"Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
"Llevamos un tesoro en vasijas de barro", es lo que diría san Pablo, y es cierto, el Don de la Fe que llevamos en nuestro corazón es un tesoro para muchos, aunque nosotros, a veces, no lo reconozcamos. En este pasaje de los Hechos de los Apóstoles vemos cómo Pedro lo único que tiene para ofrecerle al lisiado es la fe en Jesucristo, y es esa fe la que obra el milagro.
Es cierto que nosotros ya no haremos los milagros que hacían los apóstoles: no resucitaremos a los muertos, no daremos a los ciegos la vista, no sanaremos a los lisiados; pero sí podemos dar luz a los que no encuentran el camino, ni el sentido de sus vidas; sembrar la esperanza en aquellos que la han perdido; sanar los corazones heridos por la envidia, el orgullo o el pecado; y tantos milagros que podemos hacer si somos capaces de compartir nuestra fe. Y, sobre todo, no dejándo que el pecado del mundo penetre en nuestros corazones, ser, en definitiva sembrados de fe, esperanza y caridad, que es lo que necesita el mundo de hoy.
Pero nuestra siembra tiene que ser en Verdad, porque el Padre de la mentira sigue sembrando, constantemente, la semilla de la maldad en todos los corazones, sigue contagiando con la mentira, y todos los pecados a todos los corazones, y, muchas veces, nos dejamos llevar por los "cuentos" que nos llegan y en lugar de iluminar oscurecemos, en lugar de llevar paz sembramos discordia, en lugar de dar esperanza la negamos. Y así los hijos de la Luz que somos los cristianos no iluminamos el Camino hacia la Vida, la Verda y la Luz, sino que indicamos erróneamente el camino.
No nos dejemos invadir por la desesperanza, como le pasó a los discípulos de Emaús, que por no creer a los que les contaban la verdad del resucitado se volvían a sus casas con la oscuridad de la amargura, y, por eso, no podían descubrir a Jesús que caminaba junto a ellos. Por eso mismo Jesús les dice: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrará así en su gloria?»
La vida de fe es capaz de iluminar hasta la mayor oscuridad de la muerte, pero para ello tenemos que saber entender y creer en la Sagrada Escritura, en lo que nos fue anunciado y en lo que Jesús mismo vivió y nos pidió vivir. No cerremos nuestro corazón a la Luz del Espíritu, sino dejémonos iluminar por aquellos que nos traen buenas noticias, y no sólo tengamos oídos para aquellos que nos traen la maldad, la mentira y nos muestran el camino para alejarnos del Señor.
No somos como Tomás que no sabemos el Camino, sino que sabemos Quién es el que nos llamó a recorrer este Camino, y sabemos que Él camina con nosotros, entonces, valoremos como es debido el tesoro de fe que llevamos, que nos dejó en nuestro corazón y sepamos compartirlo con aquellos que más lo necesiten.
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