domingo, 31 de mayo de 2015

Reconoce que el Señor es el único Dios

Para los que hemos sido bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Dios Padre por medio de Moisés nos dice hoy:
"Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»
¿Por qué reconocer el Señorío del Señor en nuestras vidas? Por que es nuestra realidad, es nuestra verdad, es nuestra vida: es Él quien nos ha dado la vida, es Él quién nos ha llamado a la Vida, es Él quien nos ha dado la vida en el Espíritu.
Pero no nos pide que lo reconozcamos como Señor de nuestras vidas por que Él necesite de nuestra alabanza y nuestra gratitud o reconocimiento, Dios seguirá siendo Dios aunque nosotros queramos negarlo o lo neguemos, pero al no reconocerlo no obtendremos de Él aquello que necesitamos para vivir la coherencia de nuestra fe, y, más que nada, para alcanzar aquello que nos promete: "para que sea feliz, tú y tus hijos después de ti".
Y aquí nos damos cuenta que el ser coherente con lo que creemos y con lo que somos, nos da la felicidad que anhelamos, sabiendo que la felicidad que añoramos es la plenitud de nuestro ser, la plenitud de nuestra vida en Dios. El ir cada día buscando Su Voluntad, intentando vivir sus mandamientos, es lo que nos da la seguridad de ir por el Camino que nos lleva a la Vida.
Desde que comenzamos a entender y a ser nosotros mismos, siempre tuvimos la rebeldía de no gustarnos los límites que nuestros padres nos ponían y exigían ¿por qué lo hacían? ¿por malvados y para vernos sufrir de no poder hacer lo que queríamos? ¿O lo hacían por amor a nosotros sus hijos buscando siempre lo mejor para nosotros?
Hoy que somos mayores y tenemos más responsabilidades nos damos cuenta que también somos nosotros quienes tenemos que poner límites, quienes tenemos que ver hacia donde vamos y qué queremos, y si tenemos hijos o gente a nuestro cargo, también tenemos que exigir ciertos límites y coherencia, frente a un Ideal, a un estilo de vida, a una responsabilidad laboral.
Ahora descubrimos que los límites, los mandamientos, las prescripciones y preceptos no son exigencias irracionales, sino que conociendo Dios el corazón del hombre sabe hacia dónde tiene que ir para alcanzar lo que Él mismo sembró en su corazón: el deseo de felicidad, el deseo de una vida total llena de Luz, de Verdad y de Vida.
Por eso, como dice San Pablo a los Corintios, hemos de tener en cuenta esto:
"Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestro gloria... Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos"

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