Hay momentos en la vida que nos surgen esas preguntas tan complicadas de responder, pues las respuestas pueden ser las que no nos gusten o no queramos escuchar. La parábola del joven rico nos ofrece un diálogo muy rico y complicado para comprender, pues nos habla de nosotros mismos, de aquél momento en el que debemos o queremos preguntarle al Señor: ¿Qué más tengo que hacer? No sólo porque me falte algo por hacer, sino porque lo que hago no llena mi ser.
Todos sabemos o quiero creer que sabemos que Dios nos ha llamado para una misión especial. En primer lugar sabemos que nos ha "destinado desde la creación del mundo para ser santos e irreprochables ante Él por el amor". Pero ¿cómo alcanzar la santidad? ¿Cuál es mi estilo de vida soñado por el Padre? ¿Cuál es mi vocación? ¿Cómo llegar a vivir en plenitud lo que el Padre quiere de mi?
Son preguntas que en algún momento de nuestra vida surgen y no siempre surgen cuando deben, sino cuando las dejo salir. A veces, salen en el momento oportuno: cuando estoy decidiendo el rumbo de mi vida en plena juventud, como en el caso de la parábola, que es el mejor momento. Pero otras veces salen cuando parece que tengo la vida ya toda planificada y programada, y no suenan mejor las respuestas.
Cuando el corazón del cristiano no ha ido madurando en la relación con el Padre, cuando no se ha trabajado espiritualmente nuestra vida, entonces las respuestas que nos da el Señor nos hacen sentir un gran dolor en el alma, pues, como el joven de la parábola, no queremos dar un Sí a lo que Él nos pida.
Y no sólo estoy hablando de una vocación a la vida consagrada o sacerdotal, sino sólo a la vocación a la santidad, a vivir en plenitud el evangelio con todas sus consecuencias y con todos sus consejos. Pues el evangelio nos lleva a renunciar a nuestros planes y proyectos y dejar la vida en manos del Señor, y, sobre todo a vivir con radicalidad lo que Él nos va diciendo como Camino de Vida.
Cuando no estamos preparados y no hemos "tejido" una profunda relación con el Señor, entonces pensamos que Él nos quiere destruir la vida porque lo que nos está pidiendo no es lo que uno quiere vivir, o lo que la sociedad me pide vivir. Sin embargo, cuando hemos "tejido" una relación personal con el Señor, vamos descubriendo que su llamada es una llamada de amor que va dando plenitud a mi vida, que, a pesar de que cuesta dejar el pensar mundano y vivir en cristiano, es el mejor modo de vivir, pues alcanzo la alegría y la libertad de ser Fiel a la Vida que el Señor me ha regalado.
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