Hoy leemos en el Génesis el episodio en el que Moisés se encuentra con Dios, con un Dios que le habla desde una zarza. Cuando Moisés se acerca, le dice Dios:
«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado».
Y fue una frase que me asombró anoche y me puse a pensar, en la homilia: "es terreno sagrado" y por eso había que descalzarse. Y creo que era porque en el calzado traemos todo lo que vamos acumulando durante nuestro caminar fuera del terreno sagrado. Deslcazarse es un rito que hacen muchos: los musulmanes antes de entrar en su mezquita, los budistas también, incluso sabemos que algunas culturas lo hacen antes de entrar en sus casas. Para algunas culturas no sólo el templo es ámbito sagrado sino también sus casas familiares, dando así a entedener que su familia es algo sagrado y por eso hay que preservarla de las impurezas que vienen de afuera del hogar.
En la época de Jesús se estilaba lavar los pies al visitante que venía de afuera, sobre todo porque no se sentaban a la mesa como nosotros porque no tenían sillas, sino que comían o cenaban como acostados a la mesa, y entonces no se podía tener los pies sucios para eso.
Estos ritos nos demuestran la importancia de reconocer un ámbito sagrado, un lugar sagrado, un abiemte o lugar sagrado, que al llegar a él todo cambia, algo se modifica para que me de cuenta que estoy por llegar a un lugar diferente y que tengo que cuidarlo, que preservarlo de la "contaminación" de afuera.
En nuestras iglesias, generalmente no sucede lo mismo. Es claro que no nos quitamos los calzados antes de entrar. Pero tampoco entramos a un Templo cristiano o católico teniendo en cuenta a dónde ingresamos. Muchas veces parece que se entra a un bar, a una confitería, o que seguimos en la plaza porque se sigue hablando en voz alta como si no pasara nada. Incluso vez gente que se arrodilla en el banco y se pone a hablar con el de adelante o el de su costado que, también, está arrodillado. ¡Cosas que no entiendo!
Incluso, cuando hay un hermoso rito al comenzar la misa que, no siempre, lo sabemos o lo respetamos, porque no llegamos a tiempo. Al comenzar la misa, lo primero que se hace es limpiar el corazón. No nos quitamos los zapatos por las impurezas del camino, sino que nos quitamos los pecados que hemos cometido y nos hacen impuro el corazón, para que purificados podamos recibir las Gracias que el Señor tiene preparadas para ese día. El pedido de perdón y la absolución del comienzo de la misa me preparan para la celebración de la Eucaristía, purifican mi corazón para que haga sagrado el mejor templo del Espíritu que es mi propio cuerpo. Por eso tenemos que respetarlo. Pero no lo hacemos porque no tomamos conciencia de lo sagrado que es el Templo-Iglesia y el Cuerpo-Templo del Espíritu Santo.
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