«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó:
-«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde juventud».
La pregunta del joven surge de un corazón que, sabiendo que todo lo está haciendo bien, aún no está pleno, que sabe o siente que le falta algo para alcanzar lo que sueña, lo que realmente lo haga feliz y pleno, pero no sabe qué. Por eso va y le pregunta al Señor qué le falta, no sólo para alcanzar la vida eterna, sino para llenar el corazón de plenitud.
"Jesús se le quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
Ante esa necesidad del corazón el Señor nos mira con amor, con un amor eterno e infinito porque sabe lo que siente el corazón que aún no ha encontrado el Camino para Ser, no ha encontrado aquello que le da la satisfacción de que todo está cumplido. Al amarlo el Señor conoció su interior y conoció sus "ataduras" aquello que no le dejaba ser en plenitud, por eso mismo, le dice Jesús: "vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo".
"Vende todo lo que tienes", deja ya de tener ataduras que no te permiten vivir en plenitud, que no te permiten ser Fiel a la Vida que Dios te está proponiendo, porque en realidad no eres fiel ni a uno ni a otro, porque el buen gusto de las cosas del mundo y del poder que eso nos da nos va atando haciéndonos creer que teniéndolo todo alcanzaremos la felicidad plena, y eso no es así. No es así porque siendo sinceros como este joven el corazón va llenándose de vacío un vacío que las cosas del mundo y el poder del mundo no pueden llenar. Por eso surge la pregunta: ¿qué debo hacer para llenar ese vacío? Vende lo que tienes.
Quizás lo que tengamos no sean riquezas materiales, pero sí seguridades personales, vicios, deseos, planes, egoísmo, vanidad, orgullo, rencor... tantas cosas que vamos atesorando en nuestro corazón y las vamos convirtiendo en importanes en nuestra vida, sin saber que simplemente son efímeras y que no llenan el vacío del alma, ni tan siquiera nos hacen felices cuando logramos esos éxitos efímeros que están hoy, pero que mañana ya los tengo que cambiar por otros que me ayuden a seguir adelante.
Así el Señor nos dice: "luego... ven y sígueme"
¿Lo seguiremos o daremos media vuelta y seguimos nuestro camino aunque eso no nos haga plenos? La respuesta la tenemos cada uno, no la puede dar el Señor.
"A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico".
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