"Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo".
No es que nadie puede leer esta frase literalmente, sino que nadie puede decirlo con la convicción cierta que nos da el Don de la Fe, de que Jesús es el Señor. Pero más aún con aquella fuerza que le otorga la Palabra de Jesús: "no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino aquél que hace la Voluntad de mi Padre que está en los Cielos".
Por que ¿cuántas palabras decimos por día? ¿De qué cosas hablamos todo el día? Y no siempre estamos diciendo cosas que hablan de nuestra fe, de lo que creemos y, más aún, de lo que vivimos desde el Espíritu.
A partir de nuestro bautismo tenemos el Don del Espíritu Santo, así como el Espíritu descendió sobre María y la fecundó para que naciera Jesús, el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús en forma de paloma en el Jordán, es el mismo Espíritu que, en forma de lenguas de fuego, descendió sobre los apóstoles e hizo nacer a la Iglesia. Sí, y no me cansaré de repetirlo hasta que nos lo creamos, es el mismo Espíritu Santo el que recibimos el día de nuestro Bautismo y el que recibimos el día de nuestra Confirmación. Y es el que habita en nosotros haciéndonos Templos Vivos para Dios, pues Él es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad y habita en mí, en tí.
Si realmente nos diéramos cuenta de quiénes somos y de lo que el Espíritu Santo puede hacer con nosotros y por nosotros, no nos quedaríamos mudos y quietos con los brazos cruzados, esperando que otros hagan lo que nos toca hacer a nosotros: transformar el mundo con la Palabra de Dios, con nuestras vidas que están llenas de Dios.
Así como aquél día los apóstoles se llenaron de valor y de Verdad y de Amor, así también el Espíritu quiere que nosotros podamos abrir de par en par las ventanas de nuestro corazón para que la Vida comience a salir y podamos llenar nuestra historia y la historia de los demás con los Dones que Él nos da.
Porque la evangelización que comenzaron los apóstoles cuando Pentecostés es la evangelización que seguimos realizando realizando cada uno de los cristianos en el día a día, en nuestras casas, en nuestros trabajos, en el mercado, por cualquier lugar donde vamos somos evangelizadores. Sí, aunque no lo hayas pensado y aunque no lo quieras ver tú también eres un apóstol del Señor, eres un evangelizador con tu vida, con tu palabra, con tus actos. Es por eso que tenemos que dejar que el Espíritu actúe en nosotros y nos encienda con el fuego de sus Dones para que nuestra vida sea portadora de palabras de Esperanza, de Fe, de Amor, para que nuestrs vidas sean un testimonio claro y verdadero de lo que Jesús vivió y predicó, y sobre todo, de lo que fue su sentido de vivir: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", para que también nosotros pdoamos, con la ayuda del Espíritu Santo, ser Fieles a la Voluntad de Dios y así ser verdaderos instrumentos de evangelización impulsados por el Espíritu Santo.
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