"En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba:
«¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?».
Él les respondió:
«¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que ya no son dos, sino una sola carne.
Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
Los fariseos le preguntaron para ponerlo a prueba, para ver si iba en contra de la Ley de Moisés, así tenían un motivo más para matarlo, pero Jesús, como en otras oportunidades, aprovehca el momento para hacer que la Ley sea llevada a su plenitud. Y así, en esta "prueba" que le hacen los fariseos deja constituido el matrimonio como alianza sacramental: "lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre".
Una alianza que nace del corazón de Dios y que se hace realidad en el corazón del varón y la mujer, que deciden, libre y voluntariamente, unir su corazón y su alma, para ya no ser dos sino una sola carne. Una alianza que nace del Amor Verdadero y se une a un amor humano para que ese amor cobre la plenitud del Amor Diviino con la ayuda de la Gracia. Una alianza matrimonial que el Señor quiso que tenga la fuerza de un sacramento para colmar de Gracias a quienes se deciden, por el amor, a unir sus vida para formar una familia cristiana.
Hoy en día, es una alianza que está queriendo ser destruída u olvidada, que está siendo bombardeada por muchos lados, pero que siempre, y en todas partes, vuelve a resucitar porque es un deseo de Dios que siga siendo parte de nuestra sociedad, de nuestro mundo. Porque la familia cristiana es la base de una comunidad eclesial, una comunidad cristiana en la cual se intenta, cada día, vivir una vida de amor pleno.
Es cierto que no todos los matrimonios pueden llegar a una vivencia plena del amor, y también es cierto que, otros tantos, no han llegado a madurar y perfeccionarse y por eso han tenido que separarse. Por eso, la iglesia siempre pone al alcance de los católicos medios suficientes y necesarios para que el dolor de la ruptura no sea tan costoso, y pueda, cada una de las personas, alcanzar su plenitud en su propio estilo de vida.
No es que el hombre ha impuesto al matrimonio católico, sino que los cristianos que viven la fe desean, llegado el momento, ser bendicidos por la Gracia del Matrimonio Sacramental para seguir creciendo y madurando su vida en santidad. Por eso, el matrimonio cristiano es, para los que viven la fe, un camino de santidad en el amor. Y un camino al que tenemos que proteger y orar para que el Señor lo siga cubriendo con su Espíritu para que siga siendo fuente y fundamento de donde salgan nuevos hijos de Dios que quieran llevar la Buena Nueva al Mundo.
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