viernes, 1 de marzo de 2019

Amigos

"Sean muchos los que estén en paz contigo, pero tus confidentes, solo uno entre mil.
Si haces un amigo, ponlo a prueba, y no tengas prisa en confiarte a él.
Porque hay amigos de ocasión, que no resisten en en día de la desgracia.
Hay amigos que se convierten en enemigo y te avergüenzan descubriendo tus litigios.
Hay amigos que comparten tu mesa y no resisten en el día de la desgracia".
Podría copiar de nuevo todo el párrafo del Eclesiástico, pero sería abundar en lo mismo, porque no dice nada que no necesitemos para nuestra vida, para nuestras relaciones amicales. Son puros consejos que nos ayudan a descubrir al verdadero amigo fiel, al que realmente todos necesitamos para que compartir la vida, para crecer en la vida, para saber que siempre tendremos dónde poder apoyarnos y dónde poder buscar una palabra de aliento o de corrección fraterna que nos ayude a madurar en la fe, en la vida.
Hoy en día son muchas las palabras que han perdido profundidad y sentido, y, una de ellas, es la palabra "amigo". Las redes sociales nos han "llenado" la vida de amigos, que son sólo nombres y fotos y datos que se van uniendo a nuestro nombres y datos, pero que en realidad muy pocos de entre ellos, forman verdadera parte de nuestra vida.
Leemos, muchas veces, en las redes sociales comentarios o "descargas" del corazón que sólo tendrían que ser compartidas con el "amigo fiel", con aquél que verdaderamente sabe escuchar a mi corazón, puede comprenderlo y ayudarlo en los momentos de mayor dolor, oscuridad o soledad. Sin embargo, entre la televisión y las redes sociales, nos han ido destruyendo el sentido de privacidad, de respeto por la vida íntima, del diálogo profundo con quien realmente me valora y aprecia, y nos hemos dejado que nuestras vidas estén al descubierto del mundo.
En algunos casos los comentarios de tantos "amigos" pueden darnos una mano en algunos momentos, pero no nos descuidemos, porque los mismos que tienden esa mano, usan nuestras vidas para mofarse de lo que nos sucede y sentimos, también, que somos violados en nuestra intimidad, nos sentimos traicionados en la confianza y por eso volvemos a caer en la tristeza de no tener en quién confiar.
Hoy en día tenemos que, como dice el Eclesiástico, saber "probar a nuestros amigos y no tener prisa en confiarnos a ellos", volver a experimentar el gozo de sentarnos en una mesa a compartir la vida, a tener esos encuentros que nos llenan el corazón porque sabemos en quién confiamos y a quién le entregamos parte de nuestra vida, porque también recibimos su vida en nuestras manos.

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