"A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
"A nadie le debáis nada, más que amor..." ¡Que hermoso! y ¡Qué difícil! Pero es lo más hermoso que nos hayan pedido para ser Fieles a Dios. No hay otra cosa en la que tenemos que poner nuestra mirada: amar, sólo amar. Por eso, ser cristiano no es cumplir con normas y prohibiciones, sino que es pensar en positivo: amar, amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como Cristo nos amó.
Pero el amor no entendido como se entiende hoy, sino como lo entiende Dos, un amor de entrega total, un amor no de concupiscencia, es decir el que ama porque va a recibir algo a cambio, sino el amor como el de Dios, que se entrega aún sin recibir nada a cambio, porque Él se nos da a nosotros sin que nosotros le devolvamos nada a Él, pues jamás podríamos pagarle a Dios todo lo que Él nos ha regalado.
Un amor que todo lo puede, que todo lo soporta, que no hace daño, que no piensa mal, que no engríe, que no es egoísta, que no es vanidoso, que no es descortés, que no se alegra de la injusticia, sino que se goza con la verdad... Amar a la medida de un Dios.
¡Y claro que podemos! Porque tenemos al Espíritu Santo que es Amor, porque es Dios, que habita en nosotros y nos anima y nos estimula para sólo amar como Él nos amó.
Y, por supuesto que podemos, porque no sólo nos llamamos hijos de Dios, ¡sino que lo somos en verdad! porque en el Hijo fuimos hechos hijos, y a partir de ese día (nuestro bautismo) gozamos de las Gracias que El Hijo nos consiguió con su entrega por Amor.
Y ¿dónde está el secreto? En la entrega a Cristo:
«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío".
Ser discípulo de Cristo, ser cristiano es dejar todo para poder vivir como Él, pues para amar como Él necesito estar alimentado por Él, necesito no poner excusas a la hora de dejarme conducir por Jesús, de dejarme llevar por el Espíritu Santo. Que no haya nada que me detenga a la hora de tener que recorrer el Camino de la Santidad en el Amor, y no porque no tenga que amar a mis seres más queridos, porque también a ellos los tengo que amar, pero ese amor no puede ser más fuerte que el Amor al Señor de mi vida, que puede llegar a pedirme aún una entrega mucho mayor para alcanzar mi santidad, y la salvación de los hombres.
Por eso, al comenzar a seguir a Cristo he de calcular si podré seguirlo, o sólo mi decisión es de labios para afuera, pero mi corazón no se dejará conducir por el Espíritu Santo y sólo seré un discípulo de Cristo desde lejos, pues no estoy dispuesto a dejar todo para hacer lo que Él me pida, y no porque tenga mucho que dejar, sino por miedo a lo que el Señor me pueda pedir.
Claro que lo que no sabemos que lo único que Él quiere para nosotros es lo mismo que Él nos pide a nosotros:
"A nadie le debáis nada, más que amor"
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.