lunes, 31 de agosto de 2015

Ungidos por el Espíritu

"En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.»
El don de profecía es un don que cada uno de los que hemos sido bautizados tenemos, claro que no es algo que nos lleve a hablar del futuro y vamos a aprender a leer las manos y a predecir el futuro, pero sí podemos, como hacen los profetas escuchar la Palabra de Dios y hablar de ella a los hombres que necesiten escucharla.
No somos profetas a imagen de los profetas del mundo que buscan descubrir el futuro y prevenir lo que está por venir, pero sí podemos, leyendo la Palabra, descubrir cómo vivir el hoy para llegar a Buen Puerto mañana. El Camino a recorrer y el horizonte de nuestra vida está en la Palabra de Dios, y en su Palabra que nos dirige cada día, encontramos la respuesta a lo que necesita nuestro corazón para seguir caminando. Quizás no podamos escuchar lo que queramos, pero seguro que vamos a escuchar lo que necesitamos.
El Profeta no escucha para sí, sino que es profeta para otros, y esa es nuestra misión como ungidos por el Espíritu Santo, y podríamos, también como Jesús (salvando las diferencias), poder decir que "el Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido", por que también es cierto que el Espíritu nos ha ungido, no sólo el día de nuestro bautismo, sino que nos ha confirmado cuando hemos recibido el Sacramento de la Confirmación. Pero esta unción se actualiza cada día con nuestro oración y el alimento de la Eucaristía, unido a una reflexión constante de Su Palabra.
Así reconociendo y aceptando que, a pesar de nuestra condición de pecadores e imperfectos, el Espíritu quiere, por nuestro medio, llevar a todos los hombres la Luz de la Esperanza, la Fortaleza del Amor y la Confianza de la Fe, para que todos puedan encontrar y recorrer el Camino que nos conduce a la Vida.

domingo, 30 de agosto de 2015

Convertir nuestra hipocresía en vida

"El les contestó:
- «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
El diccionario dice que hipocresía es: fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. Era para aquellos hombres del tiempo de Jesús una gran ofensa tratarlos de hipócritas, por que en definitiva les estaba diciendo que no eran realmente religiosos, sino que fingían serlo.
Si ahora viniera a nuestros pueblos y ciudades, o entrara en nuestros templos y nos conociera, y tuviera la posibilidad de decirnos algo ¿nos diría lo mismo? ¿con las mismas palabras?
Yo creo que serían pocos los que se salvarían de esas palabras de Jesús. Por que también nosotros como aquellos de hace más de 2000 años nos hemos vuelto un poco hipócritas.
Claro que la realidad es que, generalmente, no somos hipócritas por decisión propio, sino que siempre tenemos argumentos que nos ayudan a no culparnos a nosotros, sino a la historia, a la realidad, al cambio social. Y, es cierto, la hipocresía es un defecto que se fue instalando de a poco en nuestra cultura, y, sobre todo en nuestra religión. ¿Por qué? Por que se fue haciendo rutina y tradición. Por tradición se bautiza, por cumplir una formalidad se casan, por hacer una fiesta se toma la Primera Comunión. Y se fueron vaciando de contenido todos los sacramentos de nuestra fe, y mucho más los consejos evangélicos que han quedado fuera de época, para algunos.
En definitiva sí, nos hemos vuelto hipócritas.
Por eso es bueno que Jesús nos de una bofetada con nuestra realidad para que descubramos que debemos buscar caminos de conversión. Que debemos mirarnos más en profundo y descubrir que ya nuestra fe o la vivencia de la fe no es respuesta para mi vida, ni para la vida de aquellos que buscan respuestas.
Y es por eso que el Señor nos pide constantemente que revisemos nuestra vivencia de la fe, porque lo que Él nos ha ofrecido es un tesoro maravilloso y enorme, porque es Su Vida, para que nosotros tengamos vida y vida en abundancia, pero si sólo lo hacemos por apariencia ¿qué sentido tiene que Él se haya entregado a la muerte por nosotros?
Por eso escribía Santiago en su carta:
"Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos".
No es sólo escuchar, sino dejar que la Palabra se haga vida en nosotros, descubrir que la Palabra es la fuente de nuestra vida, y es la Voz del Padre que suena en mis oídos. Y es la Palabra de Dios que llevada a la vida es capaz de salvarnos.
No dejemos que Su Palabra caiga como en saco roto, nos entre por un oído y salga por el otro, sino que llegue al corazón para que la podamos hacer vida cada día.

sábado, 29 de agosto de 2015

Renunciar para amar

Le dice San Pablo a los Tesalonicenses:
"Hermanos:
Acerca del amor fraterno no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros".
Ya desde el principio, como leemos en el Génesis, sabemos que el amor fraterno era una exigencia en la vida del hombre, por eso el Génesis nos relata la lucha entre Caín y Abel, y nos cuenta lo que Dios le decía a Caín:
"¿no eres tú, acaso, responsable de la vida de tu hermano?"
Con esto sabemos que ya desde el principio el hombre sabe que debe hacerse responsable del hermano, y no es sólo una exigencia moral, sino que al hablar de "hermano" es algo que va más allá del formalismo de cumplir un mandato.
Pero, ya desde ese momento, el hombre vive esa contradicción interna entre el saber que tiene que amar y el conocer su amor propio. Porque la lucha entre Caín y Abel que llevó al asesinato de Abel surge por los celos, la envidia, y cuando el pecado entra en juego en nuestra vida nos ciega de tal manera que nos impide vivir el amor fraterno.
Así vemos también, en el relato de la muerte de Juan Bautista, cómo por "amor a uno mismo" se mata a un hombre que era admirado, escuchado, pero pudo más el deseo de venganza y el amor propio, que la verdad y el deseo de seguir escuchando sus palabras, aunque estas señalaran el pecado y el error.
El amor propio es una fuerza muy difícil de acallar cuando somos heridos y tocados en él, nos lleva, muchas veces, a renunciar hasta lo más sagrado y profundo que tenemos. Por eso es lo primero que Jesús nos pide entregar: "niégate a ti mismo", porque sabe que sólo el amor propio es capaz de apartarnos de su amor y el amor a los hermanos.
Pidámosle al Espíritu Santo que podamos cada día, al despertarnos, pedir la fuerza para poder despojarnos de nosotros mismos para "amar como Jesús nos ha amado".

viernes, 28 de agosto de 2015

Necios o insensatos?

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas".
Junto a esta parábola de las doncellas necias y las sensatas, Dios nos propone un estilo de vida por medio de San Pablo:
"Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada, que os apartéis del desenfreno, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios".
¿Por qué unir las dos cosas? Porque no podemos alcanzar el Reino de los Cielos viviendo insensatamente. Somos seres racionales y, por lo tanto, Dios quiere que en este Camino no actuemos como si nos llevaran atados de las narices, y nos hubieran quitado nuestra libertad de decisión.
No, somos seres racionales con capacidad de decidir, libre y conscientemente el Camino que queremos recorrer. Pero, si lo hemos decidido, si nos hemos decidido a recorrer el Camino de la santidad, no quiere Dios que seamos necios, sino que actuemos con inteligencia.
¿Por qué con inteligencia? Por que debemos usarla para profundizar en nuestra fe, para madurar en nuestra fe, para que siempre tengamos "razones para creer", razones para defender nuestra fe, razones para no dejarnos engañar por los lobos vestidos de corderos que nos "ayudan" a adornar nuestra fe con creencias paganas y contrarias a nuestro Credo.
Nos damos tan de inteligentes que nos dejamos engatuzar por los credos paganos que "como no son malos" y "como todos los viven", nosotros también los incorporamos a nuestra vida de fe y "como me ayudan a estar bien", vamos "adornando" nuestra fe con criterios y dogmas totalmente contrarios a lo que Dios nos pide vivir.
San Agustín, de quien celebramos hoy su memoria, cuando era pagano vivió como pagano, en una búsqueda constante por la Verdad que le diera sentido a su vida. Gracias a la oración de su madre Mónica, pudo, en un momento de su vida, encontrar esa Verdad y una vez que la encontró la abrazó con toda su alma, mente y corazón; se entregó a ella con todo su ser y alcanzó una vida santa. Esa entrega radical que hizo no sólo fue para él sino que sus razonamientos, sus escritos, su manera de ver el Camino de la santidad iluminaron e iluminan la vida de la Iglesia, aún hoy a muchos siglos de su vida.
Nosotros, como San Agustín, debemos dejar de lado todos los argumentos paganos que hemos ido incorporando en nuestra vida, y dejarnos llenar de la Luz de la Vida, que es Cristo. Usar nuestra inteligencia para ahondar en nuestro Credo y con la oración constante y la fracción del Pan, tener siempre argumentos para creer, razones para defender nuestra fe, fortaleza para vivir intensamente, cada día, el llamado de Dios para ser Sal, Luz y Fermento en el mundo.

jueves, 27 de agosto de 2015

Los hermanos nos estimulan a seguir

Comienza San Pablo hablando a los Tesalonicenses:
"Hermanos, en medio de todos nuestros aprietos y luchas, vosotros, con vuestra fe, nos animáis; ahora nos sentimos vivir, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor".
No sólo la vida de fe de los santos canonizados nos estimula a perseverar en el Camino de Fidelidad, sino que el encuentro con hermanos que intentan vivir radicalmente la fe, nos hace un profundo bien, nos alienta a seguir, como dice el mismo Pablo, insistiendo día y noche en la exhortación, en la predicación, en mostrar que éste es el Camino de la Vida.
A pesar de que todos los días nos encontramos con aquellos que intentan hacernos ver lo ridículo del Mensaje de Cristo, que quieren que dejemos de acercarnos al Señor, que depongamos las armas de la Fe, de la Esperanza y el Amor cristianos, al encontrarnos con adolescentes, jóvenes y adultos que intentan y luchan por conservar la vida de fe, nos ayudan a alentarnos, unos a otros, nos fortalecen en el combate diario para alcanzar la Corona de Gloria que no se marchita.
Seguro que son muchos más los que no viven el Evangelio, pero eso no es preocupante, porque mientras uno sólo quiera vivirlo nos sentimos acompañados, nos sentimos felices porque el Camino se sigue recorriendo. Y así tenemos que mirar todos a nuestros hermanos que, día a día, con la oración cotidiana, en la fracción del pan, y en la vida fraterna nos estimulan a vivir en la Fidelidad al Señor.
Y, hoy, en la vida de Santa Mónica tenemos un ejemplo claro de perseverancia en el Señor. Mónica, la madre de San Agustín, día y noche oró al Señor por la conversión de su hijo, y el Señor la escuchó, y un Agustín de una vida totalmente alejada del Señor pasó a ser un San Agustín con un vida totalmente dedicada al Señor, y a iluminar la vida de sus hermanos, no sólo los de su tiempo, sino los que aún seguimos leyendo sus escritos y recordando, que a pesar de lo rojo de nuestro pecado, con la Gracia del Señor, podemos quedar blancos como la nieve.
San Mónica es un modelo de perseverancia para todos nosotros, para saber que, a pesar del tiempo que tengamos que esperar, Dios siempre escucha nuestras súplicas, pero necesita de nuestra confianza, de nuestra perseverancia y por eso, en la oración, tenemos la respuesta porque su Gracia desciende sobre nosotros cuando nos unimos a Él, en la oración y en la fracción del Pan.
Por eso, como San Pablo, hoy quiero quisiera que nuestra mirada se posara en nuestros hermanos que nos ayudan a sostener nuestra fe, en aquellos hermanos que siguen intentando ser Fieles a la Vida que el Señor les ha regalado y nos ha pedido vivir, ellos son nuestra alegría y el sentido para seguir creyendo que el Camino de Santidad que nos propone Jesús en el Evangelio, es posible vivirlo en este siglo XXI.

miércoles, 26 de agosto de 2015

No son ideas humanas, es Palabra de Dios

"...animándoos con tono suave y enérgico a vivir como se merece Dios, que os ha llamado a su reino y gloria.
Ésa es la razón por la que no cesarnos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes".
He aquí la razón y el por qué de nuestra oración, de nuestras reflexiones, de todo lo que hacemos para intentar ser Fieles a la Vida que el Señor nos ha invitado a vivir: nos ha llamado a su reino y gloria. Y por qué lo sabemos, porque hemos aceptado la Palabra de Dios, como lo que es: Palabra de Dios, y no como una simple palabra humana.
Las exigencias constantes y cotidianas en nuestro vivir es para poder llegar a alcanzar la Vida en Dios, pero no lo hacemos porque a fulanito o a menganito se le ocurrió que lo viviéramos, o l o hiciéramos. Nosotros creemos, y por eso se nos ha dado el Don de la Fe, que lo que intentamos vivir es lo que Dios quiere que vivamos. Si no lo creemos así no tiene sentido vivirlo, por que si sólo es la ocurrencia de un hombre, carece de todo fundamento de divinidad. Pero para nosotros, que seguimos la tradición de los apóstoles, lo que creemos es Palabra de Dios, es Dios mismo quien desde la elección del Pueblo de Israel para ser "su heredad" y para que manifiesten a los hombres el rostro del verdadero Dios, nos viene conduciendo por el Camino que nos lleva hacia Él, por un Camino que sabemos Verdadero para alcanzar la vida eterna.
Por esta razón es que Jesús se enfada tanto con las autoridades de Israel, con los fariseos, con los doctores de la ley, con los aquellos que tenían la misión de guiar a su Pueblo por el Camino hacia Dios, viviendo en fidelidad la Palabra, la Ley y los Profetas:
« ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes".
Jesús se revela contra la hipocresía y la no-vivencia de lo esencial del llamado y del mensaje que Dios entregó a su Pueblo. Se revela contra aquellos que sólo se limitan a cumplir con la letra y no a vivir lo esencial del mensaje, pues transformaron la Palabra de Dios en prescripciones humanas, y así no llevaban a plenitud la Palabra de Dios.
Por eso cuando lo culpan a Jesús de querer modificar o cancelar la Ley y los Profetas, Él les dice: "no he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darle plenitud", pues Él no va a ofrecer holocaustos y sacrificios a Dios, sino que Él mismo va a ser el Sacrificio a Dios por el perdón de los pecados de todos los hombres.
Lo que creemos no es una idea humana, sino que lo que creemos es, gracias al Don de la Fe, lo que Dios quiere que vivamos: la plenitud de la Vida en Dios, y el Camino se nos muestra por medio de Su Palabra, que es Palabra de Vida, Viva y Verdadera.

martes, 25 de agosto de 2015

Jesús también se enfada

La imagen que nuestra de la gente, de nuestros amigos, familia y hasta Dios es la de persona cariñosa, suave, que nunca se irrita y que jamás levanta la voz para hacernos ver los errores. Un Jesús manso, humilde y dulce es lo que siempre vemos y anhelamos, porque su dulzura y su mansedumbre es lo que nos hace sentir bien, tranquilos, y pensamos que nunca se irrita y que, por eso, siempre perdona.
Es así que la imagen que nos presenta el evangelio de hoy no nos atrae demasiado:
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera."
No nos gusta que nos hagan ver nuestro error. Y esta frase Jesús no la dice por mí, sino por los otros que viven peor que yo. Y es ahí donde está mi fariseismo, en no darme cuenta que también mis errores pueden llegar a enfadar hasta el mismo Dios. Creemos que siempre Dios perdona, o, mejor dicho, creo que siempre me tienen que perdonar porque si no me perdonan no son buenos los demás, no tienen en cuenta mi imperfección, mis buenas intenciones.
Todo se tiene en cuenta pero, como nos dice Jesús: Vuestro Padre que ve en lo secreto te lo recompensará. No podemos ocultarle nuestras intenciones a Dios, no podemos ocultarle lo que piensa y pensó nuestra cabeza y nuestro corazón. Y, como alguien dijo alguna vez: "de buenas intenciones está lleno el camino al infierno". Siempre nosotros tenemos buenas intenciones, pero los demás no la tienen, o mejor dicho no lo vemos así.
Nuestra vida cristiana tiene una exigencia muy fuerte y tenemos todos los bienes necesarios para poder vivirla. Nuestra vida religiosa, como la que Dios quería del pueblo de Israel, es para llevar a los hombres hacia Dios. Es que por eso Jesús se enfada tanto con los fariseos, porque recorren un camino que es engañoso para los hombres. Claro está que lo hacen con buenas intenciones, pero esas buenas intenciones engañan su propia conciencia y engañan a los demás que imitan sus obras.
Lo queramos aceptar o no, nuestra vida es una vida pública, lo que hacemos o lo que vivimos no es solo para nosotros, Él nos ha elegido para ser Luz, Sal y Fermento en el mundo. Él nos ha llamado para que "los hombres viendo nuestras buenas obras glorifiquen al Padre". Él ha confiado en nosotros la Obra de la Salvación.
Por todo esto y por mucho es lógico que se enfade porque sólo nos limitamos a cumplir unas prescripciones litúrgicas o porque simplemente "cumplimos" con el precepto de ir a misa, y después no llevamos a la práctica cotidiana el "amaos unos a otros como Yo os he amado", ni somos obedientes a la Voluntad de Dios, ni nos importan los mandamientos del Señor.
¡Cómo no se va a enfadar el Señor con que los cristianos vivamos sin exigirnos Vivir! Si nosotros mismos nos enfadamos con nuestros hermanos o familia cuando vemos que están haciendo mal las cosas, y no nosotros no entregamos nuestra vida en una Cruz para que nuestra familia tenga Vida y Vida en abundancia. Eso lo hizo Él por nosotros y para que nosotros lleváramos esa Vida a todos los hombres para que alcancen la Vida eterna.

lunes, 24 de agosto de 2015

Dejarnos sorprender por el Amor

"Natanael respondió:
-«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó:
-« ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»
Cuando tenemos el corazón dispuestos a creer podemos llegar a creer en las cosas más simples, en las cosas más pequeñas podemos llegar a ver un signo de Dios, descubrir un milagro o sorprendernos por lo que estamos viendo o viviendo. Pero cuando estamos cerrados somos incapaces de descubrir lo maravilloso de la fe, y por eso se nos hace duro el camino y la aceptación de Su Voluntad.
En este pequeño diálogo de la elección de Bartolomé podemos ver cómo Él cree y confiesa la divinidad de Jesús sin siquiera haber visto ningún milagro, ni haberlo escuchado hablar por mucho tiempo: su corazón estaba dispuesto a dejarse sorprender por el Don de la Fe. Así es el corazón de niño: un corazón que en su pureza y sencillez es sensible a la manifestación de los extraordinario aún en las cosas más ordinarias de todos los días.
Muchas veces le exigimos a Dios, y a nuestros hermanos, gestos grandes y extraordinarios para poder creer, para poder aceptar, para poder tomar una determinación. Y nos quedamos esperando días y días sin que esos grande signos aparezcan, sentados esperando, molestos porque no nos dan lo que pedimos y nos vamos hundiendo en la desesperanza de lo que no nos dan. Y, sin embargo, cada día, seguramente, Dios y mis hermanos, me están dando aún más de lo que estoy pidiendo, pero no soy capaz de verlo. Ellos se deshacen cada día en muestras de amor, comprensión, pero no, como no quiero ver, como no quiero aceptar nunca llegaré a descubrir la maravilla de las pequeñas cosas.
Natanael, Bartolomé supo ver en una pequeña frase al Dios que lo estaba llamando, al Dios que estaba alabando su forma de ser:
"Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
-«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Y creyó. Y se alegró. Y se entregó por entero a un Dios que pudo hablarle al corazón.
Sí, a nosotros también nos mira y nos conoce y por eso mismo nos llamó, porque vio la capacidad de nuestro corazón para dejarnos seducir por el Amor, y por eso la capacidad de entregarnos. Es por  eso que, también nosotros, somos apóstoles porque lo hemos conocido, porque lo hemos escuchado y hemos respondido a su llamado, y así, no podemos perder esa capacidad de dejarnos sorprender, de ver más allá de lo que vemos y de aceptar más allá de lo que esperamos, porque nuestra vida están en Sus Manos, y ahora somos nosotros los que tenemos que llevar a nuestros hermanos al encuentro de Jesús, como lo hizo Felipe con Natanael.
Nuestra vida seducida por el Amor es un instrumento para acercar a nuestros hermanos al Amor, llevarlos ante Jesús para que también, ellos como nosotros, puedan dejarse sorprender, puedan abrir el corazón al milagro de la Fe, y encontrar el Camino hacia la Vida.

domingo, 23 de agosto de 2015

Ser es una elección

"Josué habló al pueblo:
- «Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.»
Ser cristiano, católico, ateo, agnóstico o de cualquier otra religión no es una obligación, sino que es una elección. Ya en el Antiguo Testamento vemos que Dios en varias oportunidades le vuelve a repetir al Pueblo que tiene que elegir un Camino, porque, como nos lo vuelve a repetir Jesús, no se puede servir a dos dioses, porque amarás a uno y odiarás a otro.
Y ¿por qué Dios nos lo vuelve a repetir una y otra vez? Para que sepamos que cuando elegimos tenemos que ser conscientes de lo que optamos, y si optamos por algo ser coherentes con la elección que tomamos.
Así, en el Evangelio vemos cómo después que Jesús les habló del Pan de la Vida, la gente tuvo  esta reacción:
"En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
-«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Al tomar un Camino de Vida tenemos que medir las consecuencias de comenzar a recorrerlo. Para algunos, como en este caso, será algo difícil de aceptar y por eso, antes de comenzar decidieron abandonarlo. Pero otros, a pesar de ver que era difícil decidieron continuar caminando, a pesar de sus tropiezos y errores, pero una y otra vez volvieron a renovar la fidelidad al llamado.
"Entonces Jesús les dijo a los Doce:
- «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó:
- «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Es una de las más hermosas respuestas de Pedro, que el Señor quiere que meditemos para saber si pensamos lo mismo, si nos hemos dado cuenta que el Camino que Él nos presenta a recorrer es para alcanzar la vida eterna. Una vida eterna que vamos haciendo realidad en la vida terrena, porque desde el momento de nuestro bautismo no sólo somos ciudadanos en la tierra, sino que somos ciudadanos del Cielo, por eso nuestra vida es vida de hijos de Dios a semejanza de Jesús Nuestro Señor.
Sí, no es una vida cualquiera, es una vida en santidad, una vida en el Amor por el Cielo es Amor, y si aspiramos alcanzar el Cielo lo hemos de ir realizando en la tierra: "hágase Tu Voluntad en la tierra como en el Cielo", "Venga a nosotros Tu Reino", lo pedimos cada día, pero no es un pase de magia y cae sobre nosotros, es una decisión constante y cotidiana de vivir en fidelidad a la elección que hemos realizado.
Y luego de las palabras de Josué, el pueblo respondió:
- «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»

sábado, 22 de agosto de 2015

No son solo ellos, sino yo también...

"En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen".
Cuando escuchamos esta frase de Jesús seguramente, la reacción es pensar en alguien, alguien que tengo en mente y que me gustaría decirle a la cara ¡fíjate lo que dice Jesús, es lo que tú eres! Por que, claro, es fácil juzgar y condenar.
Pero... ¿no lo dirá también por mí? ¿Yo no seré también un poco así? ¿Cuántas cosas he dicho y cuántas cosas no he realizado? ¿Hago todo lo que digo o hago lo que condeno?
No nos horroricemos por lo que otros hacen y salgamos con el látigo ejecutor de nuestra lengua a hablar de lo mal que viven otros, sino que intentemos se Luz con nuestras vidas para que los "que vean nuestras buenas obras glorifiquen a Dios" y encuentren el Camino hacia la Vida Verdadera.
La carga de vivir una vida en santidad no es liviana, no; pero es la mejor carga que nos pueden haber dado, es lo mejor que nos pueden vivir, porque la vida en santidad es una vida en el amor, es una vida de amor, y el amor no es una carga, sino que es el gozo para el alma.
Los mandamientos y los consejos evangélicos no los escribimos los curas, los obispos y los papas, los recibimos con Palabra de Dios y creemos que así lo es, aunque sea algo que, muchas veces, no llegamos a vivir plenamente. Pero así como sabemos que es difícil vivirlos, también sabemos y creemos que es nuestro Camino para alcanzar la Salvación que esperamos, y para conseguirlo, también sabemos, que tenemos los medios suficientes y necesarios para lograrlos. Sí, porque Jesús así como nos puso Ideal tan alto: la santidad de vida, también nos dio los bienes espirituales necesarios para acompañarnos en el Camino hacia la Vida en Santidad: los sacramentos, medios extraordinarios por los cuales el Señor nos concede Gracia sobre Gracia para que la santidad sea posible en nuestras vidas.
Cuando alimentamos nuestra vida con la Gracia nuestro corazón se llena y rebosa del Amor de Dios, por eso el corazón lleno de Dios no es un corazón que condena y aplasta al pecador, sino que lo ayuda a vivir fuera del pecado, es el corazón que sabe perdonar y que sabe dar bien por mal, no se goza con la maldad, sino que se alegra con el bien.
Por eso antes de que de nuestros labios salgan palabras que condenen u ofendan, pongamos frente a nuestras bocas un espejo para ver si realmente esas palabras hieren y lastiman, o si por el contrario ayudan y salvan. Por que el espejo me devuelve lo que digo y lo que veo, y si lo que digo me daña a mí, no lo digas; pero si te gustaría que te lo dijeran a tí, entonces sí, dilo porque seguramente ayudará a tu hermano.
Por que también Jesús nos dijo: "no hagas a los demás lo que no te gusta que hagan contigo", porque muchas veces te gusta decirle "la verdad" a tus hermanos, pero cuando te la dicen a tí te pones como fiera enloquecida porque te han dicho algo que no te gusta.
Por eso, usa siempre el espejo de la verdad que es el Amor, para que tus labios no dañen ni sean espada de dolor, sino que sean para alabar, ayudar, acompañar y transmitir palabras de bendición y amor.

viernes, 21 de agosto de 2015

Primero ama...


Respondió Jesús:
- «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser."
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
- "Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Dos mandamientos, sólo dos mandamientos para alcanzar la perfección de Dios, para llegar a vivir el "sed perfectos porque vuestro Padre Celestial es perfecto": la perfección del amor.
Pero ¡qué difícil! Lo más hermoso que podemos llegar a vivir y a necesitar vivir se hace lo más complicado en nuestras vidas.
Hoy, más que nunca, el significado de "amar" se ha ido modificando, transformando y, sobre todo, vaciando de sentido y realidad. El amor ha quedado como algo simple, de piel, que surge de pronto y se evapora como un soplo. Y, creo, que Amar es mucho más profundo, lo otro, lo que nos venden son sensaciones que pueden llegar a ser el primer paso hacia el amor, pero que no son amores verdaderos.
Y ahora ¿por qué el primer mandamiento es el amor a Dios? ¿No tendría que ser el amor a uno mismo? Por que cuando conocemos a Dios, cuando nos encontramos con Él conocemos la Perfección, el Bien, la Verdad, la Belleza y a Él tendemos, es lo que buscamos cada día en los demás: la bondad, la belleza, la verdad; cuando alguien no tiene alguno de estos atributos ya no nos cae bien.
Pero en Dios encontramos estas realidades en todo su esplendor y por eso nos "enamoramos" de Dios, y podemos llegar a darle nuestra vida por Amor. Y, además, aunque en nosotros no encontramos la plenitud del Bien, la Verdad, y la Belleza Dios nos ama igual, y tanto nos ama con nos dio a Su Hijo Único para que pudiéramos alcanzar esa perfección.
Así amándolo a Él como El Perfecto podamos comenzar a recorrer el camino hacia la perfección, que es el camino del amor a lo imperfecto que son mis prójimos, porque "así como Yo os he amado amaos unos a otros", y Él nos amó cuando aún éramos pecadores.
Y, aunque quisiéramos buscar otro Camino no lo encontraríamos, podemos sí recorrer muchos otros caminos, pero no alcanzaríamos la perfección que anhelamos, y menos la que Dios nos pide: la perfección del Amor, que es la vida en santidad.
Sí, no pensemos que es difícil, sino que es lo que necesitamos, es lo que anhelamos, es lo que nos va a llevar a vivir en armonía, en paz, en fraternidad, porque para alcanzar lo que deseamos tenemos que recorrer el Camino que nos lleva a ese Ideal, sino constantemente nos estaremos quejando de nuestra infelicidad, de nuestro desasosiego, de que todo es difícil. Pero cuando nos decidimos a vivir el sacrificio del Amor, vamos a descubrir que ahí, justo ahí, en ese momento, la Gracia del Señor viene a nosotros y nos enciendo con su fuego, nos fortalece con su Espíritu y nos impulsa a amar, a amar como sólo Él nos ha amado.
Pero el primer paso es nuestro, nos parecerá un paso al abismo, pero es el abismo del Amor, del Amor más puro, más fiel, del Amor más Amado y más Amante. Por eso, como dijo San Agustín: ama y haz lo que quieras, pero primero ama.

jueves, 20 de agosto de 2015

Muchos son los llamados, pocos los elegidos

"Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
Esta parábola del banquete nupcial puede parecernos muy dura y difícil, pues, como ocurre generalmente, nos quedamos con los últimos dos renglones o dos últimas palabras. En este caso nos podemos llegar a quedar con que el Rey arrojó afuera al que no había traído vestido de fiesta a la boda.
Yo, en realidad, hoy, me quedo con el principio y el final. Sí, porque el principio habla de que el Rey nos invita a una fiesta de bodas, a un banquete nupcial. Una imagen que se repite una y otra vez en la Sagrada Escritura, una imagen que nos habla de lo más bello que podemos imaginar, porque que nos inviten a un banquete nupcial es porque somos parte de esa familia, y esa familia quiere compartir esa gran alegría de una boda. Y es hermoso que podamos participar de un momento tan grande en la vida de una familia: la boda de uno de sus miembros.
Esa es la invitación que nos hace el Señor, pero es mucho más que eso: el Banquete Celestial, las bodas del Cordero, y nuestras propias bodas con el Señor.
Luego de la consagración del Pan y del Vino, en la Misa, y antes de comenzar la distribución de la Eucaristía, el sacerdote dice: ¡Felices los invitados al Banquete Celestial! Es una fórmula que me gusta mucho porque me remite a esa invitación del Señor, a cada uno de de sus hijos, pues a todos nos ha llamado e invitado a este Banquete Celestial, para que aquí, en la tierra, comencemos a gustar del Cielo, ese Cielo que llega a cada uno cuando lo recibimos en la Eucaristía, son las bodas del Cielo y la Tierra, del hombre y Dios.
Pero... siempre hay un pero en nuestras vidas y es el que arruina todo lo mejor que podemos vivir. Pero... no siempre estamos dispuestos a responder con un ¡Sí Voy! a la invitación del Señor. Siempre hay una excusa para no acudir al Banquete Celestial, siendo que ese Banquete son las puertas y es el Camino para el Banquete Eterno. Pero no importa, siempre hay una buena excusa para no responder.
Por eso, cuando el Señor sale a buscar a otros invitados y luego miro la foto de boda comienzo a hablar en contra de los invitados, porque ¡cómo va a estar fulano en esa mesa! ¡no es digno de estar allí! ¡Cómo va a estar mengano con la vida que lleva! Y el Señor dirá: disculpa, pero el banquete estaba preparado y tú no quisiste venir, no tienes derecho a criticar a mis invitados, y por eso, ahora ya no eres bienvenido a mi mesa.
Y así es como me gusta también el final de esta parábola:
"muchos son los llamados y pocos los elegidos", porque creemos que por que tenemos el derecho de ir al banquete podemos ir como queremos, o podemos criticar como queremos a los que han ido. Porque como nos invitaron primero a nosotros, creemos que somos mejores. Y no es así, más cerca del Señor están los que viven con el Señor intentando cada día ser Fieles a Su Voluntad, esos son los elegidos, en cambio los que se quedan en la acera de enfrente con sus derechos de criticar a los que intentan vivir sólo son esos: los que están en la acera de enfrente, pero que no están compartiendo el mismo Banquete Celestial.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Vas a tener envidia porque soy bueno?

Jesús replicó a uno de ellos:
"Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿0 vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?"
Difícil es entender cómo se alimenta la envidia en las personas, en nosotros. Más de una vez nos encontramos con personas que van acumulando rencores y dolores por culpa de la envidia que va surgiendo en el corazón. Una envidia que nos hace capaces de enfrentarnos a las personas que más queremos, y de provocar enemistades y discordias sólo porque hemos pensado que alguien ha hecho tal cosa, o que en mi cabeza me he formado tal idea, y sólo por situaciones sin fundamento ni razones se van sembrando semillas de discordia y de cizaña que lastimas los corazones de los que más queremos.
¿Por qué nace la envidia? Es una buena pregunta. Pero más que buscar las razones de la envidia mejor es buscar el remedio para no llegar a ella, porque muchas veces se hace difícil remediar aquello que hemos sembrado. Como dicen algunos dichos cuando arrojas plumas delante de un ventilador encendido es difícil recogerlas a todas. Es mejor no arrojarlas.
Sabemos que quien siembra la semilla de la envidia en nuestro corazón es Satanás y es fruto del pecado original que no nos deja hacer o vivir plenamente el amor entre los hermanos. Por eso, para poder evitar los malos frutos debemos regar nuestro corazón con el agua pura que brota del Corazón Misericordioso de Jesús, porque esa agua es la que purifica nuestro mismo corazón, es el agua de la Gracia que recibimos en nuestro Bautismo y que renovamos cada vez que nos encontramos con Él, que escuchamos su Palabra, que nos reconciliamos con Dios y con nuestros hermanos.
La Gracia de Dios fortalece nuestro amor para que no nos dejemos guiar por los malos pensamientos que van petrificando nuestro corazón, y por el dolor de viejas o nuevas heridas, se va transformando en un corazón vengativo y atormentado. Sólo el diálogo fraterno y la virtud de la humildad nos permiten volver a retomar el camino de la reconciliación, con uno mismo y con los hermanos. Porque cuando la envidia penetra en nuestro corazón, cuando volvemos a realidad y podemos ver el daño que hemos ocasionado descubrimos cuánto nos hemos dañado a nosotros mismos, cuánto dolor provoca en el mismo corazón el descubrirnos culpables de situaciones que, si las hubiéramos pensado a la Luz del Amor, no las hubiésemos realizado. Pero el orgullo y la vanidad nos cierran las puertas de la posibilidad de reconocer nuestros errores, de la Gracia del pedir perdón e intentar sanar las heridas causadas.
No dejemos que las semillas de la cizaña y de la envidia que van sembrando nos quiten ni la paz, ni la esperanza de seguir construyendo un Reino de Personas que se aman, un lugar en donde reine la fraternidad, la justicia y la verdad.

martes, 18 de agosto de 2015

Dios nos espera, esperemos en Dios

"El ángel del Señor se le apareció y le dijo: - «El Señor está contigo, valiente.»
Gedeón respondió: -«Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: "De Egipto nos sacó el Señor" La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.»
Este diálogo de Gedeón con el Ángel del Señor es muy típico de nuestras vidas, también. Por que más de una vez nos ponemos a discutir con el Señor, porque lo que estamos viviendo no es lo que esperábamos vivir, no es lo que queríamos vivir porque cuando pensamos en nuestra vida con Dios creemos que nada puede llegar a pasarnos, que todo tiene que ser bueno, que no habrá nada que nos haga sufrir, que siempre el Señor estará con nosotros. Por que le creemos a Dios, pero en lo concreto vemos que Él no está.
Así es el diálogo de Gedeón, le hace ver al Señor que no es que no quiera creer sino que a él le parece que lo que quiere creer no es posible vivirlo. Sin embargo el Ángel del Señor sigue insistiendo, quiere que creamos, quiere que seamos más dóciles y que sepamos que el Señor siempre está a nuestro lado, aunque muchas veces nos sintamos desamparados de Su Mano, porque no es que Él vaya a impedir todo lo que nos suceda, sino que va a estar a nuestro lado para que cuando nos sucedan las cosas más duras podamos resolverlas con Su Gracia, con Su Fortaleza, que podamos encontrar el Camino más sencillo y rápido para salir de ellas gracias a Su Sabiduría y a Su Espíritu.
Por eso, aunque creamos que no tenemos ya ni confianza ni esperanza en Dios, Él nos sigue esperando:
"Gedeón insistió: -« Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente. »
El Señor dijo: -«Aquí me quedaré hasta que vuelvas.»
Y Dios nos espera, Él sabe esperar porque tiene todo el tiempo y porque su Amor es infinito. En cambio, nosotros creemos que ya no nos queda tiempo porque nos apremian muchas cosas, porque vivimos corriendo detrás de los minutos y los días, y cuando estamos en soledad, en aridez o en Cruz los minutos se nos hacen eternos, y comenzamos a perder la esperanza, la noche de la fe nos envuelve y se nos cierra el corazón al Amor.
No, no es fácil para el hombre la espera en Dios.
No es fácil porque, en el fondo queremos que Dios obre según lo que nosotros queremos, no hemos renunciado a nuestros criterios ni a nuestros deseos. Seguimos queriendo manejar a Dios a nuestros antojos y por eso no vemos o, mejor dicho, no aceptamos los caminos hacia la Luz que Él nos propone. Y ahí está la riqueza de nuestro corazón, la riqueza que nos impide gustar de Dios y de encontrarnos con la Gracia que nos libera de la opresión de nuestro propio corazón obstinado.
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:
-«Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
-«Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»
Por eso Gedeón le entregó al Señor su mejor ofrenda para que el Señor lo confirmara en su fe. Nosotros hemos de entregarle nuestra vida para que Él nos confirme en nuestra fe: vaciarnos de nosotros mismos y confiar en que lo que Él nos dice, aunque lo veamos difícil y complicado, es el Camino para alcanzar la Salvación.

lunes, 17 de agosto de 2015

Vende todo lo que tienes...

"En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
-«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? »
Es el deseo que anida en el corazón de todo hombre porque Dios nos ha puesto en él esa añoranza: la vida eterna, pues venimos de la eternidad y a la eternidad vamos, y cada uno la busca sin darse cuenta. A muchos se nos ha dado la gracia de poder saber que ese anhelo es un anhelo de Dios, y se nos ha concedido la Gracia de la Fe para poder saber por dónde buscar y a quién preguntar, por eso el Evangelio de hoy es un hermoso diálogo entre uno de nosotros con Jesús.
Es un hermoso diálogo pero a la vez es un diálogo con un final duro y triste, por que no siempre estamos dispuestos a darlo todo por alcanzar lo que anhelamos. El diálogo del Evangelio nos muestra una realidad que cada día es más habitual entre nosotros: queremos todo pero no estamos dispuestos a entregar todo, sin saber que siempre Dios nos da mucho más de lo que le entregamos.
Cuando el corazón ha descubierto un camino y busca un fin no descansará hasta llegar a él, pero es nuestra inteligencia la que no le deja recorrer el Camino para llegar a ese fin, porque no estamos preparados para renunciar a los otros dioses a los que adoramos.
Sí, lamentablemente, com el pueblo de Israel día a día entregamos nuestras vidas a otros dioses, y dejamos de lado lo que nuestro Dios nos ha mostrado como Camino a seguir. Por que las exigencias de los "dioses de otros pueblos" son menores que las del nuestro, por eso los seguimos a ellos y no a nuestro Padre Todopoderoso, al que volvemos cuando descubrimos que las promesas de los otros no se cumplen.
En más de una oportunidad el Señor nos ha dicho: "vende todo lo que tienes y sígueme", pero en más de una oportunidad no he querido hacerlo, por eso, como en el evangelio he dado media vuelta y triste volví a mi realidad.
Para muchos puede ser este un evangelio que hable de una vocación a la vida consagrada, por eso: vende todo lo que tienes. Y sí, una visión es esa. Pero para todos nosotros los que hemos sido consagrados a Dios en el bautismo, se nos pide lo mismo: vender nuestras pertenencias, vaciar nuestro corazón de nuestro egoísmo, vanidad, egocentrismo, y de todo lo que nos ata a nosotros mismos para poder escuchar lo que Dios nos tiene que decir. Porque necesitamos escucharlo. Porque necesitamos encontrar el Camino. Pero tenemos miedo de perder lo que tenemos, porque no creemos que Él nos colme con su Gracia, porque no creemos que Él nos pueda dar lo que realmente buscamos. Y seguimos atados a otros dioses que nosotros mismos nos hemos fabricados, a nuestros miedos y temores, y permanecemos con el corazón triste, simplemente por no vender lo que tenemos y dejar que Dios nos enriquezca con sus dones.

Vende todo lo que tienes...

"En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
-«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? »
Es el deseo que anida en el corazón de todo hombre porque Dios nos ha puesto en él esa añoranza: la vida eterna, pues venimos de la eternidad y a la eternidad vamos, y cada uno la busca sin darse cuenta. A muchos se nos ha dado la gracia de poder saber que ese anhelo es un anhelo de Dios, y se nos ha concedido la Gracia de la Fe para poder saber por dónde buscar y a quién preguntar, por eso el Evangelio de hoy es un hermoso diálogo entre uno de nosotros con Jesús.
Es un hermoso diálogo pero a la vez es un diálogo con un final duro y triste, por que no siempre estamos dispuestos a darlo todo por alcanzar lo que anhelamos. El diálogo del Evangelio nos muestra una realidad que cada día es más habitual entre nosotros: queremos todo pero no estamos dispuestos a entregar todo, sin saber que siempre Dios nos da mucho más de lo que le entregamos.
Cuando el corazón ha descubierto un camino y busca un fin no descansará hasta llegar a él, pero es nuestra inteligencia la que no le deja recorrer el Camino para llegar a ese fin, porque no estamos preparados para renunciar a los otros dioses a los que adoramos.
Sí, lamentablemente, com el pueblo de Israel día a día entregamos nuestras vidas a otros dioses, y dejamos de lado lo que nuestro Dios nos ha mostrado como Camino a seguir. Por que las exigencias de los "dioses de otros pueblos" son menores que las del nuestro, por eso los seguimos a ellos y no a nuestro Padre Todopoderoso, al que volvemos cuando descubrimos que las promesas de los otros no se cumplen.
En más de una oportunidad el Señor nos ha dicho: "vende todo lo que tienes y sígueme", pero en más de una oportunidad no he querido hacerlo, por eso, como en el evangelio he dado media vuelta y triste volví a mi realidad.
Para muchos puede ser este un evangelio que hable de una vocación a la vida consagrada, por eso: vende todo lo que tienes. Y sí, una visión es esa. Pero para todos nosotros los que hemos sido consagrados a Dios en el bautismo, se nos pide lo mismo: vender nuestras pertenencias, vaciar nuestro corazón de nuestro egoísmo, vanidad, egocentrismo, y de todo lo que nos ata a nosotros mismos para poder escuchar lo que Dios nos tiene que decir. Porque necesitamos escucharlo. Porque necesitamos encontrar el Camino. Pero tenemos miedo de perder lo que tenemos, porque no creemos que Él nos colme con su Gracia, porque no creemos que Él nos pueda dar lo que realmente buscamos. Y seguimos atados a otros dioses que nosotros mismos nos hemos fabricados, a nuestros miedos y temores, y permanecemos con el corazón triste, simplemente por no vender lo que tenemos y dejar que Dios nos enriquezca con sus dones.

domingo, 16 de agosto de 2015

Tener Vida en Cristo

"En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
- «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí:
- «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
No es que sigamos pensando como los judíos de aquella época en ¿cómo puede darnos a comer su carne?, porque para ellos era difícil comprender que podían comer la carne de ese hombre que estaba frente a ellos. En realidad no podían comer su carne, porque Él estaba vivo frente a ellos, era algo ilógico e impensable, por eso se les hacía difícil comprender esas palabras y el sentido de lo que Él estaba diciendo.
Pero de eso ya pasaron más de 2000 años, pero aún seguimos, los cristianos sin entender que sólo tendremos vida si nos alimentamos con Su Vida, que sólo podremos ser Fieles a la Vida si comemos Su Carne y Bebemos Su Sangre. No hay otra manera para el cristiano de tener vida en santidad si no nos alimentamos de la Vida de Cristo.
Por eso la Sabiduría nos dice hoy: «Los inexpertos que vengan aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: "Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia." Sí, en el orden de lo espiritual y sobrenatural, y en orden a la santidad somos inexpertos, somos imprudentes: no tenemos experiencia de lo que debemos hacer y de cómo vivir, por eso necesitamos de la sabiduría que nos ilumine y nos haga comprender, para que con el Don de la Prudencia podamos tomar las decisiones más oportunas y justas en el día a día.
Porque, en el día a día, muchas veces no somos ni sabios ni prudentes para tomar nuestras decisiones, es decir, para que nuestras decisiones sean coherentes con la vida en santidad que, como cristianos, tenemos que vivir. Así San Pablo nos ilumina y nos dice:
"Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos.
Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere.
No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu.
Recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor".
Quizás algunos digan: "yo no tomo vino ni me emborracho", no de vino, sino de otras tantas cosas que con las que tapas y ocultas la verdad de que no estás en Dios, de que lo que estás viviendo no la Fidelidad a la Vida en Santidad, sino que estás dejando de lado todo aquello que una vez viviste o intentaste vivir.
Sí, hoy nos aturdimos de muchas cosas: ruidos, música, trabajo, exigencias, y más cosas para no tener silencio que nos lleve a pensar que nuestra vida está sin el sentido que necesita, que nuestra vida está vacía de Dios, de todo aquello que un día soñé, conocí, busqué, viví.
Y así, Jesús hoy nos vuelve a decir:
«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día".
Quizás hoy tenga que ser el último día de mi vida incoherente, de mi vida vacía, y si me acerco a Él, si recibo su Carne y bebo Su Sangre encuentre de nuevo el Camino de la Vida, vuelva a gustar el sentido de la Fidelidad a la Vida en santidad que Él me regaló con su muerte y resurrección.

sábado, 15 de agosto de 2015

El gozo de la Madre, el gozo de los hijos

Si bi"María dijo:
-«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación".
Es algo que no puedo resistir: emocionarme con el Magnificat. Me parece algo demasiado hermoso en labios de María, y, también, en los labios y en los corazones de cada uno de sus hijos.
Si bien cada una de las estrofas y de las frases del Magnificat son de una riqueza muy profunda, las que más me impresionan son las dos primeras, pero más que nada el comienzo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Hay tanto gozo en el corazón de María desde el momento de la Anunciación que no puede no decirlo, no anunciarlo. Cuando el Espíritu Santo vibra en su corazón, sus labios no dejan de cantar las maravillas de Dios, y a la vez no deja de alegrarse por reconocerse pequeña frente a Dios, porque en esa pequeñez Dios la ha colmado de su Gracia: ¡Alégrate llena de Gracia!, le dijo el Ángel.
Y ¿por qué ha quedado este hermoso canto escrito como Palabra de Dios? Para que nos ayude cada día a descubrir la grandeza del Señor en nuestras vidas. Sí, porque el día a día nos tapa muchas las maravillas que hay en nosotros, las maravillas que Dios ha realizado en nosotros y por nosotros. Porque el día a día tiene nubarrones, tiene cansancios, tiene oscuridades, tienes desencuentros, desesperanzas, desilusiones, porque hay mucho silencio en el corazón y nos parece que Él no nos habla, por todo eso y por mucho más necesitamos que María, nuestra Madre, nos diga bajito al corazón: el Poderoso ha hecho obras grandes por ti: su nombre es Santo, que se alegre tu corazón porque ha mirado tu pequeñez y quiere regalarte el gozo de su Espíritu para que en todo momento te des cuenta de las maravillas que hay en tu vida.
Creo que hoy es un buen día para volver a cantar con María el Magnificat, para dejar que el Espíritu Santo nos ayude a que las Palabras de la Madre iluminen nuestro día y nuestra vida, que la pequeñez de María, su disposición a la Voluntad de Dios, inunden nuestro corazón y nos hagan como Ella alegres y gozosos en la aceptación de la Voluntad de Dios.

viernes, 14 de agosto de 2015

El martirio de la fidelidad a Dios

San Maximiliano Kolbe, un gran hombre que entregó su vida por uno de sus hermanos, una muestra más que el amor fraterno es posible cuando se vive el Amor cristiano, cuando le cristiano se centra en Dios puede mirar más allá de sí mismo y entregar su vida por sus hermanos.
Y el martirio es el llamado cotidiano que nos hace el Señor a cada uno, porque el "negarnos a nosotros mismos" es nuestro martirio cotidiano, porque representa una muerte cotidiana para poder aceptar la Voluntad de Dios. Si no estamos dispuestos a morir a nosotros mismos no podremos nunca llegar a alcanzar la Vida que el Padre quiere para nosotros, pues el Camino que conduce a la Vida lleva implícito la muerte a uno mismo para poder aceptar Su Voluntad: "Padre, que no se haga mi voluntad sino la Tuya", le dijo Jesús al Padre en el Huerto de los Olivos.
Muriendo a nosotros mismos es como podemos escuchar la Palabra de Dios y aceptar lo que en Ella Dios nos dice. Porque la aceptación de la Palabra de Dios, como lo que es: Palabra de Dios, nos exige un acto de fe, porque aunque sepamos que la escribió un hombre, creemos que fue inspirado por Dios y que es Dios mismo quien nos habla, así cuando la leemos en la Misa siempre decimos: Es Palabra de Dios - Te alabamos, Señor.
Y con esa misma fe leemos y aceptamos, aunque muchas veces no entendamos el por qué Dios nos pide vivir de esta manera.
Con esta misma fe aceptamos los cristianos esta realidad que hoy Jesús nos plantea en el Evangelio: la indisolubilidad del matrimonio, porque aunque en el Antiguo Testamento existía el divorcio, Él elevó el matrimonio a la categoría de Sacramento y le otorgó el Don de la indisolubilidad. Por eso, cuando el varón y la mujer se unen ante Dios con el sacramento del matrimonio, esa unión es para toda la vida.
Hace unos días el Papa Francisco volvió a aclarar que los separados vueltos a unir o a casar por lo civil no están excomulgados, sino que si bien no pueden acceder a la Eucaristía y a la Reconciliación, pueden participar de toda la vida eclesial. Su comunión no es plena, porque al estar unidos a otra persona sin el vínculo sacramental del matrimonio no pueden confesar el pecado de adulterio, pues no está el deseo de cambiar de situación, y por eso mismo no pueden acceder a la Comunión.
Sí, es una realidad muy dura y muy dolorosa para los que la viven y para los que debemos predicarla, pero es nuestra fe y creemos que la Palabra de Jesús es Palabra de Dios, y esa Palabra no puede modificarla ningún hombre sobre la tierra. Por eso rezamos por cada uno de ellos para que puedan encontrar la fuerza para aceptar esta realidad, y puedan ofrecer, cada día, el dolor de su corazón para fortalecer su nueva unión y la fidelidad en el amor.
Cada uno de nosotros llevamos una Cruz del martirio, y cada uno de nosotros necesitamos del amor del hermano para poder alcanzar la meta. Por eso no nos desanimamos sino que buscamos la Gracia por la Comunión física en la Eucaristía o con la Comunión Espiritual, pero nunca dejamos de caminar hacia la meta.

jueves, 13 de agosto de 2015

Perdonar para ser perdonado

"En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
-«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
-«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete".
Siempre que preguntamos obtenemos respuesta, aún en los casos en los que nos queremos hacer los mejores, los más listos o hasta los más inteligentes. Cuando a alguien le preguntamos algo es porque no lo sabemos, salvo cuando queremos sacarle a alguien verdad por mentira, o queremos que sólo se ensucie con las respuestas. Pero, cuando intentamos ser honestos y vivir en la Verdad, preguntamos para saber cómo Caminar.
Pedro, supongo, no tenía intención de hacer que Jesús caiga en una mentira, sino que creía que él estaba en lo cierto, porque perdonar hasta 7 veces ya es una barbaridad, Si nos cuesta perdonar 1 vez, dos tal vez, pero siete ya es un número más que suficiente.
Pero, claro, Jesús nunca se queda sin darnos respuestas. Otra cosa es que queramos escucharla. Pero nunca nos deja sin respuestas. Y con esta respuesta nos mató. ¿70 veces 7? Pero no lo dejó reaccionar a Pedro y por eso le contó la parábola del Rey que perdonó la deuda a su súbdito.
Por que ¿a quién no le gusta que le perdonen? A todos nos gusta que nos perdonen, y cuando no sentimos el perdón de alguien, aunque queramos decir que estamos bien, no lo estamos, no nos sentimos bien si alguien no nos ha perdonado. Incluso cuando no hemos pedido perdón o andamos haciéndonos los duros para no perdonar.
Y en este evangelio hay dos cosas que siempre van unidas: el perdón y la justicia. Porque Jesús bien lo explica que el Rey perdonó, pero al ver que el perdonado no perdonaba le quitó el perdón y lo condenó. Y, claro, nos va a surgir la pregunta ¿pero no hay que perdonar tantas veces? Y por eso Él mismo nos hace repetir tantas veces: perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Si no se perdonar, si no me dispongo a perdonar a mi hermano ¿por qué pido perdón? Cuando, he experimentado el gozo de ser perdonado ya mi corazón está pronto a perdonar, pero cuando experimento que estoy en mi derecho de que me perdonen, o no siento que me tengan que perdonar por nada (gracias a nuestra soberbia) vivo sin tener que perdonar a nadie, por eso la Gracia del Perdón no llega a mi corazón, porque no pido perdón de corazón, ni doy el perdón de corazón.
Y la segunda cosa es que el perdón, para mí, está asociado al amor. Cuanto más amo más puedo perdonar y ser perdonado, porque cuando no amo no me interesa perdonar a nadie ni que me perdonen, porque no quiero estar con la otra persona. Y eso también nos pasa con Dios, cuando menos lo amamos menos le pedimos perdón por ofenderlo y más nos alejamos de Él.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Corrección fraterna, una hermosa responsabilidad

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano...".
"Eres responsable de tu hermano" le dijo Dios a Caín, ya en el Antiguo Testamento, y así lo vuelve a ratificar Jesús al hacernos, también, responsables de la vida espiritual de nuestros hermanos. Una responsabilidad muy fuerte y muy seria, porque no sólo hablamos de la vida física de nuestros hermanos, sino de la vida espiritual. Responsabilidad seria porque no sólo implica que debo llamarle la atención por su conducta, sino que debo actuar en coherencia con lo que estoy diciendo y haciendo.
Además es algo que si bien nos gusta hacer con los demás, no nos gusta que lo hagan con nosotros, tengamos el temperamento que tengamos. Nos produce cierta sensación de dolor el escuchar que nos están corrigiendo nuestra manera de actuar, nuestra manera de proceder, porque en el fondo nos molesta saber que nos estamos equivocando y, sobre todo, tengo que aceptar que otro me diga que estoy haciendo mal lo que yo creo que estoy haciendo bien.
Ya desde pequeños, y más de adolescente nos molestaba que nos corrigieran nuestros padres o nuestros profesores. Más aún cuando somos adultos maduros, que creemos que ya sabemos todo y que no necesitamos que nadie venga a decirnos nada, y menos que venga a darme lecciones de lo que tengo que hacer o cómo hacerlo.
Claro que sólo vemos la parte del dolor: me están corrigiendo porque me equivoqué y eso duele. Por eso tenemos que mirar la otra parte: Jesús me dice que lo haga para "salvar a mi hermano". Y en esas pocas palabras hay muchas cosas implicadas: hay una vida que tengo que salvar, la vida espiritual, no vienen a mí porque sólo quieren herir mi orgullo, hacerme notar mi error, sino que lo que importa es que si sigo por ese camino perderé mi vida y Dios y mi hermano no quieren que pierda mi vida. ¿No es acaso eso importante y hermoso: que vigilen y me ayuden a encontrar el camino para madurar mi vida espiritual?
Y, por otro lado, es un acto de amor, porque dice: "salvar a tu hermano", ese alguien no es cualquiera es alguien con quien comparto lo más importante de mi vida: mi familia, en este caso la familia espiritual, no sólo la familia de sangre, sino la familia que nace en la Fuente Bautismal. Y eso me da la pauta que queremos vivir en el mismo Camino. Somos hermanos porque tenemos el mismo Espíritu que nos guía y nos ayuda a Caminar hacia la santidad, y en ese Camino no siempre vemos con claridad, por eso como hermano ayudo a mis hermanos, y mis hermanos me ayudan a mí.
Por eso es tan importante la corrección fraterna, porque día a día me hace mirar hacia afuera, hacia mis hermanos para acompañarlos en el caminar, porque yo, como ellos, soy un instrumento de Dios para acompañarlos en el Caminar diario, para hacerles ver no sólo cuando se equivocan en el camino, sino también cuando van caminando bien. La corrección fraterna es para corregir y también para alentar, no nos olvidemos que también tenemos que estar atentos para alentar y agradecer cuando se Camina bien, esa también es la función del hermano.

martes, 11 de agosto de 2015

No somos dioses, somos niños

«¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos..."
Desde el día del pecado original el hombre, varón y mujer, tenemos una debilidad muy grande, lo que nos llevó al pecado original: ser nuestros propios dioses, queremos ser grandes y los más grandes de todos. La desobediencia primera fue lograda gracias a ese deseo:
"Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es.»
A partir de ese momento siempre hemos querido ser grandes, ser como dioses, pero no hemos sabido cómo manejar nuestros deseos y cada día que pasa se intensifica la "guerra" entre nosotros mismos para ver quién puede ser más grande y más poderoso.
Pareciera que no nos damos cuenta el daño que vamos causando en esta carrera de querer tener más, de querer tener más poder, de ser más fuerte que nuestro vecino, hermano. Y en el camino vamos dejando vidas destruidas por el sólo hecho de no pensar en los demás, de no detenernos a pensar hacia dónde vamos.
Y Jesús hoy nos dice que no es más grande quién puede más, sino quien siendo grande se hace pequeño ante Dios, pues en el espíritu, como en la vida, nunca podremos sobrepasar la sabiduría que los años han dado a los padres, y los hijos siempre seguirán siendo hijos, aunque quieran alejarse de sus padres.
La infancia espiritual no va en detrimento de nuestras capacidades, de nuestra libertad, ni de nuestra personalización. Todo lo contrario. Los que hemos elegido el Camino de la Santidad que nos ofrece Dios, tenemos que entender que no podemos caminar en dos carriles que no son paralelos, sino que van hacia fines diferentes: el mundo y Dios.
La infancia espiritual de la que nos habla Jesús hoy es el Camino de la confianza y el abandono que nos hace descubrir nuestra propia necesidad de sabernos cobijado, amparados y guiados por la Voluntad de Dios. Sí, no es fácil para un adulto dejarse guiar por Dios, por que creemos que sabemos todo y que nuestras decisiones son buenas y seguras, pero el Señor que sabe quiénes somos nos brinda su mano y quiere que nos dejemos guiar para que podamos alcanzar lo que anhelamos: la plenitud de nuestra vida, de nuestro ser.
Si pudiéramos escuchar más a Dios, si pudiéramos aceptar más Su Voluntad, descubriríamos que podemos llegar a construir no sólo una vida más plena, sino que seríamos constructores de una nueva sociedad que mire más a la dignidad de las personas, que busque más el bien común, que ayude a que el Don de la Vida sea el máximo bien a salvar y cuidar, que descubra que si no cuidamos el medio que nos rodea nos vamos descuidando a nosotros mismos, y que toda la creación merece que la cuidemos porque toda la creación está en nuestras manos para que cada vida, sea animal, vegetal o humana:
"En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios- Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo".

lunes, 10 de agosto de 2015

Somos libres hasta para no ser

"Hermanos:
El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso..."
¿Por qué somos tacaños al darnos en nuestro día a día? Y no habla san Pablo de la entrega a Dios, sino en general. Nos va dando pautas de cómo usamos nuestra libertad en el día a día, porque el darnos es un acto libre del hombre, de cada uno. El qué hacemos con nuestra vida es un acto libre de cada varón y de cada mujer. En qué nos realizamos y el cómo lo hacemos es una decisión libre de cada uno. Todo depende de cómo nos hemos educado, a quién hemos escuchado y cómo hemos reaccionado a lo que hemos aprendido.
"Por los frutos los conoceréis", nos dice el Señor. Y así es, en la medida en que vamos viviendo, en que vamos creciendo, en que nos vamos mostrando a los demás se va descubriendo qué es lo que creemos, en quién creemos y a quién le hemos entregado nuestra vida.
No hace falta ser muy sabio, ni muy docto para descubrir el por qué cada uno vive como vive, ni de dónde han sacado las ideas que expresa, porque en todas las cosas que hacemos vamos dejando parte de lo que somos, vamos dejando nuestra impronta, nuestra firme.
Pero, además, San Pablo nos ayuda pensar que en la medida en que nos entreguemos a los demás, en esa misma medida hemos de recibir. Hoy en día, por lo general, somos muy egoístas en el pensar o mercantilistas, porque lo primero que pensamos es en lo que vamos a recibir, nos mueve más la respuesta que vamos a obtener de lo que hagamos que el mero hecho de tener que hacer lo debido, el tener que ofrecernos simplemente a obrar el bien.
Seguro que siempre actuamos según nuestra conciencia, pero si decimos que somos cristianos, ¿no tendríamos que actuar según Cristo? ¿No deberíamos actuar y vivir según el Camino que nos dejó Jesús?
Por eso, cuando analizamos y miramos nuestro actuar y nuestra forma de entregarnos en el día a día, vamos a descubrir si, realmente, nuestra conciencia, nuestra libertad está iluminada por la Vida de Cristo, es decir, si me he dejado guiar por la Voluntad de Dios, por el Espíritu Santo o simplemente me llamo cristiano y hago lo que hace todo el mundo que no cree en Cristo. Por que si realmente he decidido seguir a Cristo, mi vida tiene que ser reflejo de la Vida de Cristo:
"El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.»
No dejemos que la libertad que nos ha dado el Padre sólo sirva para hacernos esclavos de una vida que no es de Dios.

domingo, 9 de agosto de 2015

No pongamos tristes al Espíritu Santo

"Hermanos:
No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final".
¿Por qué poner triste al Espíritu Santo? Es una hermosa frase de San Pablo, y una dolorosa realidad para nuestras vidas. Un podría pensar que puede ser difícil poner triste a Dios, pues el Espíritu Santo, también es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, pero como el Padre y el Hijo, con la misma dignidad y divinidad, por eso, como Persona que es se pone triste con nuestros actos.
El Espíritu Santo sabemos que es Espíritu de Amor, de Verdad, de Fortaleza por eso cuando nuestros actos son en contra de esa realidad se entristece en nosotros, no está Él actuando en nosotros, no porque no quiera, sino porque nosotros tenemos libertad para dejarlo actuar o no. Y cuando alguien está triste lo que menos quiere hacer es estar con alguien, así que a pesar de su Querer actuar en nosotros  no puede, porque nuestras intenciones y acciones van en contra de lo que Él es.
Así cuando no actuamos de acuerdo al Amor, a la Verdad, a la Justicia, a la Esperanza, simplemente Él no está con nosotros y en nosotros, y nos encontramos solos sin su ayuda: hemos perdido la comunión con el Espíritu y debemos volver a encontrarnos con Él, con su Gracia.
¿Cuando concretamente lo ponemos triste? También nos lo dice San Pablo en ejemplos concretos:
"Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo".
Es así que algunas veces, en este Camino de la Vida en Santidad, nos encontramos con Elías, cansados, abatidos y parece que nuestra vida está perdida y lo único que deseamos es dejarnos morir para no tener que sufrir más. Nos hemos alejado tanto de la Gracia de Dios que ya no tenemos las fuerzas necesarias para seguir andando.
Y como a Elías Dios no envía a los ángeles para que nos digan:
 «¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.»
Pero en muchas ocasiones estamos tan agobiados que no queremos reconocer que ahí está el Pan, que frente a nosotros está la oportunidad para recobrar fuerzas para seguir andando. Preferimos quedarnos con nuestras razones y seguir sin fuerzas a reconocer que los ángeles de Dios tienen razón, que debo alimentarme con el Verdadero Pan para volver a sentirme fuerte para seguir.
Dios siempre pone a nuestro alcance el alimento que necesitamos, pero no siempre lo vemos, o no siempre queremos ver cuál es la solución que Él nos da. Pareciera que nos gustara quedar sin vida, sin fuerzas, sin amor, sin esperanzas, mostrándonos doloridos por nuestras culpas y penas. Y sin embargo, día a día, al amanecer los ángeles vienen a nuestro encuentro y nos vuelven a señalar el lugar donde está el alimento para no desfallecer.
Y nuestra negativa a sus palabras sigue poniendo triste al Espíritu Santo que habita en nosotros.
Dejemos de lado nuestro orgullo y cerrazón y dejemos que los ángeles que Dios nos envía nos ayuden a encontrar el Camino para volver a alimentarnos como necesitamos, para recobrar fuerzas y seguir recorriendo el Camino de la Santidad.

sábado, 8 de agosto de 2015

No se puede amar a quien no se conoce

-«Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.
Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales".
Muchas veces escuchamos que: "no se puede amar lo que no se conoce" y por eso no podemos amar a Dios sobre todas las cosas porque, quizás, aún no lo conocemos como deberíamos. Seguro que decimos que creemos en Él, que hemos recibido el bautismo y todo eso. Pero amarlo "con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas" y que no haya nada en nuestra vida sobre Él. A veces nos falta un poco.
Claro porque no siempre "tenemos tiempo" para dedicarle a Dios o más aún no siempre nos han hablado de Dios como Persona, como Padre, como Hijo, como a alguien que hay que conocer para poder amar. Nos hablando de lo que hizo, nos enseñaron de memoria los mandamientos, parte de su vida. Pero no nos han enseñado a dialogar con Él, a saber escucharlo en el silencio, a poder interpretar los signos de su Amor por nosotros. Y eso, porque tampoco hemos sabido conservar el recuerdo de un Dios Persona, de un Dios Amor.
En nuestra memoria, como le pedía el Señor al Pueblo de Israel, no hemos conservado, quizás, lo mejor de Dios y no lo hemos repetido a los hijos, a los que quisieran y necesitaran escucharlo. O hemos repetido frases sueltas, aprendidas de memoria. Y eso es muy diferente a cuando alguien habla de la persona amada, no hablo de memoria hablo de experiencia, hablo con pasión, con ganas, a tiempo y a destiempo como dice San Pablo.
Y fijaos que parece algo sin importancia pero es muy lindo lo que Dios le pide al Pueblo de Israel: que cuando lleguen a la tierra prometida, para no olvidarse de las maravillas que él hizo por ellos, puedan tener siempre presente su nombre, por eso eso que los escriban en muchos lados para que, por donde pasen y cuando se miren a sí mismos (las manos y la frente) vuelva a recordar a Su Dios.
Es lo que hacemos cuando amamos a alguien, llenamos nuestras vidas con sus fotos, con sus recuerdos. Y cuando nos peleamos con alguien comenzamos a romper todas sus fotos y recuerdos. Y, sobre todo, cuando amamos a alguien su fotos y su recuerdo son lo que nos motiva cada día, lo que nos anima, nos llena el corazón de pasión y deseos de volver a encontrarnos, y así cuando nos encontramos no nos parece perder el tiempo, sino que es aprovechar cada segundo para seguir cultivando nuestro amor.
Así tendría que ser nuestra relación con Dios, por que lo conocemos lo amamos, y por que lo amamos no podemos alejarnos de Él, porque Él es la fuente y el sentido de nuestra vida, y todo minuto que pasemos con Él es un minuto aprovechado, porque Su Amor se transmite a mi vida y mi vida se llena de Su Amor.
Sí, no nos falta fe, nos falta tiempo para enamorarnos del Amor.

viernes, 7 de agosto de 2015

Reconocer para vivir en Él

"Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»
Creo que cada día reconocemos que el Señor es único Dios, es más cada día, reconocemos que Dios es Señor y Padre. Reconocemos que es un Dios Todopoderoso, creador de Cielo y Tierra. Siempre lo reconocemos y, cada domingo, lo decimos en alta voz en la misa dominical cuando recitamos el Credo.
Pero reconocer algo no es lo mismo que vivirlo, que llevarlo a la práctica cotidiana, porque en el día a día, el dueño y señor de mi vida soy yo, y no hay otro dios fuera de mí. Soy quien piensa, siente, quiere y hace lo que quiere, y que no me vengan con otras cosas, porque nada. A Dios no lo escucho, no me habla y por eso hago lo que quiero, porque si espero que me diga algo me va a decir lo que no quiero y, por eso, más vale que haga la mía.
Y es cierto, porque cuando nos ponemos cerca de Jesús, Él nos vuelve a repetir, una y otra vez:
«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?
¿O qué podrá dar para recobrarla?"
Es verdad, no hace atrayente el querer seguirlo, el querer estar con Él, porque lo único que no queremos es dejar de ser nosotros mismos, de hacer lo que tenemos ganas, y, sobre todo, de ir ganando posiciones para que cada día tenga más para no depender de nadie.
Y, sin hacerle caso al Dios Padre, Creador de Cielo y Tierra, le hago caso al Príncipe de este mundo que me va susurrando al oído y cada día me hace hacer más cosas, para no pensar en lo que debo hacer. Me va oscureciendo la fe para que, de a poco, me aleje, vaya perdiendo la conexión con Aquél que dio su Vida por mí. Poco a poco me alejo de Dios, aunque crea que estoy siendo fiel y obediente, poco a poco voy perdiendo la fe, la confianza, y así la Gracia no llega a mi corazón.
Creo que es suficiente recitar las oraciones, recitar un acto de fe, pero "la fe sin obras es muerta" y así día a día dejo de creer, de vivir en Dios, sólo porque no me di cuenta que Él no era el Señor de mi vida. Ahora, al mirar mi vida encuentro muchos lugares vacíos en los que sólo hice lo que quería, y lo que escuché que el Príncipe de este mundo me decía suavemente al oído. Y siento el vacío del no-ser, el vacío de no haber lograda la felicidad, ni la plenitud que buscaba. Simplemente viví, pero no dejé la huella que esperaba.
No basta sólo reconocer que el Señor del Señor, ni que Dios es mi Padre, ni que Cristo es el Salvador, seguro que es el primera paso, pero debemos dar más pasos en la misma dirección para que lo que Él nos ha prometido lo podamos alcanzar, pues el ciento por uno y la vida eterna se alcanzar recorriendo el Verdadero Camino que nos da Vida.

jueves, 6 de agosto de 2015

Él nos espera cada día

Dice San Pedro en su carta:
"Queridos hermanos:
No les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza".
Ellos tuvieron el privilegio de poder ver y escuchar lo que los profetas anunciaron por muchos siglos. Y nos lo transmitieron no porque tuvieran la obligación de hacer, aunque la tenían porque Jesús les dio la misión de hacerlo: Id por todo el mundo anunciando el Evangelio. Sino que transmitieron lo visto y oído porque les tocó el corazón y se los encendió en amor, un amor que traspasa el corazón y no queda otro camino que dar a conocer lo vivido.
Nosotros no hemos tenido la Gracia de escuchar y ver a Jesús (por lo general las visiones divinas no son frecuentes) pero sí hemos sido "tocados" por la Gracia de Dios que nos regaló el Don de la fe, y, aunque muchas veces, no "sintamos" a Jesús cerca, sabemos que Él siempre está a nuestro lado si nosotros nos quedamos cerca de Él.
Sabemos que Él está, pero no siempre estamos con Él, porque nuestra inconstancia no impide mantenernos en una cercanía tal que podamos "sentir" su presencia y gustar su realidad.
La fe, la cercanía a Jesús, y el alimentarnos con Él lo tendríamos que catalogar dentro de aquellas cosas que sabemos que nos hacen bien, pero que las usamos de cuando en vez, o de vez en cuando. Por que cuando nos acercamos a Él, cuando reflexionamos su Palabra, cuando hacemos oración nos sentimos muy bien, se llena nuestra vida de una Luz diferente, encontramos paz. Pero somos tan masoquistas que lo hacemos una vez, y cinco no.
Hay gente que te dice: "Sí, cuando voy a Misa me siento en paz, me da tranquilidad estar con Jesús". Y le preguntás: "y por qué no lo hacés más seguido". Y no tienen respuestas o sólo surgen argumentos.
Cuando Pedro, Juan y Santiago contemplaron la transfiguración del Señor en el monte quisieron hacer tres carpas, no para ellos, sino para Jesús, Moisés y Elías, para que se queden allí, y ellos poder seguir contemplando y recibiendo esa Luz, esa Paz que lo invadía todo y que llenaba sus corazones.
Nosotros no pensamos así, cuando descubrimos que estamos bien en la oración, en la reflexión de la palabra, en la participación de la Eucaristía, lo hacemos una vez, dos o tres, quizás, pero después vuelven las preocupaciones de todos los días, o como ya estoy bien, dejo de hacerlo. Hasta que vuelvo a lo mismo al agobio, a la impaciencia, a la oscuridad, al desasosiego...
"Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
-«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Cada día, en cada Misa, Jesús no sólo se transfigura, sino que por las transubstanciación de hace Vivo y Real en la Eucaristía, ¿no podría pensar o querer lo mismo que Pedro? Pero Jesús ya tiene su Carpa en la Iglesia, es el Sagrario y todos los días del año me está esperando para volver a darme aquello que mi alma necesita.
No lo dejemos solo para no estar solos.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Cómo soy ante Dios?

El Evangelio de hoy es una hermosa lectura para ir meditando paso a paso todo lo que nos va narrando, las actitudes y situaciones de cada uno de los integrantes, y de cómo reaccionan frente al hermano.
La mujer cananea, que no pertenece al Pueblo de Israel, sabiendo y conociendo la fama de Jesús, viene en busca de un milagro para su hijo. Agobiada por el dolor y la necesidad salta la barrera ante los judíos y se acerca a Jesús. Viene a los gritos entre la gente para poder ser escuchada, pero Jesús sigue su camino. Los gritos no conmueven su corazón.
Los apóstoles  cansados de escuchar los gritos de la mujer, sin conocerla, sin saber quién es, ni qué problemas tiene, quieren hacer que ella se calle, por eso intervienen y le piden a Jesús que la atienda. Ellos no querían que hiciera el milagro, simplemente que se callara, ya no soportaban sus gritos. Aunque es una actitud egoísta de no querer ser molestado, pero para que deje de molestar intercedo. Y en cambio reciben una dura respuesta de Jesús: a ella no puedo escucharla, no es del Pueblo de Israel.
¿Por qué responde tan duramente Jesús? ¿Ha dejado de ser misericordioso? ¿Ya no quiere escuchar el grito afligido de la gente? No, a Jesús no se le conquista gritando, se le conquista por la fe, por la humildad. Por eso lo que Él intenta es que ella se de cuenta de lo que pide y a quién se lo pide. Y ella acepta el desafío de hacerse pequeña y necesitada, deja de gritar y hace una confesión de su fe y de su necesidad. Es el acto de docilidad y humildad, que van unidos a la fe en Jesús, lo que permite el milagro.
"Jesús le respondió:
-«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
¿Con qué personaje nos asemejamos? ¿Nos damos cuenta que no somos tan dóciles al Señor? ¿Queremos obligar a Jesús a obrar milagros? ¿Nos molestan nuestros hermanos con sus peticiones y sus situaciones? ¿Somos capaces de humillarnos frente a Dios para que Él obre el milagro?
El milagro es dejarnos invadir por el don de la Fe para que Dios pueda transformar nuestro corazón, y hacerlo más semejante al suyo, para que como Él pueda amar y entregarse en Fidelidad constante a Su Voluntad.

martes, 4 de agosto de 2015

Caminar sobre el mar de la vida

"Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
-«¡ Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! »
Hay cosas, situaciones que en la vida nos producen miedo, temor, nos dejan paralizados, más cuando son situaciones nuevas que estamos viviendo o creemos que vamos a vivir. Los apóstoles nunca habían visto a Jesús caminar sobre el agua, y sin saber qué era se asustaron.
¡Cuántas veces nos pasa lo mismo! Nos asusta que el Señor venga a nosotros de un modo que no lo esperamos. Nos asusta que el Señor nos muestre algo de nuestra vida que no esperábamos ver. Nos asusta pensar en lo que Dios nos pueda pedir y en lo que tengamos que entregarle.
Y sin embargo, una y otra vez, Él nos vuelve a repetir:
¡Ánimo, no tengáis miedo! Sí, lo tenemos que reconocer tenemos miedo, aunque no lo expresemos o lo queramos ocultar bajo mil caras, tenemos miedo de aquello que desconocemos de nosotros mismos, pero también tenemos miedo de aquello que conocemos y creemos que nunca lo podremos remediar.
Y Él vuelve y nos dice: ¡Ánimo, no tengas miedo!
Es cuando tenemos que abrir los ojos del corazón para descubrir que es El Señor quien viene a nuestro encuentro, porque lo necesitamos porque Él sabe que sin Él no podemos hacer nada, incluso aquello que tanto anhelamos, no podremos lograr sin Él.
Y por eso, al reconocerlo suscita en nosotros ese deseo casi irracional de decirle: "Si eres Tú, mándame que ir hacia Tí caminando sobre el agua". Toda una hazaña ¡qué valor! Y Jesús podría haberle dicho a Pedro como le dijo a Juan y Santiago: no sabes lo que pides. En cambio le dijo: Ven.
Y Pedro con arrojo y valor, y con un poco de insensatez bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua, pero al instante le entró nuevamente el miedo y comenzó a hundirse: ¡Señor sálvame! Y el Señor le tendió la mano: ¡Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?
Sí, entre el miedo y la duda muchas veces nos dejamos hundir en el mar de la desesperanza, de la angustia, del dolor, del no poder comprender el por qué de todo esto. Pedro tomó la sabia decisión de dejar de lado su orgullo y decidió reconocer su error: ¡Señor, sálvame!
No hacen falta grandes penitencias para recibir la mano tendida del Señor, sino que basta que me de cuenta que sólo no puedo caminar sobre este mar tan tempestuoso que es mi propia alma, porque mi alma está sacudida no sólo por los vientos del mundo, sino también por las tempestades de nuestra propia imperfección, de nuestros defectos y pecados, y Satanás se sirve de ellos para que no decida nunca saltar de la barca y llegar hasta el Señor.
Sí, quizás nos haga falta la inconsciencia de Pedro, o la confianza de Pedro también, para desear ir con Él, aunque sea caminando o queriendo caminar sobre el mar tempestuoso. Pero para ello necesitamos dar el primer paso y tender la mano, no mirar nuestras aguas sacudidas y revueltas, sino mirar a los ojos de Aquél que cada día extiende sus brazos en la Cruz para que me mantenga a salvo y en pie sobre las aguas del mar de la vida.

lunes, 3 de agosto de 2015

Dadles vosotros de comer

"Jesús les replicó:
-«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Los apóstoles, por lo menos se dieron cuenta que la gente estaba cansada y con hambre, les surgió una preocupación hacia la gente. Eso bueno, y es lo que hoy tenemos que intentar, también, hacer: descubrir qué es lo que los otros necesitan. Pero estamos tan ocupados y preocupados por nosotros mismos que no somos capaces de mirar hacia los demás, salvo que los demás estén bajo el mismo techo y sus problemas afecten mi vida.
Estos tiempos modernos que estamos viviendo nos han vuelto demasiado egocéntricos y egoístas, pues la vida gira en torno mío y para mí, sin tener necesidad de preocuparme de los demás. Aunque haya muchas campañas publicitarias de las catástrofes del hambre, de las enfermedades, de los desastres meteorológicos, de las guerras, sí aportamos para esa gente que está lejos de nosotros, sí somos solidarios ante los desastres.
Pero... miramos al que está a mi lado para ver si necesita algo? Somos capaces de extender la mano para alentar al desalentado, para darle esperanza al desesperanzado, para alegrar el día al que está triste?
¡Dadle vosotros de comer! Pero para darle de comer tengo que saber que tiene hambre, pero si no estoy atento a la vida de mi hermano, de mi prójimo que está próximo a mí ¿cómo voy a saber si tiene hambre? Y es de ese prójimo próximo de quien también me tengo que ocupar.
Pero también tengo que ocuparme de mi vida! Claro! Por supuesto que tienes que ocuparte de lo que a tí te pide el Señor, pero también tienes que ocuparte de tu hermano.
Por que a veces pasamos por el día sin pensar en nuestros hermanos, en aquellos que están a nuestro lado, en aquellos que sabemos que necesitan de mí, y, quizás no porque tengan sufrimiento o dolor, sino que necesitan de mí solamente porque me quieren, porque necesitan que alguna vez tome la iniciativa de ir hacia ellos. Por que el mayor hambre que tenemos que saciar el hambre del Amor, y no del amor a uno mismo porque de ese estamos empachados, sino del hambre del amor compartido y vivido entre hermanos.
No dejemos que las ocupaciones y las preocupaciones de todos los días nos impidan dar amor a quienes amamos, porque cuanto más amor damos más amor recibimos.

domingo, 2 de agosto de 2015

Nuestros caprichos nos hacen olvidar el Amor que nos tiene

Si miramos el devenir del Pueblo de Israel, vamos a poder ver y descubrir también, nuestro propio devenir, nuestro propio ir y venir en la vida. En este momento que nos narra el libro el Éxodo vemos cómo el Pueblo se rebela porque no tenían la carne y la cebolla que comían en Egipto, aunque cuando estaban en Egipto clamaban por la libertad porque la esclavitud los estaba matando.
Es que nunca estamos conformes con nada, siempre nos falta algo más, cuando estamos aquí queremos estar allá, y cuando estamos allá añoramos estar aquí. Si le pedimos a Dios algo y no nos lo da es mezquino y no nos escucha, si nos da y no es lo que pedimos, tampoco nos quiere. Somos inconformistas por naturaleza, el pecado nos ha dejado con tantas huellas malas en nuestra vida que nunca nos podremos librar de ellas. Y, por suerte, eso Dios lo sabe. Sabe el Padre cómo somos los hijos.
Lo mismo le pasó a Jesús con su gente:
«Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros".
Claro que lo buscamos por necesidad, lo buscamos por que nos alimenta, porque nos sostiene, nos lo que necesitamos. Pero algunas veces no le creemos tanto, porque lo que nos pide no es tan bueno. Otras veces le exigimos signos y milagros para probar su verdadero amor por nosotros, sin darnos cuenta que el mayor de los milagros y el más grande de los signos lo tenemos en la Cruz: no hay amor más grande que dar la vida por los amigos, y aún sin conocernos y sin conocerlo Él dio su Vida por nosotros. Y ¿seguimos necesitando un signo de su Amor? ¿Seguimos exigiendo que nos muestre que nos ama?
Si todo va bien Dios es bueno, todo Bondad, Amor, Verdad y todo lo demás que quiero decirle. Pero cuando no todo va bien y me parece que no me escucha lo bajo de su Trono y nada de bueno tiene este Dios, porque no escucha, no atiende mis pedidos, ¡no hace lo que quiero! Y por eso le exijo signos y milagros para que muestre que realmente es un Dios que me ama ¡vaya hijo que somos!
"Le replicaron:
- «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."»
Jesús les replicó:
- «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Y ese es el mayor de los signos y el más grande de los milagros, que cada día Él se vuelve a entregar por Amor a nosotros y nos da Su Vida en la Eucaristía, nos da el Verdadero Pan del Cielo, Su Vida, Su Sangre, Su Alma, Su Cuerpo y Su Divinidad, en un simple trozo de Pan que nutre nuestra vida para que tengamos Vida y Vida en abundancia. Esa Vida entregada y recibida, para que crezca en cada uno ha de ser una Vida Compartida y Vivida, Él viene a nosotros para que estemos con Él, vivamos con Él y viviendo para Él nos entreguemos por Amor a nuestros hermanos.
¿Hay mayor milagro que una Vida Plena en el Amor? ¿Hay mayor milagro que sentirnos alimentados por la Vida de aquél que se entregó por amor en la Cruz?

sábado, 1 de agosto de 2015

No seamos herodianos

Este pasaje de la muerte de Juan Bautista siempre me parece (a pesar del acontecimiento) interesante para meditar, porque nos habla de la actitud que tenemos frente a los demás. Herodes en cierto sentido apreciaba a Juan Bautista, aunque le cantaba las cuarenta en la cara, pero no quería hacer nada porque la gente lo tenía por profeta, y, en cierto sentido, le apetecía escucharlo.
Pero todas nuestras convicciones o formas de ser cuando estamos frente a algunas personas cambian, somos tan "astutos" que intentamos adecuarnos al entorno y, por eso, más de una vez, dejamos de ser quienes somos para parecer quienes no somos.
Sí, somos muy camaleónicos para no querer "desentonar" o para no tener que andar dando explicaciones de lo que hacemos y por qué lo hacemos. Claro que esto sólo le pasa a los que intentamos vivir una vida santa, una vida de fe, una vida en la que tenemos como principio el evangelio, la oración, la eucaristía.
Como para el mundo la fe es algo que no tiene sentido, y para la mayoría (incluidos católicos) es lo que tienen que hacer las mujeres y los mayores (que para eso tienen tiempo) el resto vivimos de las oraciones de los otros.
Siempre recuerdo aquella anécdota que me contaba una amiga. Sus hijas en la adolescencia y juventud habían renegado de Dios, se habían declarado ateas y agnósticas, e, incluso muy en contra de la vida de su madre. Pero, cuando llegaban los exámenes en el cole o la universidad le pedían a su madre que le rezara y le encendiera una vela a la Virgen para que les fuera bien.
Tonterías que tenemos los hombres creer que si creemos y mostramos nos mostramos hombres de fe vamos a ser más débiles que los que no la poseen. Por eso ante cierta gente nos volvemos ateos o agnósticos, para no parecer débiles o para que no nos comiencen a tirar con basura anticlerical o antiiglesia.
Ese fue el motivo por el que Juan Bautista perdió la vida: la tontería humana de querer quedar bien ante los demás.
Por que los que viven sin fe, sin Dios, sin nada, ellos bien que hacen bandera de lo que viven, porque viven orgullos de ser como son y ¿por qué nosotros no vamos a estar orgullos de ser cristianos? ¿Por qué ocultamos nuestra alegría de ser hijos de Dios? ¿Por qué no hablamos de lo que sentimos cuando rezamos o cuando vamos a comulgar? ¿Por qué nos callamos ante los abusos de los demás?
No seamos herodianos que vamos matando nuestra fe cada vez que nos encontramos con quienes no tienen fe, si hemos sido llamados a ser Luz por nuestra vida de fe, no la ocultemos. Simplemente vivamos orgullosos de haber sido llamados por Dios a la santidad, y por eso nos alimentamos con la oración y los sacramentos, e intentamos llevar una vida coherente con el evangelio.