Cuando comenzamos a leer, por ejemplo, esta parábola del hijo pródigo enseguida, quizás, dejemos de leerla porque ya sabemos qué dice y cómo finaliza. Pero no te quedes en la mitad ni en el comienzo, porque la Palabra de Dios no es como una película que has visto más de dos veces y siempre dice lo mismo, no, la Palabra de Dios te puede decir muchísimas cosas en distintos momentos de tu vida. Por eso siempre hay que leerla aunque sepamos cómo termina.
En este caso quería detenerme en el padre de la parábola, si bien sabemos que Jesús quiere referirse al Padre Celestial y a su misericordia, también quería hacerlo en referencia a los padres de la tierra. Porque si miramos al padre en relación a los dos hijos vamos a ver la forma de relacionarse del padre con sus hijos adultos: les da completa libertar pero nunca sabrá lo que piensan y quieren cada uno. ¿Por qué? Porque los padres no tienen la capacidad de leer el pensamiento. Y esto me surgio al ver la reacción del hijo mayor de la parábola.
El hijo mayor le critica al padre que nunca le había dado un cabrito para hacer una fiesta con sus amigos, pero ¿le había pedido el cabrito para hacer la fiesta con sus amigos? ¿no pretenderá que el padre sepa que quería hacer una fiesta con sus amigos? Y esto me hace acordar cuando la gente viene al confesionario y te dice: no se padre, pregúnteme usted por mis pecados. Y yo le digo: hay infinidad de pecados ¿cuáles te pregunto?
El padre no puede imaginarse lo que cada hijo quiere o pretende, sólo cuando hay diálogo profundo y sincero se puede conocer lo que cada uno siente, pero muchas veces no nos ponemos a dialogar, no nos damos tiempo para conversar sobre nuestras vidas y damos por supuesto que el otro sabe lo que estamos pensando.
¿Podría el padre suponer que el hijo menor se iba a gastar todo el dinero y que iba a terminar así? Quizás sí, eso sí se puede suponer porque cuando uno no tiene nada en la cabeza y sólo busca fiesta, eso se ve desde muy lejos. Pero ¿podía el padre negarle lo que le correspondía y prohibirle irse de la casa? No, no puede porque el hijo está ejerciciendo su derecho a la libertad y debe hacer su propia vida. Pero nadie puede prohibirle al padre recibirlo con alegría porque ha regresado, y, sobre todo, porque ha pedido perdón por haberse equivocado.
En cambio el hijo mayor no supo compartir y disfrutar de lo que tenía. Tenía libertad en su casa, pero le faltaba la confianza necesaria para hablar con su padre de lo que quería, sentía y necesitaba. O quizás por falsa humildad no quería usar nada de lo que tenía. Pero, finalmente todo explota y explota mal ¿habrá entrado a la fiesta? ¿Finalmente se habrá ido de su casa por enemistarse con su padre? Cuando dejamos que el rencor se instale en nuestro corazón, cuando vamos dejamos "cosillas" guardadas pra decirlas después, generalmente estropeamos una relación y después no sabemos cómo solucioinarlo, porque la vanidad, el orgullo o la soberba nos impiden reconocer nuestro error.