jueves, 31 de mayo de 2018

San Beda, el Venerable

San Beda el Venerable, presbítero
Homilías (Libro 1,4: CCL 122,25-26.30)
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. Con estas palabras, María reconoce en primer lugar los dones singulares que le han sido concedidos, pero alude también a los beneficios comunes con que Dios no deja nunca de favorecer al género humano.
Proclama la grandeza del Señor el alma de aquel que consagra todos sus afectos interiores a la alabanza y al servicio de Dios y, con la observancia de los preceptos divinos, demuestra que nunca echa en olvido las proezas de la majestad de Dios.
Se alegra en Dios, su salvador, el espíritu de aquel cuyo deleite consiste únicamente en el recuerdo de su creador, de quien espera la salvación eterna.
Estas palabras, aunque son aplicables a todos los santos, hallan su lugar más adecuado en los labios de la Madre de Dios, ya que ella, por un privilegio único, ardía en amor espiritual hacia aquel que llevaba corporalmente en su seno.
Ella con razón pudo alegrarse, más que cualquier otro santo, en Jesús, su salvador, ya que sabía que aquel mismo al que reconocía como eterno autor de la salvación había de nacer de su carne, engendrado en el tiempo, y había de ser, en una misma y única persona, su verdadero hijo y Señor.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo. No se atribuye nada a sus méritos, que toda su grandeza la refiere a la libre donación de aquel que es por esencia poderoso y grande, y que tiene por norma levantar a sus fieles de su pequeñez y debilidad para hacerlos grandes y fuertes.
Muy acertadamente añade: Su nombre es santo, para que los que entonces la oían y todos aquellos a los que habían de llegar sus palabras comprendieran que la fe y el recurso a este nombre había de procurarles, también a ellos, una participación en la santidad eterna y en la verdadera salvación, conforme al oráculo profético que afirma: Cuantos invoquen el nombre del Señor se salvarán, ya que este nombre se identifica con aquel del que antes ha dicho: Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.
Por esto se introdujo en la Iglesia la hermosa y saludable costumbre de cantar diariamente este cántico de María en la salmodia de la alabanza vespertina, ya que así el recuerdo frecuente de la encarnación del Señor enardece la devoción de los fieles y la meditación repetida de los ejemplos de la Madre de Dios los corrobora en la solidez de la virtud. Y ello precisamente en la hora de Vísperas, para que nuestra mente, fatigada y tensa por el trabajo y las múltiples preocupaciones del día, al llegar el tiempo del reposo, vuelva a encontrar el recogimiento y la paz del espíritu

miércoles, 30 de mayo de 2018

Obediencia a la Verdad en el Amor

"Ya que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad hasta amaros unos a otros como hermanos, amaos de corazón unos a otros con una entrega total, pues habéis sido regenerados, pero no a partir de una semilla corruptible sino de algo incorruptible, mediante la palabra de Dios viva y permanente, porque «Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor de hierba: se agosta la hierba y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre».
Pues esa es la palabra del Evangelio que os anunció".
"Habeis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad", una hermosa frase que nos regala San Pedro para que la pongamos en nuestro corazón: obediencia a la verdad. ¡Qué difícil! Es lo primero que pensamos cuando vemos o escuchamos una palabra tan dura a nuestros oídos: obediencia y verdad. Aunque siempre es lo que queremos que los demás hagan: que sean obedientes y que vivan en la verdad, pero cuando lo pensamos para nosotros ya es otra cosa, porque sabemos lo que nos cuesta ser obedientes y vivir en la verdad.
Pero se complica esta obediencia a la verdad cuando San Pedro lo une a: "hasta amaros unos a otros como verhamos, amaos de corazón unos a otros con una entrega total". ¿Por qué se complica? Porque cuando pensamos en la verdad en la relación personal, creemos que siempre tenemos que decir todo lo que sentimos en el momento en que se nos viene a la lengua (no a la cabeza) y por eso decimos: "yo siempre digo lo que pienso", y creemos que eso es la verdad verdadera, y no. No siempre lo que pienso es la verdad verdadera. Por eso tengo que pensar primero lo que pienso y después decirlo, y es más, pasarlo por el filtro del amor para saber si lo que pienso le va a hacer bien a mi hermano, o en realidad lo que pienso, aunque sea verdad es algo que lo va a dañar.
¿Porque pensar lo que pienso con el filtro del amor? Porque mis primeros pensamientos están "viciados" del pecado original, y por eso, tengo siempre que re-pensar las cosas y mirarlas desde Dios, pasarlas por el filtro del amor y discernir si es Voluntad de Dios que haga o diga tal o cual cosa. De este modo me aseguro que mi obrar es Voluntad de Dios y en bien de mis hermanos, por amor a Él y a ellos. Es cierto que, muchas vecees, Dios me sugiere que diga o haga cosas que pueden no gustarle a los demás, pero no será porque sean malas en sí, sino porque la corrección fraterna no siempre es algo que agradecemos de corazón, sino que toda corrección siempre nos cuesta aceptarla.
Es por eso que al comenzar el día tengo que entregar mi YO al Señor para que Él lo crucifique y nos permita dejar de pensar en nosotros mismos, abrirnos al Espíritu y comenzar a hacer ese ejercicio de pensar y obrar desde Dios, y no desde nuestro YO, para que "la regeneración" que nos regaló Cristo con su muerte y resurrección permanezca y crezca dando frutos de santidad en el amor y la obediencia a la Verdad.

martes, 29 de mayo de 2018

Hijos obedientes

"Como hijos obedientes, no os amoldéis a las aspiraciones que teníais antes, en los días de vuestra ignorancia.
Al contrario, lo mismo que es santo el que os llamó, sed santos también vosotros en toda vuestra conducta, porque está escrito: «Seréis santos, porque yo soy santo».
Se me ocurre que San Pedro tiene muy en su mente y corazón la vida de Jesús, y, sobre todo, sus palabras y por eso dice: "como hijos obedientes", porque lo que Él busca en vida y lo quiere compartir con todos, y por eso lo pide de esa manera, es vivir como Jesús, en todo sentido, pues su vida es la Vida de Jesús, el sentido de su vida es Jesús, y como Jesús ha de ser obediente al Padre, como Jesús, nos pide que seamos obedientes al Padre.
Esa obediencia es la que comenzó a vivir él cuando "dejando las redes a la orilla" abandonó todo y comenzó a seguirlo. Es cierto que en un momento, como nos lo muestra el evangelio (sin haber recibido aún la Fuerza de lo Alto) penso, como lo hicieron todos los demás, que necesitaba ser recompensado por todo lo que había dejado, y, por eso, le preguntó a Jesús: "ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Sí, ya se que no hay ninguna pregunta, pero en el fondo sí que lo pregunta: ¿qué vamos a recibir a cambio?
Quizás la respuesta de Jesús no le convenció, pero no pudo dejar de estar con Él, pues también en otro momento le contestó Pedro a Jesús: "Señor, ¿a quién vamos a ir? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna". Poco a poco fue viviendo y sintiendo en su corazón que ESE era su Camino. Y por eso, después de recibir el Espíritu Santo, nos vuelve a decir: "no os amoldéis a las aspiraciones que teníais antes, en los días de vuestra ignorancia".
A veces, queremos seguirlo a Jesús pero no queremos dejar de vivir las cosas que el mundo nos presenta, no queremos dejar que "Otro" dirija mi vida o me diga lo que tengo que hacer. Eso es porque aún no lo he conocido, aún no he podido dejarlo entrar en mi corazón y que me de su Gracia para poder entender que el "dejarlo todo" es lo que llena de sentido mi vida, pues al dejarlo todo Él me da Todo y en mayor medida.
Claro que todo es un proceso que vamos asumiendo en nuestra vida, no podemos de un día para otro poder vivir y sentir su Presencia y su Amor en nuestras vidas, sino que poco, como le paso a Pedro, vamos a ir entendiendo, asumiendo y viviendo lo que Él nos pide y nos regala.
Por que no dejamos todo para no tener nada, sino que dejamos todo porque hay algo mucho más grande que nos espera al final de Camino, y hay un Ideal muy alto para poder vivir y que llena nuestra vida de sentido y plenitud:
"Al contrario, lo mismo que es santo el que os llamó, sed santos también vosotros en toda vuestra conducta, porque está escrito: «Seréis santos, porque yo soy santo".

lunes, 28 de mayo de 2018

Deja todo y sígueme!

"En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:
-«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
La vida eterna es un deseo que anida en el corazón del hombre, pues, aunque no lo sepa o lo niegue, el hombre es un ser creado y lleva en su corazón un deseo de eternidad. Es ese deseo de eternidad lo que lo lleva a querer atarse a algo que le de permanencia, que lo eleve de su condición, que lo haga más grande de lo que es, porque siente ese "llamado" desde adentro para ser más de lo que es.
En nuestra vida, los que hemos conocido a Dios ese deseo lo llamamos santidad, aquí en la tierra, y vida eterna, después de esta terrenal. Sabemos que después de esta que estamos recorriendo nos espera otra que nos mostró Cristo con su Palabra y con su Resurrección. Es así que siempre buscamos, aunque no siempre lo hacemos consciente, ese Camino de Eternidad o ese Camino hacia la Eternidad. Y así nos lo muestra el diálogo de este joven con Jesús: ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
Jesús le responde que para ello debe vivir los mandamientos que había prescrito Moisés, a lo que el joven responde, como muy orgulloso: "eso lo he cumplido desde mi juventud". Con lo que quiere decir que aunque ya vivía el Camino aún le queda en el corazón un deseo de algo más, no sabe qué es ese algo más, pero desea poder vivirlo. Y por eso Jesús le responde:
"Jesús se le quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
-«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
Sabemos y sentimos que nuestra vida necesita un "apriete" más en la vivencia de nuestra fe, de nuestra entrega, de nuestro día a día, para sentirnos más plenos, más felices. Pero no siempre sabemos cómo hacerlo, cómo encontrar esa respuesta. Y Jesús, es claro que nos responde. Pero no siempre nos gusta la respuesta que el Señor nos da, porque ya hemos "organizado" nuestra vida sin el Señor. Queremos lo que el Señor nos ofrece pero no queremos "pagar" el precio para conseguirlo.
"A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
-«¡ Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».
Pero no son sólo las riquezas materiales, sino que son las propias riquezas que creemos que nos darán la mayor felicidad: nuestros propios proyectos o los de nuestros padres para nosotros, o lo que ya había proyectado vivir con mi familia y por eso he aceptados más trabajo, o nos hemos embarcado en varias cosas que ahora no se cómo salir de ellas, o tantas otras cosas que he proyectado yo mismo sin consultar al Señor... y ahora me doy cuenta que nada de eso es lo que está llenando mi vida de sentido, sin embargo creo que si dejo todos mis proyectos pierdo todo.
Y no, cuando el Señor nos pide dejar todos nuestros proyectos y buscar el Proyecto de Nuestra Vida que Él nos ofrece no perdemos nada, todo lo contrario, vamos a ganar en Gracias para poder llevar a cabo el Camino que el Señor quiere que recorra. Por eso cuando el Señor le ha pedido a alguien algo muy grande, siempre comienza diciendo: "No temas..."
No tengas miedo de renunciar a tu YO y a tus proyectos, pues el Señor sabe bien lo que buscas y lo que Él te puede dar, pero sobre todo sabe para lo que Te Necesita y que para eso te va a colmar de Gracias para que llegues a alcanzar la meta sin perder la fe.

domingo, 27 de mayo de 2018

Signados en la Trinidad

Jesús nos ha enseñado que nuestro Dios es una Comunidad de Personas: la Santísima Trinidad, que día a día la recordamos cuando nos hacemos al Señal de la Cruz. Pero no sólo nos tenemos que signar con la Cruz para “protegernos” o para que Dios nos de “suerte”, como hacen los deportistas al entrar en una pista, sino que nos tiene que hacer tomar conciencia, cada día:
que pertenecemos a una Comunidad Divina, pues somos hijos de Dios, y como tales, todos son mis hermanos con quienes tengo que vivir una relación de amor verdadero: “que sean Uno para que el mundo crea”, nos dejó expresado Jesús, no como algo que podamos decidir si queremos vivir o no, sino como un mandamiento de vida: “un mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como Yo os he amado”
y, por otro lado, recordar que esta Unidad en el Amor siempre estará signada por la Cruz, pues cada día asumimos vivir la Cruz del Amor, pues no siempre queremos amar como Él nos amó, no siempre estamos dispuestos a perdonar, a pedir perdón; no siempre queremos renunciar a nuestros criterios y proyectos, pero así y todo, para formar parte de esta Familia Divina, ya el Señor, en el primer momento nos dijo: “quien quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo, cargue su cruz de cada día y sígame”.
Por eso, cuando nos hacemos la señal de la Cruz no sólo pedimos protección, sino que tenemos que ser conscientes de quiénes somos y cuál es nuestra misión en el mundo: dar a conocer la Vida en Dios, anunciar la Buena Noticia de la Salvación, ser instrumentos de paz, amor y verdad; ser sal, fermento y luz en el mundo, pues llevamos en nuestro corazón el Espíritu Santo que quiere ayudarnos a ser Fieles Instrumentos en manos del Padre.

sábado, 26 de mayo de 2018

Comenzar a ser Niños en Dios

Dice Jesús:
"En verdad os digo que que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él".
La infancia espiritual un camino de perfección muy difícil y duro para nosotros, los adultos. Decía Mons. Castagna (el obispo que me ordenó sacerdote): "hay que ser muy fuerte para ser niño". Una espiritualidad que nos enseñó la Doctora de la Iglesia Santa Teresita de Lisieux, y ella misma nos muestra lo difícil que es llegar a ser niño en Dios, pues hay que saber renunciar, todos los días y a cada instante, a nuestra condición de adultos, a nuestra "sabiduría" de adultos para aprender a confiar en la Providencia de Dios que va guiando nuestro caminar.
¿Por qué hay que ser muy fuerte para ser niños en Dios, para vivir la infancia espiritual? Porque, simplemente, va contra nuestro orden de ser, contra nuestro actuar cotidiana, contra nuestra propia naturaleza humana y, sobre todo, contra el ritmo que va teniendo el mundo de hoy. Hoy nadie quiere "dejarse conducir", "dejarse guiar", ni tan siquiera los pequeñajos que suben un palmo del suelo, todos desde que comenzamos a tomar consciencia de nuestro YO queremos ser libres, no queremos que nadie nos condicione en nuestro actuar, menos en este siglo XXI donde todos comenzamos a esgrimir nuestros derechos (sin tener encuenta nuestras obligaciones, y sin tener en cuenta, sobre todo, los derechos de los demás, pues esos no importan)
La espiritualidad de la infancia espiritual nada tiene que ver con un infantilismo o un providencialismo que nos deja de brazos cruzados esperando que todo nos venga de arriba, sino que nos lleva a un trabajo diario en la renuncia de nuestro propioi YO y en la búsqueda constante de la Voluntad de Dios, y, por eso mismo, de la aceptación de Su Voluntad. Saber qué es lo que Dios quiere no se aprende de un día para otro, sino que necesitamos un esfuerzo diario para encontrarnos con el Señor, cada uno según su propio estilo de vida: laical o consagrado, pues la oración y la reflexión de la Palabra no llevan los mismos tiempos en la vida laical que en la consagrada, pues un laico no puede estar horas rezando para encontrarse con Dios, pues tiene un montón de ocupaciones en donde Dios le pide actuar. En cambio el consagrado necesita de más tiempo para encontrarse con el Señor y vivir su consagración a Él.
Pero sí en uno como en otro el desasimiento de uno mismo sólo lo podemos lograr si estamos verdaderamente unidos al Señor, y con la Gracia del Espíritu Santo, y la recepción de la Eucaristía que nos fortalece en el Espíritu, podemos aceptar, diariamente, la muerte de nuestro YO para poder buscar la Voluntad de Dios, pues si no renunciamos primero a nuestros planes ¿cómo podemos aceptar los de Dios?
Así, con actitud humilde y alegre podremos confiar en la Providencia para que nos muestre, día a día, el Camino a recorrer y nos lleve de Su Mano para poder alcanzar los más altos Ideales que Él pensó para nosotros: tanto en la actividad como en la pasividad, en la acción como en la contemplación, en la saludo como en la enfermedad, en el ocio o el negociio, trabajando o descansando, pues cada día tiene su propio afán y en este día he de buscar qué es lo que Él quiere para mí.
Así, como dice Santa Teresita, abriendo mi corazón al comenzar el día al Señor podré "hacer sobrenaturales las cosas naturales y extraordianrias las cosas ordianrias", pues todo lo haré desde el Amor que el Señor me tiene y con el Amor que el Señor me da.

viernes, 25 de mayo de 2018

La verdad de los fariseos

"Jesús les dijo:
«Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
Cuando preguntamos algo siempre obtenemos una respuesta, y, a veces, esa respuesta no nos gusta, pero la respuesta ya fue dada y tendremos que respetarla. Los fariseos quisieron ponerlo a prueba a Jesús pregúntandole por la ley del divorcio de Moisés, y Jesús salió con una respuesta que los dejó más que perplejos, pues no sólo les respondió lo que no querían escuchar, sino que erigió el matrimonio como un sacramento y, de este modo, con unas consecuencias concretas.
Y siempre, lamentablemente, han habido matrimonio que fracasan a los meses o a los años, y, hay otros matrimonios que no son válidos, pero eso es mucho más largo para ponerlo aquí en un breve reflexión.
Pero me quiero detener en el principio de la respuesta de Jesús a los fariseos, acerca de lo que le preguntaron, pues querían ver si Jesús iba a hablar en contra de Moisés, que, en definitiva era lo que ellos querían: que Jesús se pusiera en contra de Moisés y por eso comenzaron con un arguemento no falso, pero querían que llegar a una respuesta falsa.
Y Jesús, sabiendo qué es lo que pretendían les responde:
"por la dureza de vuestro corazón dejó Moisés este precepto". Y a eso quiero llegar: a la dureza de nuestro corazón, porque, muchas veces, vemos cómo hay gente que por tener dureza de corazón o por creerse los dueños de la verdad largan al aire propuestas o argumentos que otros se creen y comienza un reguero de comentarios que hacen daño. Algunos que, como buenos fariseos, se creen que lo saben todo "marcan" a la gente con determinados juicios pretendiendo salir ellos como los "mejores de la tierra", sin darse cuenta que esos argumentos luego se le vienen en contra, porque no han sabido descubrir la verdad y se han quedado sólo con la acidez de su corazón, sin llegar a probar el dulzor de la Bondad de Cristo.
¿Cuántas veces nos hemos hecho eco de comentarios que no sabíamos de dónde venían ni si eran ciertos? ¿Cuántas veces hemos creído que lo que los fariseos nos decían eran verdad y no fuimos a buscar la Verdad? ¿Cuántas veces nos convertimos en fariseos que buscan desautorizar a alguien por un comentario que han escuchado de otro fariseo?
Por eso Jesús le decía, en algún momento a los apóstoles: "tened cuidado con la levadura de los fariseos", pues esa levadura es falsa pues levanta pronto comentarios, que ellos no se hacen cargo, sin que hacen responsables a los que los transmitieron pero ellos no son capaces de decir yo fui el culpable de lanzar tal o cual comentario al aire.
"Tened cuidado de la palabra de los fariseos", buscad siempre la Verdad en Dios.

jueves, 24 de mayo de 2018

Alimento de Amor

"Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote", la imagen que nos narra san Marcos de la Última Cena es la imagen más hermosa y más llena de contenido para nuestsra fe, para nuestra vida espiritual, porque es el Misterio de la Eucaristía, un Misterio de Amor y de Entrega de un Dios que no se olvida de nosotros, sus imperfectos seguidores y sus amados hermanos.
Jesús, el Unigénito, el Hijo Único, conociendo nuestra debilidad quiso quedarse en el Pan de la Vida, por eso la Eucaristía no es un pago a nuestras virtudes, ni es un premio al Sin-Pecado, sino que es un Alimento Verdadero para quien ha descubierto el Tesoro más Valioso de su vida: la Vida en Dios, pues "sin Mí no podéis hacer nada", nos dijo Él mismo. Por eso se quedó en la Eucaristía, para que siempre lo tuviérmos en nosotros para poder recorrer el Camino de la Santidad que el Padre soñó para nosotros.
Todos los días tenemos la experiencia de levantarnos y comenzar a hacer cosas, pero ¿cuántas cosas podemos hacer en orden a nuestra vocación a la santidad que perduren en el tiempo y que nos reditúen para nuestro crecimiento espiritual?
Somos débiles. Somos pecadores. Somos imperfectos. Es verdad, y ¡Dios lo sabe! Y eso es maravilloso, porque Él sabiendo quiénes somos no nos mira con ojos de Juez inmisericorde sino que con mira con ojos de Amor y nos invita a la Fidelidad a pesar de nuestros tropiezos y caídas, porque sabe que siempre que tengamos la oportunidad volveremos a Él, retomaremos el Camino y nos alegraremos de habermos tomado de Su Mano para Caminar y recorrer el camino que habíamos dejado.
Los que tenemos el más grande de los regalos: el Orden Sacerdotal, sabemos que ese momento de la Eucaristía, la consagración del Pan y del Vino, es el momento de mayor Gracia de Dios, pues no somos nosotros, los hombres, quienes estamos en el altar, sino que es Jesús mismo Quien viene y con nuestra voz y manos vuelve a vivir junto a nosotros aquella Noche de entrega, y así, con un simple gesto y pocas palabras, vuelve a darse con Su Cuerpo y Su Sangre, Su Alma y Su Divinidad, para que tengamos Vida y Vida en Abundancia.
No, no es un premio a nuestra fidelidad. Es un regalo de Amor a nuestra debilidad, para que no dejemos nunca de estar junto a Él, en Él y con Él para sostenernos en nuestra debilidad, para levantarnos de nuestras caídas, para iluminar nuestras oscuridades, para rescatarnos de nuestro pecado, para resucitarnos de nuestras muertes.

miércoles, 23 de mayo de 2018

No seais fanfarrones

"Queridos hermanos:
Atención, ahora, los que decís: « Hoy o mañana iremos a tal ciudad y allí pasaremos un año, haremos negocio y ganaremos dinero». ¡Si ni siquiera sabéis qué será del día de mañana! ¿Qué es vuestra vida? Pues sois vapor que aparece un instante y desaparece.
Más bien deberíais decir: «Si el Señor quiere y estamos vivos, haremos esto o lo otro».
¿No quiere el Señor que hagamos proyectos en nuestra vida? ¿No quiere que tengamos un proyecto de vida a largo plazo? No, no es eso. No es tan literal como lo podemos pensar. Dios sí quiere que proyectemos nuestra vida, pero que la proyectemos desde Su Voluntad, que no proyectemos a ciegas como hacen los que no creen en Dios, sino que lo primero que quiere que busquemos es cuál es su Voluntad para mi vida.
Es cierto que nunca podremos saber cuándo será el día o la hora, pero sí podemos poner nuestros proyectos en Sus Manos para que Él nos vaya aconsejando, nos vaya señalando los pasos a seguir. ^¿Por qué? Porque el mundo nos hace creer que somos los dueños de la vida y no lo somos, sólo somos, como dice Santiago: "vapor que aparece un instante y desaparece", haciéndonos notar la pobreza de nuestra propia vida terrena.
Es algo que nos pasa desde que comenzamos a tomar conciencia de nosotros mismos, ya desde pequeños y más en nuesta adolescencia y juventud, vamos presumiendo de que somos libres y podemos disponer de nuestra vida a nuestro antono, y por ello surgen nuestras primeras peleas y discusiones con nuestros propios padres de la tierra, sin saber que esa misma realidad es la que, luego, llevamos al plano sobrenatural: queremos ser libres pero que me mantengan mis padres.
Que nadie me ponga límites en mi vida, pero sí que me den para vivir. Y lo mismo nos pasa con Dios. Por eso sigue diciendo Santiago: "Sin embargo, ahora presumís con vuestras fanfarronerías, todo alarde de ese estilo es malo".
Mostramos nuestro poder frente a la vida enfrentándonos con media humanidad, nos creemos los poderosos porque podemos dar dos voces y hacerle ver a los demás lo inteligentes que somos, elevamos el dedo acusador frente a los que intentan frenar nuestros impulsos, pero a la vez no podemos defendernos solos de las cosas que nos suceden y buscamos siempre ayuda para poder sobrevivir.
Aunque sepamos y nos demos contra la pared, una y otra vez, nunca vamos a bajar la cabeza para decir "me equivoqué", porque no está dentro de nuestra posibilidad el humillarnos frente al error, sino que ante el error queremos culpar siempre a los demás.
"Por tanto, el que sabe cómo hacer el bien y no lo hace, ese está en pecado", dice Santiago. Busquemos, pues lo sabemos el bien ante todo, pero sobre todo, busquemos la Voluntad de Dios, pues es el Camino seguro que nos lleva a la salvación, es el Camino que nos hace verdaderamente libres, pues lo que nuestro Padre quiere es que nos encontremos a nosotros mismos y vivamos de acuerdo a lo que somos, a lo que Él pensó para nosotros desde antes de la creación del mundo. Ahí está lo que anhelamos y buscamos constantemente, pero para eso debemos abrir nuestro corazón a su Voluntad y dejar que el Espíritu nos enseñe el Camino a recorrer.

martes, 22 de mayo de 2018

Adúlteros con el mundo

Finalizamos el domingo de Pentecostés el Tiempo Pascual, las lecturas no nos recordarán la resurrección de Jesús, sino que, a partir de ahora, volvemos a lo que se llama el Tiempo Ordinario durante el año. Un Tiempo que a pesar del nombre es el momento más propicio para descubrir nuestro caminar hacia Dios, para poder discernir cuál es nuestro Camino de Santidad, pues en lo ordinario, en lo de todos los días es cuando se demuestra mi fuerza de voluntad y mi entrega al servicio del Evangelio, y, sobre todo, mi decisión de crecer en santidad.
Para comenzar este Camino de santidad San Pablo nos pone en alerta de los peligros que hay en el mundo, pero que, sobre todo, hay en nuestro corazón, porque aunque no somos del mundo estamos en el mundo y los valores del mundo y cómo se vive en el mundo se nos pega muy rápidamente. Por eso leamos de nuevo la carta de San Pablo:
"¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros? Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada; lucháis y os hacéis la guerra y no obtenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer a vuestras pasiones.
¡Adúlteros! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, si alguno quiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios".
Creemos que somos muy cristianos, muchas veces, porque ejercemos el derecho de juzgar, de criticar, pero lo hacemos con criterios muy mundanos, se nos van pegando las disputas callejeras del mundo y por eso se producen entre nosotros las divisiones y los conflictos. Incluso internamente creemos que lo que estamos haciendo está bien, y sin embargo vamos sembrando la cizaña de la desonfianza, del error, de la envidia.
Sin querer o queriendo estamos ambicionando lugares y puestos de poder en donde sea sólo yo el dueño de todo y pueda tener dominio sobre los demás o sobre las cosas, sin darme cuenta que ésa es la misma discusión que venían teniendo los discípulos cuando Jesús le hablaba de lo más importante de su vida. Como dice San Pablo el adulterio que vivimos con los valores mundanos nos hace olvidar lo importante de nuestra misión en el mundo, nos hace olvidar lo que el Señor nos está diciendo y nos impide así ser Fieles a la Voluntad de Dios.
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

lunes, 21 de mayo de 2018

María, Madre de la Iglesia

María, Madre de Jesús, Madre nuestra, Madre de la Iglesia, un hermoso recuerdo después del gran día de Pentecostés. Esta claro que no podemos separar a María de ninguno de estos títulos pues es verdad que al ser Madre de Jesús, y al entregárnosla Jesús como Madre nuestra, al pie de la Cruz, es Madre de la Iglesia, es Madre de todos.
Al escribir Madre de todos me acordé de una reflexión que nos hacía el P. Efraín, hace muchos años, él nos contaba o nos hacía pensar en el Amor de María, en el Amor de la Madre, porque Ella como Fiel Servidora del Señor no ama sólo a los buenos y santos, sino también a los malos y pecadores. Su Corazón sufre tanto por uno como por los otros, por que no puede hacer diferencias entre Sus Hijos, porque para una Madre todos los hijos son merecedores de su amor, por lo tanto no hace diferencia, o quizás, como Madre sí lo hace porque las Madres se desviven más por los más débiles, sin dejar de amar a los fuertes.
Pero miremos también los dos momentos que nos presenta la liturgia de hoy: María junto a la Cruz y María en oración con los apóstoles. Porque esos dos momentos son los que más encesitamos en nuestras vidas de cristianos: mantenernos unidos en oración para poder estar de pié junto a la Cruz.
María seguramente que nos acompañará en todo momento pero nunca se interpondrá en nuestro camino, sea que seamos Fieles o pecadores, Ella siempre estará cerca para acompañarnos y sostenernos, porque si miramos a Jesús en el Camino de la Cruz, no fue María quien le quitó el peso de la Cruz, Ella sólo se acercó para que Jesús sepa de su amor, de su cercanía, y seguramente con la sola mirada se supieron decir todo lo que sentían, pues para una Madre sólo basta la mirada de su Hijo para comprender lo que siente y lo que necesita.
Por eso, nosotros, necesitamos mucho de la oración de contemplación para que en esa mirada silenciosa podamos dejar que María sepa lo que el Espíritu le cuente de nosotros, porque sólo el Espíritu Santo que vive en nosotros sabe lo que verdaderamente necesitamos, y así, Ellos nos ayuden a comprender lo que tenemos que vivir. Pero ninguno nos obligará a vivir si no queremos, sabiendo que ese no querer será la piedra que siempre me hará debilitar en el camino, pues sólo el Sí a la Voluntad del Padre nos hace fuertes para llegar al final del Camino.
Y también María nos convoca siempre a la oración con el Hijo, pues sabe que sólo el Hijo puede darnos aquello que necesitamos para ser Fieles a la Voluntad de Dios Padre, pues ése es el Camino que Él recorrió y el único Camino para alcanzar la alegría completa, pues así Él mismo nos lo enseñó y recorrió primero.
Por eso, unidos siempre a María, no nos alejaremos de Cristo pues Ella también sabe que Él es el Único Camino que nos conduce a la Vida. Ella siempre nos querrá cerca de Jesús, escuchando Su Palabra y alimentándonos con el Cuerpo de Su Hijo, porque la Madre sabe cuál es el Alimento que nos da Verdadera Vida, y que nos fortalece pues sin Él nada podemos hacer.

domingo, 20 de mayo de 2018

Templos del Espíritu Santo

"Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo".
No es que nadie puede leer esta frase literalmente, sino que nadie puede decirlo con la convicción cierta que nos da el Don de la Fe, de que Jesús es el Señor. Pero más aún con aquella fuerza que le otorga la Palabra de Jesús: "no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino aquél que hace la Voluntad de mi Padre que está en los Cielos".
Por que ¿cuántas palabras decimos por día? ¿De qué cosas hablamos todo el día? Y no siempre estamos diciendo cosas que hablan de nuestra fe, de lo que creemos y, más aún, de lo que vivimos desde el Espíritu.
A partir de nuestro bautismo tenemos el Don del Espíritu Santo, así como el Espíritu descendió sobre María y la fecundó para que naciera Jesús, el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús en forma de paloma en el Jordán, es el mismo Espíritu que, en forma de lenguas de fuego, descendió sobre los apóstoles e hizo nacer a la Iglesia. Sí, y no me cansaré de repetirlo hasta que nos lo creamos, es el mismo Espíritu Santo el que recibimos el día de nuestro Bautismo y el que recibimos el día de nuestra Confirmación. Y es el que habita en nosotros haciéndonos Templos Vivos para Dios, pues Él es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad y habita en mí, en tí.
Si realmente nos diéramos cuenta de quiénes somos y de lo que el Espíritu Santo puede hacer con nosotros y por nosotros, no nos quedaríamos mudos y quietos con los brazos cruzados, esperando que otros hagan lo que nos toca hacer a nosotros: transformar el mundo con la Palabra de Dios, con nuestras vidas que están llenas de Dios.
Así como aquél día los apóstoles se llenaron de valor y de Verdad y de Amor, así también el Espíritu quiere que nosotros podamos abrir de par en par las ventanas de nuestro corazón para que la Vida comience a salir y podamos llenar nuestra historia y la historia de los demás con los Dones que Él nos da.
Porque la evangelización que comenzaron los apóstoles cuando Pentecostés es la evangelización que seguimos realizando realizando cada uno de los cristianos en el día a día, en nuestras casas, en nuestros trabajos, en el mercado, por cualquier lugar donde vamos somos evangelizadores. Sí, aunque no lo hayas pensado y aunque no lo quieras ver tú también eres un apóstol del Señor, eres un evangelizador con tu vida, con tu palabra, con tus actos. Es por eso que tenemos que dejar que el Espíritu actúe en nosotros y nos encienda con el fuego de sus Dones para que nuestra vida sea portadora de palabras de Esperanza, de Fe, de Amor, para que nuestrs vidas sean un testimonio claro y verdadero de lo que Jesús vivió y predicó, y sobre todo, de lo que fue su sentido de vivir: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", para que también nosotros pdoamos, con la ayuda del Espíritu Santo, ser Fieles a la Voluntad de Dios y así ser verdaderos instrumentos de evangelización impulsados por el Espíritu Santo.

sábado, 19 de mayo de 2018

A tí qué? Tú sígueme

"En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».
Al verlo, Pedro dice a Jesús:
«Señor, y éste ¿qué?».
Jesús le contesta:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme».
Alguna vez he hablado de la curiosidad como una virtud en el hombre porque es un don que se nos ha dado para poder ir averiguando, desde que nacemos, acerca del medio en el que vivimos. Somos curiosos por naturaleza, eso es indiscutible. Pero, como dice un refrán: "la curiosidad mata al hombre", porque muchas veces metemos el dedo en donde no debemos y corremos riesgo de quedar atrapados en alguna trampa mortal. Por gracia de Dios cuando somos pequeños tenemos a nuestros padres o tutores que nos van señalando dónde no tocar o meter los dedos para no quemarnos o electrocutarnos, y eso es un aprendizaje que nunca terminamos de aprender.
Y, en este pasaje del evangelio lo vemos claramente. Pedro le preguntó a Jesús sobre Juan, ¿qué le pasará? ¿Va a morir o no? Y lo preguntó porque era tanto el cariño que sentía del Señor por Juan, como por todos, pero siempre surgen esas comparaciones entre las personas: a mí me quiere más que a tí, a tí te da más cosas que a mí... Siempre buscamos competir con los demás y cuando no podemos competir buscamos algo para saber por qué el otro es así o por qué recibe más que yo.
Por eso Jesús le responde muy sencilla pero fuertemente: "si quiero que se quede hasta que yo venga ¿a tí qué?" En lenguaje popular diríamos: ¡qué te importa lo que haga con él!. Pero Jesús es más cuidadoso en sus palabras. Pero no deja ahí la cosa, sino que le agrega: "Tú sígueme". Y ¿qué le quiso decir con eso? Deja de preocuparte por lo que hacen o dejan de hacer los otros, tú tienes un encargo, una misión, tú tienes que hacer lo que tienes que hacer, no mires para los lados para ver si los otros reciben más o menos, o hacen más o menos. Cada uno responderá ante el Señor según lo que haya hecho o cómo haya respondido según la Voluntad de Dios.
Por eso, muchas veces, la curiosidad o la envidia o los celos, nos hacen mirar más hacia lo que hacen los otros y pierdo el tiempo sin hacer lo que yo debo hacer. Si miro a mis hermanos no es para investigar sobre sus vidas, sino para ayudarlos a ser Fieles, para mostrarles el Camino, pero no para saber si hacen esto o lo otro, como un chusma cualquiera. No. Lo que dice el Señor es que sí te tienes que ocupar de tu hermano, pero que eso no te impida hacer lo que es Voluntad de Dios para tu vida, pues si en verdad te preocupa la vida de tu hermano, entonces vé y ocúpate, ayúdalo, acompáñalo, pero no te quedes sólo mirando, cuestionando y juzgando, y menos condenando cuando tú "no levantas ni un dedo para ayudarlo con sus cargas".

viernes, 18 de mayo de 2018

Me amas más que éstos?

"Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?».
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú, sabes que te quiero».
Siempre ha sido un diálogo que me ha sorprendido mucho, éste entre Jesús y Pedro, luego de su resurrección. No es que me haya sorprendido porque le pregunte si lo ama más que los otros que estaban ahí, más que los otros 10 apóstoles o que todos los discípulos, sino que esa pregunta habla de un verdadero amor. No es un pregunta retórica, ni una pregunta que nace de los celos o de la necesidad de sentir que el otro me ama, sino que quiere que Pedro exprese lo que realmente siente. Quiere que Pedro haga explícito su necesidad de Jesús y así nace una relación de entrega de la vida por Jesús.
Porque este Amor del que habla el Señor, el amor por el que le pregunta, no es un simple amor de sentimientos, sino que es un amor que se hará eficaz en el actura de Pedro, pues es el Señor quien le exigirá entregara la vida así como lo hizo Él por nosotros y, sobre todo, por Pedro, y cada uno de nosotros.
Jesús pregunta sobre un amor que es entrega, que es compromiso con la palabra y con la vida, un amor que no tendrá que ser sólo de afectos, ni conscuspicente sino dadivoso. No es un amor para recibir sino para dar, dar de lo que ese mismo amor le otorga, pues cuando amamos al Señor con todo nuestro ser, con toda nuestra alma y corazón, Él se nos entrega sin cortapisas, sino que nos entrega su Vida entera y es esa misma Vida la que nosotros tenemos que entregar cuando le decimos al Señor que verdaderamente lo amamos.
Por eso, ante la respuesta de Pedro de que "sí, señor, tú sabes que te quiero", Jesús añade una acción: "apacienta mis ovejas". Jesús no quiere que se le ame simplemente por ser Jesús, sino que el Amor a Dios se descubre en el amor a los hermanos, a los que forman parte de su Pueblo, de su Reino, a todos aquellos a quienes Él ama nosotros tenemos que amar, y, sobre todo, ayudarlos a llegar al verdadero Reino, a la Verdadera Vida.
"Apacentaar las ovejas o los corderos" no es una acción que realiza una sola persona, sino que Jesús se la otorgó a la cabeza visible de la Iglesia, y, cada uno de los que la formamos como miembros del mismo Cuerpo, participamos de la misma acción. Todos apacentamos el rebaño del Señor, cada uno con una función diferente, pero todos viviendo el mismo amor que no es sólo al Señor, sino al Señor en los hermanos.
Es cierto, Yo sé que me quieres, se que me quieres más que las demás personas, pues ahora ha llegado el momento de demostrarlo pues lo que yo te mando no es que te quedes mirando sólo mi rostro y me digas que me amas, sino que ese amor que me tienes a mí me lo demuestres apancentando, guiando y sirviendo a mis hermanos, porque en el corazón de todos los hombres, ahí es donde vivo Yo. Pues "lo que hagas con el más pequeño de mis hjos conmigo lo haces".

jueves, 17 de mayo de 2018

Uno en la Verdad y el Amor

"En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró, Jesús diciendo:
«No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí".
La oración sacerdotal de Jesús en la Última Cena, tiene muchos conceptos que nos llevan a reflexionar sobre nuestra vida no sólo personal, sino también comunitaria, pues a partir de que en el Bautismo formamos parte de Su Cuerpo Místico, que es la iglesia, ya no podemos dejar de pensarnos como personas aisladas, sino parte de un Todo que es Su Cuerpo, la Iglesia.
Ese es el núcleo principal desde donde tenemos que partir para poner en marcha nuestra vida cristiana: todos formamos parte de un sólo Cuerpo y Cristo es nuestra Cabeza, y lo que Él nos manda es que "seamos Uno como Él y el Padre son uno" en el Amor y la Verdad. Es el signo por el cuál el mundo nos identificará como cristianos, como parte de un todo que es su Cuerpo, la Iglesia: que ellos sean uno en noosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
No es una opción a la que podemos optar o no, sino que es algo esencial a nuestra vida y a es una condición sin la cual no podemos ser parte del Todo que es Su Cuerpo, pues no podemos movernos según nuestro propio interés y deseo, sino que la unidad la logramos viviendo todos en un mismo Espíritu, siendo Fieles a la Voluntad de Dios y trabajando, diaria y continuamente, para vivir el Amor.
Pues la Unidad que Jesús nos pide vivir no es el amontamiento de personas con un mismo distintivo en el pecho, sino que la Unidad la conseguimos siendo Fieles a la Voluntad de Dios de vivir en la Verdad y el Amor, pues sólo la Verdad en Dios nos da la libertad necesaria para poder construir un Reino de personas que se Aman, pues sólo unidos en la Verdad podremos crecer en el Amor, y sólo con el Amor como base de nuestras relaciones entenderemos los cuestionamientos de la Verdad y podremos, cada día, convertir nuestro corazón y quitar de nosotros mismos el pecado que no nos deja ser lo que Dios quiere de nosotros, sino que nos lleva a las tinieblas del error, de la desunión y la mentira.
Así la constancia en el permanecer en Cristo es el mayor trabajo que tenemos cada día, pues sólo permanenciendo en Su Amor y Verdad podremos alcanzar la perfecta Unidad que nos lleva a la alegría completa.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Por los frutos los conoceréis

"Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso de entre vosotros mismos surgirán algunos que hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí".
San Pablo ha tenido siempre mucha claridad en cuanto a la realidad del hombre, es decir, sabe que en el hombre existe la tendencia al pecado de hacer lo que no debe, una tendencia que lo lleva a querer hacer siempre lo que no se debe: "no hago el bien que quiero sino el mal que no deseo". Y es a esa realidad a la que se refiere, pues ese pecado original que sigue habitando en nosotros, es el que nos lleva, muchas veces, a querer ser nosotros mismos los dominadores, no sólo de nuestras vidas, sino de la vida de los demás.
Los celos y la envidia son fruto de ese pecado que habita en nosotros y es el que nos lleva muchas veces a sembrar cizaña en el corazón de los demás. Una cizaña que parte, quizás de una pizca de verdad, pero que en el fondo forma parte del propio pecado de no saber aceptar la Verdad de Cristo en mi vida, de no querer aceptar obedecer a la Voluntad, y por eso, esa mala siembra va detruyendo la confianza, el amor, ya sea en lo personal, como en la familia, como en la comunidad.
Por eso Jesús, también en la Última Cena, exhortaba a los apóstoles y les decía:
"No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».
No nos damos cuenta que estamos insertos en un mundo que no busca la Verdad, sino que confía en su propia verdad que no es la Verdad de Dios, pues busca su propio interés y no el que Dios quiere que busquemos. ¿Cómo saber cuándo estamos buscando nuestra propia verdad y no la de Dios? "Por los frutos los conoceréis", dice el Señor. Porque cuando sólo buscamos nuestro propio interés y no el de Dios, la siembra que hacemos no sirve, no da frutos, y los frutos que da, muchas veces, son de desunión, discoridas, desaveniencias, tristezas, disputas, en definitva se va destruyendo el amor y la convivencia, tanto en una familia, como en una comunidad cristiana.
Por eso, nuestro caminar en el Señor tiene que ser un permanecer en su Amor y Verdad, para que sea el Espíritu quien nos anime y fortalezca para buscar siempre la Verdad de Dios y no nuestra propia verdad. Cuando no estamos en una constante y profunda relación con el Señor, por su Palabra y su Eucaristía, entonces siempre corremos el riesgo de que nuestras acciones no sean de Dios, sino sólo del mundo. Y no nos olvidemos: "por los frutos los conoceréis".

martes, 15 de mayo de 2018

Mis bodas de Plata

¡Ha llegado el día! Hace 25 años que recibií el mayor de los regalos que, creo, un hombre puede recibir: la ordenación sacerdotal. Por lo menos para mí es el mejor regalo que Dios me ha dado, pues no puedo pretender nada más hermoso y más grande de su parte, pues sin tener en cuenta mi debilidad e imperfección el Señor puso sus ojos sobre mí y me llamó a ser sacerdote.
Si miro hacia atrás puedo ver que han pasado volando estos 25 años, parecen que fueron muy pocos años, pero cada día de todos estos años lleva dentro una carga muy grande de Amor del Padre y de amor de todos ustedes y de muchos más que no aparecen en este muro virtual. Y sin yo merecerlo de cada uno hay un trocito en mi vida sacerdotal, pues no es sólo lo que Dios me da lo que me va formando, sino lo que ustedes me han dado de sus vidas lo que va completando la mía.
Porque en este diálogo maravilloso que Dios nos permite vivir a los sacerdotes se da un gran intercambio de Gracias y de dones, pues cuando recibimos de Dios sus Gracias para dároslas a vosotros siempre Él nos deja una parte en nuestros corazones para que no perdamos la Fuerza para poder trasnmitir con la vida su propia Vida, y es su Vida la que nos alienta y alimenta para comenzar, cada día, queriendo ser Fieles a esa hermosa Vida que Él nos ha otorgado sin merecerla.
Pero también en este ser instrumentos y servidores de su Gracia en favor de ustedes, son ustedes quienes con sus vidas, nos van regalando, sin saberlo, muchos dones que nos ayudan a crecer en experiencia y en sabiduría, pues todo, como María, lo vamos dejando en nuestro corazón y Dios lo va transformando en sabiduría de vida. Así nuestra vida, aunque tengamos pocos años y no hayamos pasado por tantas situaciones, tiene la experiencia de muchas vidas vividas.
Y hoy Dios me regala (y nos regala) con unos hermosos textos evangélicos que los voy a copiar seguidos para pensar algo sobre ellos.
"Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios".
"He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado".
Al haber recibido Don tan hermoso y grande ya nuestra vida no es nuestra: es de Dios, pues Él es quien ha obrado en nosotros y seguirá obrando, a pesar de nuestra imperfección y pecado, pues nuestra vida es sólo un instrumento para que su Gracia llegue a sus hijos. Por eso ya no nos pertenecemos, e intentamos, cada día, poder ser pertenencia exclusiva de Dios para que nuestra instumentalidad sea más perfecta.
Él nos ha dado y nos seguirá dando todo lo que nosotros necesitamos para que podamos distribuirlo con humildad y alegría, sabiendo que siempre y a cada paso tendremos que luchar contra el mundo, pues el mundo no lo ha conocido y por eso intenta derrotarlo, y derrotarnos. Pero "todo lo puedo en Aquél que me conforta", nos dice San Pablo.
"Completar la carrera y consumar el ministerio que recibí de Jesús" es mi deseo, desde un principio Mons. Castagna al darnos la Admisión a las Sagradas Órdenes, nos lo advirtió, allá por el 89, y tenía razón, pero siempre está el Señor y el cariño de nuestros hermanos sacerdotes quienes nos ayudan a levantarnos de cada caída y tropiezo, de fortalecernos ante las incomprensiones y debilidades. Por eso confiando en Su Gracia y dando gracias por todo lo vivido, le pido que pueda seguir cada día siendo Fiel a la Vida que me regaló.

lunes, 14 de mayo de 2018

Apóstoles de la alegría en el amor

"Es necesario, por tanto, que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en el que convivió con nosotros el Señor Jesús, comenzando en el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado al cielo, se asocie a nosotros como testigo de su resurrección».
Cuando Pedro hace este discurso para la elección del que va a ocupar el lugar de Judas Iscariote, nos da la definición de cómo o quién tiene que ser o puede llegar a ser un apsótol: "testigo de su resurrección", pero no sólo aquél que lo ha visto resucitado sino que ha compartido todo el ministerio de Jesús, desde el Bautismo de Juan, pero sobre todo la resurrección. Pues en la resurrección está la confirmación de todo lo que Jesús había predicado y anunciado, porque, como dice san Pablo: "si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe". Por eso, ellos los apóstoles y nosotros, los que hemos sido llamados a continuar la misión de ellos, somos testigos de la resurrección de Cristo, y no porque lo hayamos visto con vida, sino porque creemos en lo que ellos nos transmitieron.
Claro que ser testigo de la resurrección no significa saber sólo que Jesús resucitó, sino que hay que conocerlo y aceptar lo que él predico, anunció y mandó: "ya no los llamo siervos sino amigos porque os he dado a conocer todo lo que aprendí de mi padre", pero también nos dice "sereís mis amigos si hacéis lo que os mando". Es decir la misión del apóstol no es de esclavitud sino de amor, pues el apóstol es amigo de Jesús pues conoce todo lo que Él sabe, pero además es, como Él, Fiel a la Voluntad del Padre, que es lo que Él nos manda vivir, pues es el Camino que nos conduce a la "alegría completa".
"Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud".
No hay mandamiento más perfecto y pleno que nos lleve a la verdadera alegría que el mandamiento del Amor, porque intentando vivirlo, con la Gracia de Jesús, podremos dejar de pensar en todo porque todo será vivido y no sólo cumplido. El Amor no acepta el cumpli-miento sino que todo lo hace en servicio de amor a Dios y a los hermanos. Y en esa fidelidad en el Amor radica la verdadera plenitud del hombre cristiano, y alcanza así la verdadera alegria que nos prometió el Señor.

domingo, 13 de mayo de 2018

La Madre y el Hijo nos dicen lo mismo

Hoy se unen dos días que son importantes para nuestra fe: el día de la Ascensión de Jesús a los Cielos, que es fiesta litúrgica, y también recordamos el día en que la Virgen se apareció en Fátima.
La Ascensión de Jesús es una fiesta litúrgica que, con el tiempo, ha ido perdiendo brillo, pues pasa desapercibida dentro de los domingos del ciclo pascual, pero es una de las Fiestas que nos hablan de un misterio de la Fe que es importante para nuestra vida. Porque la Ascención del Señor nos abre la puerta de la Esperanza para nuestra vida.
Porque nosotros que hemos sido constituídos miembros del Cuerpo Místico de Cristo, si permanecemos junto a Él, tendremos la certeza de que con Él, que es nuestra Cabeza, podremos gozar, no sólo de su Vida en la tierra, sino de su Gloria en el Cielo. Pues donde va la cabeza le sigue el Cuerpo, y así nosotros permaneciendo unidos a Él podremos alcanzar, también su Gloria.
Pero ese es un punto interesante en nuestra vida: permanecer. Un permanecer que nos cuesta, creo, que cada día más, pues las tentaciones y los placeres del mundo nos llevan a situarnos en lugares diferentes en el Camino de la Santidad, pues el mundo nos invita a forjar nuestros propios caminos fuera de la Voluntad de Dios.
Los que hemos comenzado a creer también ponemos nuestra esperanza en la Madre, por eso las apariciones Marianas, nos llevan relacionarnos con María como Madre, y por eso María sigue intentando que entandamos aquella frase que Ella nos dijo en las Bodas de Caná: "haced todo lo que Él os diga". Y si revisamos todas las apariciiones marianas y leemos todo lo que María ha ido diciendo a lo largo de la historia, vamos a descubrir que, como Madre, siempre nos sigue recordando lo mismo: "Id a Dios", "volved al Padre", "convertíos, orad, vivid es unión a Cristo"... y así sucesivamente, pues María nunca nos va a decir algo contrario a lo que su Hijo nos revelará en su Evangelio, porque tanto María como Jesús siempre tuvieron un sólo ideal en sus vidas: hacer la Voluntad de Dios.
Así, al unir hoy las dos Fiestas podemos descubrir que nuestra vida en Cristo, para alcanzar el Cielo esperado, tiene un sólo Camino: hacer la Voluntad del Padre, vivir como Jesús y María vivieron y nos dieron ejemplo con sus vidas. Así, no sólo alcanceremos el Cielo tan esperado sino que podremos ir construyendo ese mismo Cielo aquí en la Tierra, pues es lo que juntos, cada día rezamos: "venga a nosotros Tu Reino, hágase Tú Voluntad aquí en la Tierra como en el Cielo".

sábado, 12 de mayo de 2018

Para que vuestra alegría sea completa

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa".
"Para que vuestra alegría sea completa..." es el deseo de Jesús para nuestra vida: tener una alegría completa, plena. Pero ¿cuál es esa alegría? Si vemos constantemente que, en muchos días de nuestra vida, no hay tanta alegría; si aún seguimos viendo dolor, tristezas, cruces, muertes injustas, y ¡tantas otras cosas más! y si miramos nuestra vida no vemos cómo podemos alcanzar esa "alegría completa".
Y, a mi me parece, que la alegría de la que Jesús habla es la alegría que tuvo Él y que se manifestó en el último momento de la Cruz: "todo se ha cumplido", porque ese era y fue su deseo siempre: ser Fiel a la Voluntad del Padre, y aunque la Voluntad del Padre se manifestó en la Cruz, también alcanzó por ella la Resurrección, y ahí llegó a la Alegría Completa y plena.
No nos engañemos: la vedadera alegría no está en que no nos suceda nada, en que no nos pase nada, en que siempre estemos tan bien que todos los días podamos dar Gracias a Dios. Sino en que en todo momento, com sol o lluvia, con oscuridad o claridad, en saludo o enfermedad, siempre podamos encontrar la fortaleza de la Fe, para que la Esperanza del Amor nos ayude a dar Gracias siempre y en todo luguar y circunstancia.
"Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando", nos decía también en algún momento Jesús, y "os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud", cuando nos enseñaba que lo más importante es el mandamiento del Amor, pero el Amor como Él lo tuvo por el Padre y por nosotros.
Pues bien para nuestra alegría sea completa nuestra vida tiene que configurarse con la Vida de Jesús, y saber que sólo alcanzaremos esa Alegría viviendo como Él vivió la Voluntad de Dios: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", y, aunque le costó lágrimas de sangre en el Huerto de los Olivos pero "que no se haga mi voluntad sino la Tuya", y alcanzó la plenitud de la Vida en la Resurrección, y así llegó a la Verdadera Alegría pues el Amor se hizo pleno en su vida.
Pero no sólo alcanzaremos al verdadera alegría en el Cielo, sino que al vivir aquí en la Tierra la Fidelidad a la Voluntad de Dios, podremos ir conociendo la Alegría y el Gozo que nos da saber que, día a día, vamos intentanto y logrando, con la ayuda de la Gracia, crecer en santidad e ir "completando en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo en beneficio de su curerpo que es la Iglesia".
Y, por todo esto, y por más, la Santa Madre Teresa de Calcuta le decía a sus novicias al entrar en la Congregación: "que nunca os falte la sonrisa de vuestros rostros, porque un cristiano siempre tiene que ser alegre", porque la alegría de la Fe es lo que mostramos al mundo que no cree.

viernes, 11 de mayo de 2018

La prudencia y la espera

"Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Galión dijo a los judíos:
«Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros. Yo no quiero ser juez de esos asuntos».
No es nada muy espiritual lo que narra este pequeño párrafo, pero sí es un párrafo que nos enseña algo que es importante para nosotros: no seguirle la corriente a quienes intentan acusar a alguien de algo que realmente no es ningún delito. Galión podría haberle seguido la corriente a los judíos que acusaban a Pablo de predicar algo que a ellos no les gustaba, pero, sin embargo se dio cuenta que eso no era de su incumbencia los dejó "hablando solos", por así decirlo.
Muchas veces no sabemos salir de conversaciones en dónde se está "despellejando" (criticando) a alguien y por eso nos hacemos cómplices de una situación que no evangélica, porque no nace del amor por el otro y, por eso, aunque no digamos nada o no aporemos más comentarios a la crítica, nos quedamos mirando y acompañando una falsa acusación o un acto por el cual la fama de alguien es destruída. O somos fieles al Amor y la Verdad o simplemente nos alejamos del lugar y dejamos a los otros hablando solos.
En el Evangelio, sin mucho que ver con los hechos de los apóstoles, nos sigue narrando el diálogo que tiene Jesús con los discípulos antes de marcharse, un diálogo que es una despedida y por eso Jesús les habla de la tristeza que ellos van a sentir, pero que esa tristeza se convertirá en alegría cuando, por la Gracia que les otorgará la Luz del Espíritu Santo, puedan comprender y aceptar la Verdad de la Vida Nueva de Jesús. Por que la muerte de Jesús se transformará en Resurrección, y la Ascención de Jesús a los Cielos se transformará en la Venida del Espíritu Santo para iluminar y fortalecer los corazones y las mentes de los apóstoles.
Y así nos sucede también a nosotros en muchos momentos de nuestras vidas: las ausencias o las despedidas nos llevan a la tristeza y la oscuridad, pero si imploramos la Luz del Espíritu podemos descubrir y entender el por qué y el para qué de lo que Dios nos pide vivir, y aunque no llegue todo en el momento que esperamos y queremos, siempre la Paz reinará en nuestros corazones, porque el Espíritu vendrá en nuestra ayuda para ayudarnos a vivir la Voluntad del Padre.
"También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada".
Serán días de tristeza hasta el momento en que dispnoga mi corazón a la Luz y la Gracia del Espíritu Santo, para que sea Él quien me ayude a superar la tristeza y me conceda vivir la alegría de creer en la Palabra de Dios.

jueves, 10 de mayo de 2018

Fidelidad a Dios

San Juan de Ávila es el santo patrón del clero español, por eso hoy es un día especial para rezar por todos los sacerdotes que estamos en España y formamos parte de esta familia del clero español.
Un día para nosotros muy especial porque la figura del Santo Patrón nos hace pensar y reflexionar sobre el cómo va nuestra vida sacerdotal, cómo estamos viviendo la entrega de cada día en serviico de Dios y de los hombres, cúales son nuestras prioridades pastorales y si, a semejanza de San Juan de Ávila, estamos siendo Fieles a la Voluntad de Dios en nuestras vidas. Porque, en definitiva, la vida de cada santo y de cada uno de nosotros está basada en la Fidelidad a Dios y no a nosotros.
El sacerdote, como cualquier otro cristiano, está llamado a la santidad, a la perfección en el amor, pero con un estilo de vida particular: la vida sacerdotal. San Juan de Ávila nos ayuda en este caso a mostrarnos un camino particular de Fidelidad a Dios que, con la Gracia de Dios y su disposición de corazón, pudo ir sembrando la Palabra por muchos lugares ya que la predicó no sólo con su palabra, sino con su vida.
Cada uno de nosotros, sacerdotes o laicos o consagrados, al responder a la llamada de Dios a la santidad también nos decidimos por un estilo de vida particular que es lo que define nuestra vida cotidiana. Es decir, una vez leía de un santo: el obispo no puede llevar una vida de monje contemplativo, por que para eso no lo eligió el Señor; ni un monje contemplativo puede llevar una vida de acción como un misionero, porque su estilo de vida es diferente... Y así en cada estilo de vida, pues la Fidelidad a la Voluntad de Dios se manifiesta claramente en cómo vivimos y nos movemos en este mundo al que nos ha llamado el Padre.
Muchas veces nos encontramos, más en estos tiempos de persecuciones y odios, que nos avergonzamos si nos ven rezando o yendo a Misa, o que nos avergüenza si hablamos de Dios en algunas conversaciones, o, incluso si vestimos dignamente como sacerdotes, religiosos o siendo sobrios en nuestras vestimentas laicales.
Y el Señor nos llama a dar un testimonio claro al mundo de hoy, pues llevar la Buena Noticia al mundo es nuestra misión, y cada uno, lo hace no cómo le parece, sino cómo Dios quiere, pues como decía Jesús: "mi alimento es hacer la Voluntad de Padre", y como lo rezamos diariamente: hágase Tú Voluntad aquí en la tierra como en el Cielo.
Por eso, el Señor ascendió a los Cielos para enviarnos su Espíritu Santo que nos fortaleciera para que siempre podamos ser Fieles a la Voluntad de Dios y no a la voluntad del mundo, pues el mundo no da la Vida ni es Luz, sino que nosotros creemos que el Señor es el Camino, la Verdad y la Vida, y nuestra vida tiene que reflejar esa Vida, para que el Mundo tenga Vida Nueva.