, porque en el diálogo cotidiano con Dios calmo mi alma, encuentro sosiego para comenzar el día, me regala el Señor con la Gracia necesaria para armonizar aquello que no está bien en mi vida.
No dejemos que las pasiones mundanas guíen y "manejen" nuestras vidas, sino que permitámosle a Dios que sosiegue nuestra humanidad y nos transforme en hijos que "que procuran la paz están sembrando la paz".

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