sábado, 23 de marzo de 2019

Hijo pródigo y mayor

La parábola del Hijo Pródigo, a veces, ni terminamos de escucharla o leerla porque ya sabemos lo qué dice y cómo termina. Pero es una parábola muy rica en significados para nuestra vida y, creo, que nunca terminaremos de "sacarle todo el jugo" que tiene. Recien cuando la leía me vino una frase a la mente (de esos refranes populares): "el que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen". Y así le pasó al hijo menor de la parábola.
Y hasta se podría pensar que le hizo muy bien irse de la casa de su padre. Claro está que no estuvo bien cómo se gastó el dinero, pero esa experiencia le ha servido para ponerse a pensar qué es lo que despreció, es decir, no supo apreciar lo que tenía junto a su padre. Que es lo mismo que sale en las palabra del hjo mayor, porque el reclamo que le hace al Padre es porque nunca valoró lo que tenía y ni tampoco supo disfrutarlo junto a su familia.
Creo que, en definitiva uno y otro no supieron valorar lo que tenían junto a su padre: uno porque pensaba que la vida fuera de su padre era maravillosa y que lo que tenía le iba a durar toda la vida sin ponerse a trabajar, el otro porque no supo disfrutar de lo que tenía, sino que sólo supo trabajar y guardarse para sí lo que pensaba, hasta que un día reventó.
¿Cuál es nuestra conducta? ¿Cúal de los dos hijos somos?
¿Lo que tenemos lo sabemos apreciar? ¿Sabemos darle valor a nuestra familia? ¿Pasamos tiempo con ellos y sabemos compartir nuestro tiempo con ellos?
¿Voy guardando dentro mío envidias hacia otros? ¿Voy dejando pasar cosas que tendría que haber hablado a su tiempo: "a mí nunca me diste un ternero para compartir con mis amigos", dijo el hijo mayor? ¿Lo has pedido?
Hay otra frase que es muy popular, también: "siempre valoramos las cosas o las personas cuando ya no las tenemos". Y es cierto. Muchas veces tenemos tanto y a tantos a nuestro alrededor que no sabemos valorarlos. O no sabemos convivir con ellos.
Así nos pasa con los maravillosos regalos de Gracia que tenemos en nuestra Iglesia: no sabemos valorar la Palabra de Dios porque no es nuestro libro de cabecera para iluminar nuestra vida, no valoramos la Eucaristía como nuestro principal alimento que nos da Vida, y es la Persona misma de Jesús que viene a nuestro encuentro y que no espera en cada Sagrario; no valoramos la Gracia del Sacramento de la Reconciliación porque decimos que "nada le tenemos que decir a un hombre", y por eso no descubrimos que en ese hombre-sacerdote está el mismo Jesús que escucha y perdona...
No busquemos tesoros fuera de nosotros mismos, porque el tesoro está en nuestro interior: el Espíritu Santo que nos fue dado el día del Bautismo, es Él quien nos ayuda a valorar los Dones de Dios y a transformar nuestra vida a imagen de Jesús, el Hijo que nos prodigó su Vida en Amor por obediencia al Padre.

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