Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto".
Una hermosa frase del profeta Jeremías para meditar. Bueno, hermosa en realidad no es porque son palabras duras, pero es hermosa porque nos habla de una realidad que no siempre tenemos en cuenta.
Y... me imagino que estarás pensando en esa persona en la que has confiado y te ha defraudado ¿verdad que sí? Y sí, un poco se refiere a eso. Pero, en realidad también se refiere a mí y a tí. Sí, porque también nosotros ponemos, muchas veces (y muchas veces más) la confianza en nosotros mismos: en nuestro pensamiento, en nuestro querer, en nuestra vanidad, en nuestro orgullo... sin preguntarnos si Dios lo quiere así o no, si tal cosa o tal deseo es de Dios o no es de Dios. ¡Ves! Hemos puesto la confianza en el hombre y no en Dios.
Y ¿por qué maldito el hombre que pone su confianza en el hombre? Te lo dice el Señor después:
"Nada más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón, sondeo el corazón de los hombres para pagar a cada cual su conducta según el fruto de sus acciones».
Pero ¿no hemos sido creados por Dios? Sí, hemos sido creados por Dios, pero hemos caído en el pecado original, y, lamentablemente, todos tenemos, como dice San Pablo, esa espina clavada en nuestro corazón que siempre nos está inyectando el mismo veneno. Por eso mismo, cuando Jesús nos invitó a seguirlo nos dijo: "quien quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo", por Él, como Dios, sabe que nuestro corazón está enfermo de pecado original "que no hace lo que debe sino lo que no quiere", y por eso necesitamos tomar conciencia de que aunque parecemos que somos buenos, y que nuestros pensamientos son "cosa buena", porque no pensamos nada malo, no siempre todo lo que se me ocurra será de Dios.
Por eso mismo tenemos que saber que nuestro corazón, como el de aquél que me hizo daño o me traicionó, también está enfermo y no debo confiar en él, sino que debo buscar el encuentro con el Señor, Él conoce mi corazón, sólo Él lo puede sanar, y sólo Él me puede indicar el Camino a recorrer, así "seré un árbol plantado junto al agua, qu ealarga a la corriente sus raíces...".
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