Del Cántico espiritual dé san Juan de la Cruz, presbítero
En la transformación que el alma tiene en esta vida, pasa la misma aspiración de
Dios al alma y del alma a Dios con mucha frecuencia, con subidísimo deleite de
amor en el alma, aunque no en revelado y manifiesto grado, como en la otra.
Porque esto es lo que entiendo quiso decir san Pablo cuando dijo: Por cuanto
sois hijos de Dios, envió Dios en vuestros corazones el Espíritu de su Hijo,
clamando al Padre. Lo cual en los beatíficos de la otra vida y en los perfectos
de ésta es en las dichas maneras.
Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta, que el
alma aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo participado. Porque dado
que Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad, en que el alma se
hace deiforme y Dios por participación, ¿qué increíble cosa es que obre ella
también su obra de entendimiento, noticia y amor, o, por mejor decir, la tenga
obrada en la Trinidad juntamente con ella como la misma Trinidad?
Y cómo esto sea, no hay más saber ni poder para decirlo, sino dar a entender
cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este subido
puesto de poder ser hijos de Dios, como dice san Juan, y así lo pidió al Padre
diciendo: Padre, quiero que los que me has dado, que donde yo estoy también
ellos estén conmigo, para que vean la claridad que me diste; es a saber, que
hagan por participación en nosotros la misma obra que yo por naturaleza, que es
aspirar el Espíritu Santo. Y dice más: No ruego, Padre, solamente por estos
presentes, sino también por aquellos que han de creer por su doctrina en mí; que
todos ellos sean una misma cosa. Y yo la claridad que me has dado he dado a
ellos para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en
ellos y tú en mí, porque sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que tú
me enviaste, y los amaste como me amaste a mí, que es comunicándoles el mismo
amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho,
por unidad y transformación de amor. Como tampoco se entiende aquí quiere decir
el Hijo al Padre, que sean los santos una cosa esencial y naturalmente como lo
son el Padre y el Hijo; sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el
Hijo están en unidad de amor.
De donde las almas esos mismos bienes poseen por participación que él por
naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por participación, iguales y
compañeros suyos de Dios. De donde san Pedro dijo: Gracia y paz sea cumplida y
perfecta en vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo nuestro Señor,
de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina virtud para la vida
y la piedad, por el conocimiento de aquel que nos llamó con su propia gloria y
virtud, por el cual muy grandes y preciosas promesas nos dio, para que por estas
cosas seamos hechos compañeros de la divina naturaleza. Hasta aquí son palabras
de san Pedro, en las cuales da claramente a entender que el alma participará al
mismo Dios, que será obrando en él, acompañadamente con él, la obra de la
Santísima Trinidad, de la manera que habemos dicho, por causa de la unión
sustancial entre el alma y Dios. Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la
otra vida, todavía en ésta, cuando se llega al estado perfecto, como decimos ha
llegado aquí el alma, se alcanza gran rastro y sabor de ella.
¡Oh, almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?,
¿en qué os entretenéis? ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma; pues
para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos!
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