martes, 26 de marzo de 2019

No se olvida de Alianza

"En aquellos días, Azarías, puesto en pie, oró de esta forma; alzo la voz en medio del fuego y dijo:
«Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia".
Muchas veces encontramos en la Sagrada Escritura esta oración de alguno de los personajes, en este caso de Azarías, que le pide a Dios que no se olvide de su misericordia. Un pedido que en algún momento también sale de nuestros labios y de nuestro corazón. Una sensación que nos parece o se nos aparece cuando no "sentimos" la presencia de Dios o cuando creemos que Dios ya no está junto a nosotros, que no nos escucha, que no hace lo que le pedimos...
Pero ¿es que Dios puedo olvidarse de su Alianza?
Hay vairos pasajes que siempre me han ayudado a mantener firme mi esperanza en el Señor, aunque en algunos momentos haya sentido la misma sensación, pero siempre es bueno recordar que Él nos ha dicho:
"Te llevo escrito en la palma de mis manos y te cuido como la niña de mis ojos"; "aunque una madre se olvide del fruto de sus entrañas yo no te olvidaré". Y otras tantas veces Jesús nos ha hablado de la misericordia del Padre, y nos ha dado razón suficiente para saber que, aunque el tiempo pase, no pasa el Amor del Padre por sus hijos.
Y por si nos faltara poco tenemos que recordar que la Última Alianza y la Nueva Alianza no se selló con algo sin valor, sino que fue sellada con la Sangre del Hijo Único de Dios, con la Sangre de Jesús. ¿Puede entonces el Padre olvidarse de su Alianza?
¿No será que nuestro permanecer en Dios no es el mismo de siempre? ¿No será que nuestra vida no está siempre en las Manos del Señor? ¿O será acaso que creemos como los paganos que Dios tiene que hacer todo lo que yo quiero y no yo hacer lo que Dios quiere? ¿Acaso Jesús fue olvidado por el Padre y por eso padeció en la Cruz?
La Cruz de Cristo es la que le da sentido a todas nuestras cruces, por eso san Pablo podía decir:
"Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia".
Cuando descubrimos el sentido de la Cruz de Cristo para nuestra vida ya no tenemos la sensación que en cada Cruz el Señor se ha olvidado de mí, sino que, como al Hijo Único nos pide "ayudar" a la salvación de los hombres, comenzando por mí mismo.
"Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados".

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