«En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielo el rostro de mi Padre celestial".
Recién me he dado cuenta, como siempre ocurre cada vez que leemos la Palabra, que te ayuda a ver cosas diferentes. Pero me he dado cuenta de la referencia que hace Jesús en el segundo párrafo: "cuidado con despreciar a uno de estos pequeños", no sólo se refiere a los niños reales, sino a los que han alcanzado la capacidad de vivir la infancia espiritual. Porque, arriba, está hablando de los que se hacen como niños para entrar en el Reino de los cielos, y los que hacen como niños no son niños, sino que son adultos en la fe que han conquistado, por la Gracia del Espíritu Santo y su disposición, la infancia espiritual.
La infancia espiritual es un camino que el Señor nos está pidiendo vivir, lo cual no quiere decir que tengamos que ser infantiles en nuestra vida, sino que, siendo adultos, podamos encontrar el Camino hacia la Confianza verdadera en nuestro Padre Celestial. Un Camino que no siempre nos resulta fácil recorrer, porque en este camino se nos exige con mayor radicalidad el desasimiento de nosotros mismos, es decir, el renunciar por completo a nuestro YO, y dejarnos conducir por el Espíritu Santo de acuerdo a la Voluntad de Dios.
El desasimiento total lo vemos realizado, plenamente, en María: "he aquí la esclava del Señor, que se haga en mí según lo que has dicho", le dijo ella al Ángel. Y, mirad otra cosa, María no se lo dijo directamente a Dios, porque no fue Dios quien le habló a María, sino que Dios envió a su Ángel. María reconoció en la voz del instrumento la Voz del Señor, y, porque había sabido renunciar a sí mismo y a todos sus prejuicios, pudo reconocer en el mensaje la Voz del Señor. Por eso mismo no dice "me hago esclava del ángel", sino "he aquí la esclava del Señor". El instrumento es mensajero del deseo del Padre, y eso es lo importante, reconocer en la palabra de los instrumentos de Dios, lo que Dios nos pide vivir.
Cuando no hemos podido renunciar anosotros mismos, vamos creciendo en orgullo y vanidad, e intentamos ser nosostros mismos quienes dirijamos nuestras vidas y quienes quieren dirigir la vida de los demás, pasando por encima de la Voluntad de Dios. Y así no logramos construir el reino de los Cielos aquí en la Tierra, porque no estamos viviendo Su Voluntad aquí en la Tierra como en el Cielo.
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