"Se decían los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios.
Es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable"...
Así comienza el libro de la Sabiduría a ponernos en sintonía con lo que estaba pasando en el pueblo de Jesús, cómo los suyos buscaban quitárselo de en medio y cuáles eran los motivos.
Pero no sólo habla de Jesús esta profecía, sino que también habla de nosotros, de nuestras habladurías, de nuestras indiferencias, de nuestros desprecios a quienes no nos gustan cómo viven, lo que dicen, y sobre todo, si su conducta va en contra de la nuestras o nos llama a descubrir que nuestros caminos no son los de Dios.
No siempre (por no decir nunca) nos gusta que nos digan que estamos equivocados, o que nos muestren un camino diferente a recorrer, pues creemos que el que estamos caminando es el correcto o, por lo menos, es el que más nos gusta y en el que estamos conformes.
Pero nos olvidamos que nuestros caminos tienen que ser El Camino, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios sino que lo tenemos que ser, y para serlo tenemos que recorrer el Camino, y Jesús es el Camino. No hay otro. Por eso, el Padre nos envía mensajeros que nos ayudan a descubrir el Verdadero Camino, el de la obediencia a Su Voluntad, el del Evangelio.
Seguramente el Verdadero Camino nos costará porque tenemos que renunciar a nosotros mismos, tenemos que girar un poco el ritmo de nuestra vida y descubrir que hay otras cosas a vivir y otra forma de hacer las cosas, pero es el que el Señor quiere para mí. Así lo dice el escritor de la carta a los Hebreos: "siendo hijo aprendió por el sufrimiento a obedecer", y eso lo decía de Jesús. ¡Cuánto más nos va a costara a nosotros obedecer! Pero aunque lo que para el hombre es imposible no lo es para Dios, si estamos en Dios, si estamos con su Gracia nada nos resultará iimposible porque Él es Quien guía, sostiene y fortalece nuestros pasos.
Cuando llegue la Hora en que el Señor nos muestre su Voluntad no dudemos en decirle, como María: Aquí estoy, ¡hágase en mí según tu palabra!, para que su Gracia me fortalezca y me ayude a renunciar a mis criterios y aceptar su Voluntad para alcanzar la meta señalada.
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