"Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote", la imagen que nos narra san Marcos de la Última Cena es la imagen más hermosa y más llena de contenido para nuestsra fe, para nuestra vida espiritual, porque es el Misterio de la Eucaristía, un Misterio de Amor y de Entrega de un Dios que no se olvida de nosotros, sus imperfectos seguidores y sus amados hermanos.
Jesús, el Unigénito, el Hijo Único, conociendo nuestra debilidad quiso quedarse en el Pan de la Vida, por eso la Eucaristía no es un pago a nuestras virtudes, ni es un premio al Sin-Pecado, sino que es un Alimento Verdadero para quien ha descubierto el Tesoro más Valioso de su vida: la Vida en Dios, pues "sin Mí no podéis hacer nada", nos dijo Él mismo. Por eso se quedó en la Eucaristía, para que siempre lo tuviérmos en nosotros para poder recorrer el Camino de la Santidad que el Padre soñó para nosotros.
Todos los días tenemos la experiencia de levantarnos y comenzar a hacer cosas, pero ¿cuántas cosas podemos hacer en orden a nuestra vocación a la santidad que perduren en el tiempo y que nos reditúen para nuestro crecimiento espiritual?
Somos débiles. Somos pecadores. Somos imperfectos. Es verdad, y ¡Dios lo sabe! Y eso es maravilloso, porque Él sabiendo quiénes somos no nos mira con ojos de Juez inmisericorde sino que con mira con ojos de Amor y nos invita a la Fidelidad a pesar de nuestros tropiezos y caídas, porque sabe que siempre que tengamos la oportunidad volveremos a Él, retomaremos el Camino y nos alegraremos de habermos tomado de Su Mano para Caminar y recorrer el camino que habíamos dejado.
Los que tenemos el más grande de los regalos: el Orden Sacerdotal, sabemos que ese momento de la Eucaristía, la consagración del Pan y del Vino, es el momento de mayor Gracia de Dios, pues no somos nosotros, los hombres, quienes estamos en el altar, sino que es Jesús mismo Quien viene y con nuestra voz y manos vuelve a vivir junto a nosotros aquella Noche de entrega, y así, con un simple gesto y pocas palabras, vuelve a darse con Su Cuerpo y Su Sangre, Su Alma y Su Divinidad, para que tengamos Vida y Vida en Abundancia.
No, no es un premio a nuestra fidelidad. Es un regalo de Amor a nuestra debilidad, para que no dejemos nunca de estar junto a Él, en Él y con Él para sostenernos en nuestra debilidad, para levantarnos de nuestras caídas, para iluminar nuestras oscuridades, para rescatarnos de nuestro pecado, para resucitarnos de nuestras muertes.
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