Dios elige a Abrán y Jesús elige a Pedro, Juan y Santiago, es lo que nos muestran las lecturas de este Segundo Domingo de Cuarsma. Abrán es elegido para formar un nuevo Pueblo de Dios que nace de la fe auténtica de un solo hombre, pero para esa elección Dios le pide dejar todo lo que tenía: su casa, su familia, su tierra y lo invita a marchar hacia la Promesa.
Jesús elige de entre los que ya había elegido a tres, los saca del camino y los lleva a lo alto de la montaña para hacerles ver algo que aún no conocían, y gustan de algo que aún nunca habían sentido, por eso la expresión: ¡qué bien estamos aquí!.
Cuando dejamos que el Señor nos tome de la mano y nos conduzca a dónde Él quiere, quizás no sepamos qué hacer o cómo ir o a dónde, pero ciertamente, aunque el camino sea largo o difícil, será lo mejor que nos pueda pasar y encontraremos en ese Camino aquello que, estaba siempre en nuestro corazón e incluso algo que nunca soñamos encontrar.
La subida al Monte Tabor habrá sido larga y debe haber bajado el cansancio a los apóstoles, y por eso les había entrado sueño, pero llegó el momento es que se espabilaron y pudieron descubrir la belleza de la divinidad de Jesús, pudieron sentir la presencia de Dios entre ellos y por eso querían quedarse en ese momento, en ese espacio, en ese tiempo. Una experiencia única que no sólo se vive una vez, sino que lo podemos vivir cuantas veces queramos porque la presencia de Dios siempre será real para nosotros que lo tenemos en la Eucaristía.
La experiencia de la verdadera oración, del encuentro con el Señor, es algo que tenemos que salir a buscar, no es algo que vendrá mágicamente a nosotros, porque es un Encuentro que tenemos que llegar a tener porque disponemos nuestra vida para ese momento. Es lo que cuenta el Evangelio: salir de la rutina del día, de entre la gente y subir al monte de la oración, con Él de la mano. Aunque no siempre lleguemos pronto pero seguramente llegaremos porque Él nos conduce. Cuando el camino es largo no nos tenemos que desanimar, porque hoy por hoy esperamos que ¡ya! podamos tener esa experiencia, pero no siempre se da así (o mejor dicho poquísimas veces) pero tenemos que ir subiendo, cada día, un poco más en el conocimiento del Señor.
Cada día tenemos que subir un escalón hacia la cima del Monte para el Encuentro con el Señor. ¿Cuál es el método para hacer una buena oración? No hay un método único, cada uno tiene que encontrar el método, porque la oración es un diálogo con el Señor, pero también es silencio contemplativo, es un dejarse llevar hacia el momento perfecto donde el corazón puede, desde el silencio, dialogar con el mismo Corazón del Señor. Por que cuando el Señor le enseñó a los apóstoles sobre la oración, lo primero que les dijo es: no habléis tanto como los paganos que creen que por hablar mucho les hacrán caso... porque Dios sabe lo que necesitamos. La oración es silenciosa, es el corazón amante que contempla la hermosura del amado y en su mirada encuentra la Luz, la Fuerza y alimenta el Amor.
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