De las Catequesis de Jerusalén
Bautizados en Cristo y habiéndoos revestido de Cristo, habéis adquirido una
condición semejante a la del Hijo de Dios. Pues Dios, que nos predestinó a la
adopción de hijos suyos, nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Por
esto, hechos partícipes de Cristo (que significa Ungido), no sin razón sois
llamados ungidos; y es refiriéndose a vosotros que dijo el Señor: No toquéis a
mis ungidos.
Fuisteis hechos cristos (o ungidos) cuando recibisteis el signo del Espíritu
Santo; todo se realizó en vosotros en imagen, ya que sois imagen de Cristo. Él,
en efecto, al ser bautizado en el río Jordán, salió del agua, después de haberle
comunicado a ella el efluvio fragante de su divinidad, y entonces bajó sobre él
el Espíritu Santo en persona, y se posó sobre él como sobre su semejante.
De manera similar vosotros, después que subisteis de la piscina bautismal,
recibisteis el crisma, símbolo del Espíritu Santo con que fue ungido Cristo.
Respecto a lo cual, Isaías, en una profecía relativa a sí mismo, pero en cuanto
que representaba al Señor, dice: El Espíritu del Señor está sobre mi, porque el
Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.
Cristo no fue ungido por los hombres con aceite o ungüento material, sino que el
Padre, al señalarlo como salvador de todo el mundo, lo ungió con el Espíritu Santo.
Como dice Pedro: Dios ungió a Jesús de Nazaret con poder del Espíritu Santo; y
en los salmos de David hallamos estas palabras: Tu trono, ¡oh Dios!, permanece
para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado
la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre
todos tus compañeros.
El Señor fue ungido con un aceite de júbilo espiritual, esto es, con el Espíritu
Santo, el cual es llamado aceite de júbilo porque es el autor del júbilo
espiritual; pero vosotros, al ser ungidos materialmente, habéis sido hechos
partícipes de la naturaleza de Cristo.
Por lo demás. no pienses que es éste un ungüento común y corriente.
Pues, del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu
Santo, no es pan corriente, sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento,
después de la invocación, ya no es un ungüento simple o común, sino el don de Cristo y
del Espíritu Santo, ya que realiza, por la presencia de la divinidad, aquello que
significa. Tu frente y los sentidos de tu cuerpo son ungidos simbólicamente y, por esta
unción visible de tu cuerpo, el alma es santificada por el Espíritu Santo, dador de vida.
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