"Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?»
¿Cómo saber si seré yo quien lo entregue al Señor a la maldad de los hombres sin fe? ¿Cómo saber si no he sido yo quien lo ha entregado al Señor, quien lo ha traicionado?
¿Cómo no saber si seré yo quien lo vaya a traicionar una y otra vez al Señor? ¿Cómo no voy a saber si tengo en mi mente y en mi corazón traicionar mi fe, el amor de Jesús por mí?
Es la pregunta que, cada noche, tenemos que hacernos para saber cómo hemos vivido el día, pero también es una pregunta que nos tenemos que hacer al comenzar el día para tomar fuerzas para no traicionar al Señor. Porque la traición al Señor no es sólo de Judas, sino que muchas veces le damos la espalda y lo vendemos al Señor por mucho menos que Judas.
¿Soy yo acaso Señor? Eso no se lo puedo preguntar al Señor, soy yo quien lo tiene que saber. Soy yo quien sabe si he faltado a los mandamientos, si he faltado al amor, si he sido infiel a la Voluntad de Dios.
Y pensando en esto me surge algo que siempre ocurre, cuando nos vamos a confesar, algunos decimos: ¡ay padre! ayúdeme usted porque no sé qué decir... Pero... ¿cómo no voy a saber si he sido infiel, si he desobedecido a Dios, si he faltado al amor con los demás...? Y si no lo se es porque no he formado mi conciencia en función del evangelio, o soy tan inconsciente que me da lo mismo actuar de una forma que de otra.... ¿Soy yo acaso Señor?
Ya esa pregunta es una falta al Señor, y si el Señor me responde, como le dijo a Judas: "Tú lo has dicho", ¿qué responderé? ¿Qué actitud he de tomar frente a esa respuesta? ¿Lo has pensado? Porque siempre que hago una pregunta recibiré una respuesta ¿estoy dispuesto a escuchar lo que me respondan?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.