El día de ellos: todos los santos. Nuestro día: los santos de Dios.
Es lindo ver cómo San Pablo en sus cartas llama siempre a los miembros de las comunidades "santos de Dios", porque lo somos en realidad aunque no lo vivamos aún.
A partir del día en que el Espíritu Santo vino a nosotros y nos transformó en hijos de Dios, a partir de ese día hemos sido santificados por la Gracia de Dios y no por nuestros méritos, sino por los de Cristo que murió y resucitó por nosotros.
Pero no siempre tenemos en cuenta nuestra santidad, o, mejor dicho, no siempre recordamos que nuestra vida ha de ser una vida santa. Y es lo que nos falta todos los días.
Alguien, hace mucho tiempo, me decía: "¿yo? ¿con la forma de ser que tengo no puedo ser santo?". Y sí, cada uno con su forma de ser tiene que ser santo. No es que para ser santo tenemos que ser inmaculados sin pecado, sino que, a pesar de nuestro pecado (el cual iremos convirtiendo día a día), día a día buscamos vivir la Voluntad de Dios. Día a Día intentamos ser Fieles a la Voluntad de Dios.
Por eso, cuando tropecemos o nos caigamos, nos levantamos, tomamos fuerzas en el Sacramento de la Reconciliación, nos alimentamos con el Pan de la Vida, y volvemos a intentar, volvemos al Camino de la Fidelidad, porque en ese Camino encontraremos la plenitud de las Bienaventuranzas que nos ofrece Jesús.
Sí, a pesar de que nos hable de situaciones que jamás quisiéramos vivir, pero es en esas situaciones donde se reconoce nuestra confianza, nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. Por que es en los momentos de dolor, de soledad, de pesar en donde puedo saber si, realmente, mi fe es cierta porque a pesar de que me sienta solo se que el Señor me acompaña, por que confío en su Amor, confío en Su Providencia, y acepto con todo mi corazón el Camino que Él me pida recorrer.
Cada día, al comenzar la jornada, el Señor espera que le entregue mi corazón, que vuelva a ofrecerme a Él para que Él llegue a mí y me entregue su Vida, para que mi vida, consagrada a Él alcance el gozo de vivir en Dios, para Dios y con Dios.
Sí, hoy también es nuestro día. Nos lo tenemos que creer para que lo podamos vivir, tenemos que ser consciente que somos los santos de Dios, para que nuestra vida sea Luz para el mundo y testimonio claro y cierto de que Él ha hecho maravillas con los qeu creen Él.
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