En San José se juntas muchas cosas y, el pobre, tiene sobre sus hombros la paternidad adoptiva de Jesús, y ser el Padre de la Iglesia Universal, porque así como es padre de Jesús es padre de todo el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. Además de todos los demás patronagos que tiene: de los carpinteros, de los trabajadores, de los que llevan su nombre y, especialmente, aquí, en España, hoy es el día del padre.
Y ¿qué dice el Evangelio de san José? No sólo que era carpintero, porque esa era su profesión, sino que "era justo", una cualidad que lo define y nos ayuda a ver en su personalidad lo que, también, en la nuestra tendría que aparecer: ser justo. ¿Pero qué es ser justo? Eso sí que es complicado, porque podemos tomar una definición muy subjetiva acerca de la justicia y de lo que es justo; porque podríamos hablar de lo que es justo para mí o de lo que es justo para tí... Pero en definitiva, y siguiendo lo que el evangelio dice, ser un hombre justo es mirar no sólo por el bien de uno, sino por el bien del otro, y, en este caso, por el bien del amado, que tiene que estar en consonancia con la Voluntad de Dios.
Sí, así veo yo lo que es justo. No sólo lo que a mí me interesa, o al otro le hace bien, sino que, sobre todo, esté de acuerdo con la Voluntad de Dios. Cuando, como José estamos abiertos a la Voluntad de Dios con un corazón desprendidos de nosotros mismos, alcanzamos la virtud de la justicia y la podemos llevar a la práctica para hacer que todas nuestras acciones sean justas, como las de San José. Y, sobre todo, tener en cuenta que para que esto se lleve a cabo no debo tomar ninguna decisión sin antes reflexionarla y meditarla de acuerdo a la Voluntad de Dios.
San José nos invita a descubrir que si él hubiese tomado la decisión sin pensarlo se hubiese equivocado, sin embargo, supo esperar la Luz que le envió el Padre para poder actuar y elegir el mejor camino.
Hoy nos toca a cada uno de nosotros poder entender esta virtud de la justicia y la prudencia, porque las dos van de la mano, sin querer que la prudencia nos lleve a ser injustos por no actuar, o la justicia nos lleve a ser imprudentes por dejarnos llevar por nuestro genio o instinto. Las dos virtudes, como las demás, deben ir de la mano para ayudarnos a vivir en santidad y justicia, para poder ser verdaderos instrumentos en las Manos del Señor como lo fue San José.
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