viernes, 30 de agosto de 2019

Creer en la Palabra de Dios

Le dice san Pablo a los tesalonicenses:
"Esto es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os apartéis de la impureza, que cada uno de vosotros trate su cuerpo con santidad y respeto, no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios".
Explicando lo que el Señor dijo en una ocasión: "sed santos porque vuestra Padre celestial es Santo". Ese es nuestro camino, nuestra vocación, nuestro llamado por Dios para poder llevar al mundo la Buena Noticia de la Salvación: la santidad del hombre. La santidad es el espejo en el cual el hombre de hoy ve reflejado el rostro de Cristo, de Dios.
La santidad no es alcanzar la perfección del sin pecado, que eso viene por añadidura, sino alcanzar la perfección en el amor: "nos ha elegido desde antes de la creación del mundo para que seamos santos e irreporchables en el amor". Por que Él es Amor, y por eso, sus hijos tienes que ser imitadores de ese Amor, tienen que vivir en un camino constante de amor al Padre y al prójimo, como Cristo lo hizo. Por eso mismo san Pablo dice: esto es la voluntad de Dios: vuestra santificación. No es una ocurrencia de los hombres sino que es Voluntad de Dios que sepamos responder al llamado que Él mismo nos hizo desde antes de la creación del mundo.
"Y que en este asunto nadie pase por encima de su hermano ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos y aseguramos: Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino santa. Por tanto, quien esto desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo".
Y este llamado de Dios a nosotros no tenemos que despreciarlo, sino apreciarlo adecuadamente y con alegría, porque es un llamado extraordinario que Él mismo hace a sus hijos para que alcancen la plentiud que alcanzó el Hjo. Así que tengamos en cuenta que si no valoramos la Voluntad de Dios para nuestras vidas, no sólo no valoramos lo que Él nos ha llamado a ser, sino, también, dejamos de valorar a Dios mismo que es quien nos ha llamado a ser santos.
Y, en parte, si miramos más allá de nosotros nos daremos cuenta que, realmente, no valoramos a Dios como lo pueden llegar a hacer en otras culturas o religiones. Porque para otras religiones lo que Dios dice en la palabra (ya sean judios, musulmanes o protestantes) es verdaderamente Palabra de Dios, y eso hay que cumplirlo: en el estilo de vida, en la vestimenta, en lo litúrgico, es decir, en la vida misma, sin quitarle nada de lo que Dios ha mandado a decir por medio de un profeta o de un pastor o vidente. Ellos creen que es palabra de Dios, entonces no hay dudas en que se debe cumplir.

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