"En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dijo:
«Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».
Natanael le replicó:
«¿De Nazaret puede salir algo bueno?».
Natanael, quien después se llamaría Bartolomé. Uno de los Doce, que como nosotros muy humano y pre-juicioso en un primer momento frente a lo que Felipe le cuenta. Quizás como muchos en Israel dudaban de que pudiera "salir algo bueno de Nazaret", y, por eso, no le interesaba mucho conocer a Jesús. Pero Felipe no se "achicó" frente al prejuicio de Natanel, sino que estaba seguro de lo que él sabía, de quién era Jesús, y por eso insistió y dijo:
"Ven y verás".
Sí, muchas veces los prejuicios nos impiden ver más allá, nos cerramos ante lo que un día pensamos o lo que nos dijeron, y no somos capaces de cambiar nuestro pensar o nuestro juicio sobre algo o alguien. También le podría habe pasado a Felipe que ante la respuesta de Natanael se quedara sin palabras y sin decir nada (como muchas veces hacemos) Sin embargo Felipe lo llevó hasta Jesús para que lo conozca, y se produjo la conversión de Natanael.
"Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».
Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Cuando queremos ver no hacen falta muchas palabras para comprender, para entender y para aceptar.
"Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Muchas veces, por quedarnos "estancados" en una etapa de nuestra vida, en un prejuicio, en un acontecimiento o sentimiento, dejamos que los milagros pasen de largo y nos perdemos de conocer algo más grande que nuestros propios pensamientos y juicios.
A Natanael no le pasó eso, pudo abrirse a la Verdad y quedar iluminado por la Luz Verdadera, una Luz que cautivó su corazón y lo transformó en un Apóstol del Señor, con tanta fuerza que, gracias al Espíritu pudo entregar su vida por el Evangelio.
No dejemos que nuestros prejuicios, sentimientos o razones nos cierren a la maravilla del Don de la Fe, sino que permitámosle al Señor hablarnos como lo hizo con Natanael y que sus Palabras cambien mi vida.
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