Dice San León Magno en uno de sus Sermones:
"La señal de la cruz hace reyes a todos los regenerados en Cristo, y la unción del Espíritu Santo los consagra sacerdotes; y así, además de este especial servicio de nuestro ministerio, todos los cristianos espirituales y perfectos deben saber que son partícipes del linaje regio y del oficio sacerdotal. ¿Qué hay más regio que un espíritu que, sometido a Dios, rige su propio cuerpo? ¿Y qué hay más sacerdotal que ofrecer a Dios una conciencia pura y las inmaculadas víctimas de nuestra piedad en el altar del corazón?"
Una hermosa realidad de la que participamos todos los bautizados, una realidad de la que no somos, generalmente, conscientes y, por eso, no la utilizamos como debemos. Por que, si bien es cierto que todos los cristianos somos tan humanos como el resto de los mortales, también es cierto y digno de fe (para los que creemos) que se nos ha concedido un espíritu que nos dignifica y nos concede la Gracia de ser sacerdotes, profetas y reyes.
Una dignidad que no quiere decir que seamos más o menos que los demás, sino que nos identifica y nos da la pauta de quiénes somos; hijos en el Hijo, y a imagen del Hijo y como el Hijo con una misión particular de renovar el mundo con nuestra vida y nuestra entrega.
Como profetas hemos de tener el oído y el corazón abiertos a la Palabra de Dios para saber qué es lo que hemos de decir y en qué momento. Hemos de estar dispuestos a anunciar el Camino en la Verdad que conduce a la Vida, no permitir que el engaño del Príncipe de este mundo guíe a nuestros hermanos por el sendero del pecado y de la muerte.
Como reyes debemos regir nuestras vidas según el espíritu que se nos ha dado, para que el Reino de Dios habite en mí y llegue así a mis hermanos. El Reino de la Verdad, del Amor, de la Paz, de la Justicia.
Como sacerdotes somos un Puente por donde Dios llega a los hombres y los hombres llegan a Dios, pues en el altar de nuestro corazón le ofrecemos al Señor todos los deseos y necesidades de nuestros hermanos. Y con el sacrificio de nuestra vida y nuestra alabanza alcanzamos las Gracias para aquellos que las necesiten.
Por todo esto y por más nuestra vida de hijos de Dios a imagen del Hijo, no es poca cosa, por eso nos viene bien que muchas veces nos acordemos de quienes somos para hacer realidad lo que el Padre nos ha regalado, y para lo cual nos ha ungido con el Crisma de Salvación.
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